Opinión

"España no me roba"

El debate de investidura nos dejó muchas perlas, pero la que se lleva la palma es el ‘España no me roba’ de Gabriel Rufián

  • Gabriel Rufián en el Congreso

“España no me roba”. Para muchos españoles esta afirmación está clara, para otros muchos, como son los independentistas catalanes, España no solo nos roba, sino que nos roba mucho. Por ello, y porque es mentira me ha resultado gratamente sorprendente que el portavoz en el Congreso del principal partido independentista en Cataluña, ERC, haya afirmado algo tan real y tan simple, pero de tanto calado como: “España no me roba, España no me roba, me roba Rato, me roba Bárcenas, me roba Millet, me roba Pujol”. Cierto. Posiblemente, si investigamos, quien más ha robado a Cataluña han sido los que la han gobernado durante más de 20 años. Y que Gabriel Rufián lo diga es bueno para la política, para los nuevos tiempos y las nuevas maneras de hacer.

No hace falta comulgar con según qué ideologías para reconocer el mérito de algunos discursos escuchados en el Congreso; y el de Rufián es uno de ellos. Demostró humildad, altura de miras, puso encima de la mesa valores perdidos en política como la responsabilidad y el respeto, respeto al adversario, como debería ser siempre. Nos merecemos una oposición al Gobierno responsable; nos merecemos que la oposición sea vigilante y vele por la buena gestión del país, no con discursos vacíos de planes y bandas que nada tienen que ver con la realidad. Esta generación de políticos tiene una oportunidad histórica: hacer crecer a España sin ningunear ningún territorio ni ideología, con un sólido Estado del bienestar, sentando las bases de una democracia sólida.

Mejor que peor, los catalanes convivimos. Es una parte de la clase política a la que le va bien perpetuarse en el poder mediante la crispación y la involución

Los aires de que España roba a los catalanes hace mucho que se respiran y van calando y van haciendo mella en una sociedad como la catalana que necesita reconocimiento, empatía, diálogo y soluciones. Además de dinero. Reconocimiento porque una mitad quiere la independencia y la otra no; empatía porque solo a través de la empatía llegará la solución; diálogo porque sólo con el entendimiento avanzaremos y encontraremos soluciones, porque no basta con hablar y proponer: hay que actuar.

Ahora toca esperar la sentencia del procès. Y ¿luego? ¿Nuevas elecciones? ¿Y después? ¿Para cuándo resolver este problema político que no es de convivencia ni judicial si no político? Sánchez se equivoca en catalogar el problema catalán como un problema territorial y de convivencia. No es así. Los catalanes convivimos, los unos y los otros, pero lo cierto es que hay una clase política a la que le va bien perpetuarse en el poder mediante la crispación y la involución. Este debate de investidura nos deja muchas perlas dignas de inmortalizar en el diario de sesiones porque no es solo lo que se dice, sino quién lo dice. Iglesias con eso de “no es un gobierno de lentejas”; Casado con lo del “elefante morado con lazo amarillo”; y Rivera desde la bancada de ciudadanos con un “no te enteras” que le espetó a Sánchez. Pero el que se lleva la palma de oro es Rufián: “España no me roba”. Acabásemos.

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