Las elecciones catalanas buscaban obtener una respuesta sobre la asignación de los escaños en el Parlament y el Govern a que daría lugar, pero el escrutinio de las urnas en la noche del domingo 12 de mayo deja sin contestar esa cuestión y abre otras muchas incertidumbres que seguirán activas más allá de la fecha en que las formaciones políticas que han concurrido a los comicios acuerden la alianza parlamentaria capaz de sumar más votos a favor que en contra de un candidato. Además, los resultados de las autonómicas de Cataluña tienen garantizada gran resonancia en el Congreso de los Diputados. Porque hay catorce diputados, siete de Junts y otros siete de ERC, que nadie descarta puedan ser en cualquier momento el brazo ejecutor de la venganza catalana desertando de las filas sanchistas y dejando al Gobierno al pairo.
Imaginemos en qué quedaría la presente Legislatura, una vez que el pasado 13 de marzo el presidente decidió por su cuenta incumplir el artículo 134.3 de la Constitución que obliga al Gobierno a cumplir con el deber de presentar los Presupuestos Generales del Estado ante el Congreso de los Diputados. De modo que después de meses ponderando la importancia suprema de contar con unos Presupuestos aprobados, en un pase de birlibirloqui nos desayunamos con la noticia de que van a dejar de elaborarse los de 2024 como si la carencia de presupuestos careciera de toda relevancia. Asistimos a toda clase de ejercicios circenses, pero en la pista del más difícil todavía parece que si tampoco tuviéramos Presupuestos para el ejercicio económico de 2025 la continuidad de la Legislatura requeriría de Pedro Sánchez habilidades en el trapecio que solo fue capaz de mostrar Pinito del Oro.
Los independentistas que acaban de contarse en el escrutinio de las elecciones son menos, pero pueden seguir teniendo en sus manos la llave de paso de la continuidad de la Legislatura
Del cansancio de los electores que figuran en el censo puede dar idea el índice de participación que no ha llegado al 58%, es decir, un 7% menos que en las generales del 23 de junio de 2023 y un 21% menos que en las autonómicas de 2017. La bronca entre Junts y ERC también habrá contribuido pero lo mejor está por venir. Nunca entenderemos el trato diferencial reservado a los incursos en la causa judicial incoada a raíz del procés porque los prófugos de la justicia han podido ser incluidos en las candidaturas como ha sido el caso de Carles Puigdemont, mientras que los que, como Oriol Junqueras, se sentaron disciplinadamente en el banquillo y recibieron sentencia quedaron sin discusión excluidos por las penas accesorias que les fueron impuestas. Dijo Pascal que “el corazón tiene razones que la razón no entiende” pero ahora podríamos decir que la Ley Electoral tiene normas que al personal de a pie le desconciertan porque parecen premiar al transgresor y penalizar al que cumple.
Volviendo a las repercusiones que apuntan los resultados de las urnas catalanas del 12 de mayo se confirmaría de nuevo que, en ocasiones, menos es más; que el crecimiento del prestigio puede ser directamente proporcional a la escasez, como bien sabe el sector del lujo y el de la gastronomía, y que la amenaza procedente de los más débiles puede llegar a ser la más grave. En nuestro caso, los independentistas que acaban de contarse en el escrutinio de las elecciones son menos, pero pueden seguir teniendo en sus manos la llave de paso de la continuidad de la Legislatura. Después de haber promovido la erección del muro entre España y la antiEspaña, podríamos encontrarnos a Pedro Sánchez recitando aquel pecio de Rafael Sánchez Ferlosio que decía: “babilonios somos, no nos vuelva la tentación de levantar ninguna torre juntos. Más bien ¡dejémonos ya de una vez por imposibles los unos a los otros, como buenos hermanos!