El líder del PP ha salido esta semana, cada siete días tiene una ocurrencia, con que Pedro Sánchez no es quién para presionarle con que apoye los Presupuestos Generales del Estado y que a él solo le presiona España. No sé cuánto paro, caída del PIB, contagiados por la covid-19 y sectores productivos en crisis necesita para notar esa presión. En la mayor crisis desde la guerra, con bajadas de dos cifras en casi todos los indicadores macro, Pablo Casado no siente la presión de España para poner lo mejor de sí mismo e intentar alcanzar un acuerdo. Así lo dijo el pasado martes tras el Consejo de Dirección de su partido.
A Pablo Casado no le presionan los 525.000 parados más que hay desde hace un año. Ni los cientos de miles de trabajadores afectados por un ERTE. Al presidente de los conservadores no le afectan las empresas que cierran, ni un sector turístico cerca del colapso. No siente el aliento de los autónomos que necesitan ayudas y proyectos. Ni de las grandes empresas, que requieren de inversiones en infraestructuras. Ni oye el sentir de los miles de colegios, muchísimos de ellos gestionados por su partido, que no tienen recursos adecuados para la vuelta al cole. No siente que la Sanidad, después de tantos recortes, necesita respirar y ponerse en el centro de las políticas públicas.
Él prefiere que los Presupuestos se prorroguen, que no haya consenso. Pablo Casado se ve incapaz de poner a Sánchez contra las cuerdas para obligarle al pacto, para retratar sus contradicciones y decide que su batalla es la cómoda, la que tomaría un vago: no intentarlo. Practica un auténtico juego de trileros en el que quien pone el tiempo, la esperanza y el dinero son los españoles que hasta hace poco pagaban sus impuestos y dentro de poco, a este paso, necesitarán el ingreso mínimo vital.
La reunión del Ibex
Parece que al que se llama líder de la oposición no le presiona la empresa. La presencia de Ana Patricia Botín (Santander), José María Álvarez Pallete (Telefónica), Carlos Torres (BBVA), Florentino Pérez (ACS), José Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola) o Pablo Isla (Inditex) en La Moncloa este lunes para escenificar la necesidad de unidad de acción frente a los devastadores efectos de la pandemia no le presionan a Pablo Casado. Qué sabrá el Ibex 35 de estas cosas.
A Casado no le afecta que la presidenta del Santander, primera entidad financiera de España, dijese que “es fundamental que trabajemos todos juntos, como ya hemos dicho muchas veces. Es un reto, pero también una gran oportunidad de reconstruir todos juntos una economía más sostenible”. Esta frase no supone para el Partido Popular ningún tipo de alerta a la que haya que prestar atención.
El retorno al pasado
Que el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, haya pedido 'consenso' para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2021, ya que eso daría una más que necesaria “credibilidad” a una economía española en barrena por los efectos del SARS-CoV-2 no parece que sea del interés o incumbencia de Pablo Casado. Que el órgano regulador de las finanzas nacionales asegure que ese consenso es imprescindible para conseguir “unos cuantos trimestres de crecimiento robusto” para salir del agujero no es presión para el líder popular.
Qué le importa a él España si no es quien la preside. Así ha sido el ‘modus operandi’ del Partido Popular desde 1990, cuando desaparecieron de la formación conservadora las 'tutelas y tutías' de Manuel Fraga para encumbrar a José María Aznar. Por cierto, ‘la tutelas y las tutías’ han vuelto treinta años después precisamente al despacho noble del aznarista Casado en Génova. Con esa influencia ha vuelto el PP del Prestige, del Yak-42, del todo es ETA o de las mentiras del 11-M. El PP que pierde elección tras elección porque abandona el centro del tablero en el que, como en el fútbol, es donde se ganan los partidos.
Pero Sánchez es el presidente del Gobierno que ha elegido la mayoría de los españoles, no es un matiz menor, en una época en la que tenemos que reconstruir el país
Reconozco que pactar con Pedro Sánchez ni es trago dulce ni operación sencilla. Sentarse con un hombre que ha destrozado el PSOE histórico y ha cambiado la socialdemocracia por el sálveme yo y que tú tengas suerte; que confunde los valores de una izquierda moderna, progresista, centrada en los derechos de la clase media y las oportunidades de los más desfavorecidos con la política panfletaria de la neoizquierda feng-shui; cuyo único destino en el mundo es seguir en La Moncloa mintiendo a quien haya que mentir… Pero Sánchez es el presidente del Gobierno que ha elegido la mayoría de los españoles, no es un matiz menor, en una época en la que tenemos que reconstruir el país por la crisis sanitaria internacional. Y es con él, porque tiene la legitimidad absoluta que le da la democracia, con quien hay que sentarse a negociar, discutir y pactar. La política es precisamente eso y así lo ha entendido Inés Arrimadas, la antes deidad y ahora ‘femme fatale’ de la caverna.
La labor de un líder de la oposición debe ser condicionar al gobernarte, evidenciar sus contradicciones pero no impedir su gobierno. Porque con ello lo que se provoca es la parálisis de un país. Ese es el trabajo de Pablo Casado en estos momentos y no otro. Jugar a desestabilizar, a romper, a desgastar buscando un beneficio personal no debería estar entre sus prioridades como no lo está en los partidos serios de oposición de ningún país de la OCDE. Trabajo y seriedad. No debería ser pedir tanto.