Opinión

España, sí. ‘Catadisney’, no

‘Catadisney’ es el parque temático en el que, según los secesionistas, se convertirá Cataluña tras la secesión de España. Un lugar mágico en el que todo será algodón de azúcar, risas y felicidad.

Los secesionistas catalanes se han inventado una doble realidad. Por una parte han creado un mundo idílico. Este paraíso en la tierra ha sido bautizado como ‘Catadisney’ por el portal de referencia del antiseparatismo, Dolça Catalunya. Es una Arcadia feliz en el que los catalanes, sean separatistas o no, al conseguir desligarse de España ven aumentada su renta de manera espectacular, la sanidad y la educación mejoran, como por arte de magia, y el planeta admira una zona del mundo con tanto talento y unos valores ejemplares. Es el país del helado diario de postre cada día y en el que el cáncer se cura de manera milagrosa. Es el Matrix de los independentistas, una patraña que solo busca manipular a centenares de miles de catalanes para que rompan sus lazos con el resto de españoles.

Un punto negro de una carretera que sea competencia del Gobierno central se convierte en un “España nos mata”

Por otra parte, han desarrollado una cara menos amable, la de acusar al ‘Estado español’ de todos los males y plagas que azotan Cataluña, sean reales o inventadas. Por supuesto, casi siempre son exageraciones o mentiras. Así, una serie de accidentes en un punto negro de una carretera que sea competencia del Gobierno central se convierte en un “España nos mata”. O las deficiencias de la red ferroviaria en un “España nos odia e intenta que no progresemos económicamente”. Que en Palencia o en Murcia las vías sean mejorables no es una agresión intolerable a los derechos humanos, es un tema a mejorar cuando las condiciones económicas lo permitan. En Barcelona o en Girona, y gracias a los secesionistas, roza el delito contra la humanidad.

El “España nos roba”, “España es una democracia de baja intensidad”, “No es corrupción, es una operación judicial contra las libertades del pueblo catalán”, “España nos mata destruyendo nuestra sanidad o con malas carreteras” y otras lindezas se escuchan continuamente desde las principales tribunas mediáticas catalanas. Cada día. Durante años. Moldeando la opinión pública. Intentado romper los lazos generando odio. Todo valía para que Jordi Pujol, primero, y Artur Mas, después, distrajeran la atención de las acusaciones de corrupción de su partido. Hasta una charlotada de consulta convertida en referéndum.

Se han inventado un enemigo exterior, un ente deleznable y monstruoso, un Estado opresor y liberticida que oprime, según ellos, al sufrido y ejemplar pueblo catalán

Por un lado, existe la construcción de ‘Catadisney’, el parque temático en el que, según los secesionistas, se convertirá Cataluña tras la secesión de España. Un lugar mágico en el que todo será algodón de azúcar, risas y felicidad. Intentan generar amor hacia su proyecto de ruptura de la convivencia con el resto de españoles vendiéndolo como algo muy deseable. Pero como no saben más que difundir odio, por otra parte se dedican a inventarse un enemigo exterior, un ente deleznable y monstruoso, un Estado opresor y liberticida que oprime, según ellos, al sufrido y ejemplar pueblo catalán.

Por eso, los separatistas consideran que recibir las iras de los catalanes que defienden la Constitución y la convivencia es un mérito que debe ser recompensado, dado que no son considerados ciudadanos de primera, sino ‘malos catalanes’, ‘traidores’ a los que hay que señalar y perseguir. La lista de señalados por el secesionismo ha sido muy larga. De ahí la profusión de listas negras de periodistas no afectos al independentismo o los ataques a los principales estandartes de la defensa de los lazos comunes entre catalanes y el resto de españoles. 

Como consecuencia de este deseo de conseguir la secesión al precio que sea se ha establecido entre los separatistas una vertiginosa competición para ver quién insulta más, o manipula mejor

Como consecuencia de este deseo de conseguir la secesión al precio que sea se ha establecido entre los separatistas una vertiginosa competición para ver quién insulta más, o manipula mejor. La posverdad que tan de moda se ha puesto con el Brexit y el triunfo de Donald Trump hace más de treinta años que se padece en Cataluña.  Los secesionistas son eficaces a la hora de trabajar para conseguir sus objetivos: premian a los suyos y no dudan en utilizar las arcas públicas para comprar voluntades. El dinero del que carecen los hospitales catalanes fluye sin cesar hacia todo tipo de labores de propaganda a favor de la secesión.

No hay periódico, digital, radio, televisión, editorial o activista patriótico que no reciba el correspondiente empujoncito económico para que siga trabajando, fielmente, a favor de la causa de la ruptura de la convivencia. Unos, los de ERC, porque son sinceramente secesionistas desde siempre. Otros, Mas y los suyos, para desviar la atención de sus negocios poco claros. Pero con un fin común: ignorar a la mayoría de los catalanes que siente que España es cosa suya. De ahí que sea más necesario que nunca dar la batalla de las ideas desde los medios de comunicación.

Es imprescindible la ayuda de los medios nacionales para desmontar el relato falso y manipulador de los secesionistas

Es imprescindible la ayuda de los medios nacionales para desmontar el relato falso y manipulador de los secesionistas. Por suerte, la colaboración es cada vez mayor y los catalanes que defendemos la buena armonía con el resto de españoles nos sentimos arropados por los compañeros de la prensa de toda España. Pero también se ha de conseguir incidir en el mapa de la prensa en Cataluña, creando nuevos proyectos. Y aquí necesitamos a empresarios valientes y a emprendedores con ganas de colaborar para que cada día haya más tribunas libres en las que se expliquen la verdad y se denuncie la falsa Arcadia feliz que venden los separatistas.

 

(*) Sergio Fidalgo Piña es Presidente del Grupo de Periodistas Pi i Margall

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