Hoy es el día marcado por el Gobierno. Este martes es el señalado por Pedro Sánchez para anunciar orbi et urbi que se acaban casi todos nuestros males y se abaratarán los precios de la energía, y de los combustibles, sobre todo para aquellos que tengan un camión, un autobús o un taxi, que el resto, por lo que se ve, vamos a trabajar en coche por placer y nos aliviaremos con 20 céntimos por litro, que menos es nada, desde luego. Y sin embargo cabe preguntarse por lo que hará Sánchez si la semana que viene el combustible sube otros 20. Me apunta un experto al que consulto que son migajas, que toda bonificación equivale a una subida de precios que termina por comerse más pronto que tarde la bonificación. Que el Gobierno puede bajar el IVA y bajar el impuesto de hidrocarburos, que eso lo notarían autónomos y ciudadanos de a pie. Esos 20 céntimos que aprovecharán las rentas más altas, saldrán del bolsillo de todos, y también de aquellos que no tienen un coche.
De Bruselas se vino Sánchez después de conseguir que españoles y portugueses seamos una excepcionalidad. Hay quien maldita la falta que le hace sentirse excepcional en el club en el que las naciones más respetadas van en otra dirección. Duele e inquieta ese misericordioso gesto de Alemania con España: "Hagan lo que dice Sánchez, pero creo que se equivocan", cuentan que dijo el canciller alemán. Todo son gestos. Y palabras, anuncios y finalmente propaganda.
Sólo la guerra tiene la culpa
La invasión de Rusia a Ucrania explica todo, pero haremos bien en no olvidar que antes de la guerra las cosas ya estaban mal. Todo es culpa de la guerra, pero antes del zarpazo de Putin, los presupuestos, que son de antes de la invasión, ya estaban desfasados; antes de la guerra la previsión del gasto ya estaba por encima de los ingresos. Y por eso oscurecen su desacierto llamando al decreto que hoy conoceremos Plan Nacional de Recuperación del Impacto de la Guerra. ¿Lo ven? La culpa es de la guerra y no del chachachá porque les debe dar vergüenza mentarlo. Con tal de no bajar impuestos vengan propaganda y publicidad a propósito de la isla energética.
Lo que el presidente cuenta no lo notaremos en nuestras facturas hasta dentro de un mes, cuando mayo anuncia el verano y el consumo energético por fuerza baja. Pero supongamos que Sánchez nos ha salvado, que ha hecho bien su trabajo y que la excepción ibérica es un acierto. Y sin embargo, ¿no están ya un poco hartos de estar siempre en el vagón de los despistados, de aquellos que necesitan siempre una ayuda extra cada vez que vienen mal dadas?
España, siempre en la excepción
Nos pasó con la pandemia. Somos el país con más ayudas de los fondos de recuperación. Y ahora resultamos variopintos y excepcionales para el resto de nuestros socios europeos. Llevamos cerca de 40 años dentro de la Unión Europea y no hay crisis ni resfriado que no declare nuestra endémica debilidad económica, social, política y…presidencial. De todos los presidentes. O no recuerdan como Aznar llamaba 'pedigüeño' a González. Y lo mismo hizo Pablo Casado en Bruselas antes de su entierro político. España, buen epítome de lo que siempre está por terminar. Somos, como decía don Quijote, el gato, el rato y el bellaco, y así, como una excepcionalidad ibérica, vamos viviendo.
El relato de tintes épicos que la prensa afecta a Sánchez contando cómo se enfadó, se levantó del Consejo, se fue. Cuentan esos mismos escribidores que el presidente tuvo que volver rescatado por Macron y Michel, que lo devolvieron a la reunión. Pero la clave no es otra que saber si en tres o cuatros semanas bajarán o no los precios de la energía. Si el presidente dice todo eso que cuentan en ese relato lacrimógeno que hemos leído es lo de menos. Le pagamos para eso.
Y Sánchez se levantó de la silla
Todo eso de que se levantó, de que se enfadó porque alguien filtraba desde dentro cosas que no había dicho; todo eso tan fragairibarne de dar un puñetazo en la mesa y abandonar la sala…Toda esa sobreactuación está por ver en qué queda. Llega un momento en el que las palabras, especialmente en boca de quien la retuerce y contamina, tienen el valor de una perra chica. En realidad, hoy martes no sabemos muy bien por qué lo que dice que ha conseguido no lo anunció hace un mes sin esperar al Consejo Europeo. No hay nada en los papeles que conocemos hasta ahora que se lo hubiera impedido.
Pero le han construido un relato, palabra abominable que de tanto sobarla no significa nada. Yo así no puedo seguir, dicen que dijo. Y entonces la presidenta de la Comisión se puso a llorar; el de Francia sufrió de sudores fríos, el alemán empezó a tartamudear y, aseguran, que el presidente italiano se acercó a él para decirle al oído: Antonio, Antonio, ¿no estarás exagerando? Sánchez se llevó a Bruselas el problema que aquí le estaba asfixiando. En realidad, así no podía seguir antes de coger el avión para irse al Consejo. Así estaba ya antes de que Putin entrar con sus tanques en Ucrania.
El nuevo catecismo: la moral de la utilidad
Con una huelga de transportistas sin solucionar. Con una ministra del ramo mínima e insuficiente, que ha demostrado que es imposible el salto natural del ayuntamiento de Gavá al paseo de la Castellana, allí donde está el ministerio de Transportes, antes de Fomento. Y con unos partidos, los agrupados bajó el alma de Frankenstein, que dan muestras de cansancio y exigen pasar ya de la moral a la utilidad.
Son tantos los argumentos, tantas las noticias que no podemos digerir, que una barbaridad como la que la semana pasada dijo Gabriel Rufián ha pasado inadvertida: dejemos la moral -si es que alguna vez estuvo en ella-, y ocupemos la utilidad. Este país está sobrado de gestos, de palabras vacías y disparates. Los españoles, algunos al menos, ya no pedimos que acierten, sólo que no engañen, que nos traten como adultos, y si después se equivocan ya veremos. Cierto, si no pueden ser morales prueben a ver si consiguen ser útiles.
A los consumidores les da lo mismo la letra pequeña de cómo vamos a comprar la electricidad a Francia o a otros países; como serán las subastas en el mercado europeo, cómo el prorrateo y cómo se topará el gas y a cuánto: ¿a 80, a 50 euros? Todo eso es muy prolijo para los españoles. Literatura política hueca para los muy cafeteros porque hasta donde sabemos, en el texto del acuerdo redactado tras el Consejo no hay no una sola referencia a la singularidad de España y Portugal. Ni una. Lo único que entendemos es la factura de la compañía eléctrica. Ahí, en ese momento sabremos lo bueno que es estar en la excepcionalidad.
Gasto público insoportable
Lo que el ciudadano tiene que saber es que, diga lo que diga Sánchez, si usted no es transportista, no tiene un taxi, un VTC, una furgoneta, una ambulancia o un autobús, usted se conformará con una subvención de 20 céntimos por litro. Los impuestos al combustible seguirán como están con el desacople del gas de la electricidad y sin él.
Y como la política además de propaganda es percepción, quizá haya llegado el momento en el que el Gobierno envíe un mensaje de austeridad y suelte lastre en su estructura. Es un verdadero contradios que mientras los ciudadanos pagan la comida, luz, el gas y la gasolina a precios nunca conocidos, el Gobierno de España tenga más ministerios que ningún otro en Europa, que en estos también somos una excepcionalidad sin necesidad de levantarse de mala manera de la silla del Consejo. Sobran ministros, y sobre todo -¡ay!- ministras, altos cargos y asesores. Y sin embargo me temo que nada de esto sucederá.
La cuestión es que Sánchez quiere seguir así y no de otra manera. Claro que puede seguir. Y quizá por eso, con un país tensionado con los precios, lo primero que hace el presidente es tomarse un café con los presidentes del Ibex 35, pobrecillos, los más necesitados. Primero se explica con los del Ibex, luego, ya habrá tiempo, irña al Congreso, esa sucursal que Moncloa tiene en la Carrera de San Jerónimo.
Leo El libro de Job, la parte en la que el hombre más paciente de del mundo expresa un deseo al que me apunto este martes con más necesidad que convicción: Post tenebras spero lucem: Después de las tinieblas espero la luz. Ya está tardando.