Opinión

Falta un líder de la resistencia

La ola de indignación que barre España busca líder. Alguien que canalice el rechazo, que dirija la batalla democrática y que una a quienes leg

  • Vista aérea de la manifestación. -

La ola de indignación que barre España busca líder. Alguien que canalice el rechazo, que dirija la batalla democrática y que una a quienes legítimamente se sienten traicionados por un Gobierno que vende como concordia leyes que son en realidad la mayor ráfaga de balas disparadas contra la igualdad de todos los españoles en las últimas décadas.

Ese liderazgo no ha aparecido. En 2017, el rey Felipe VI fue el encargado de agarrar esa bandera en un momento crítico del procés. Su discurso del 3 de octubre despertó de la parálisis a las instituciones y a una sociedad que asistía incrédula a lo que sucedía mientras el Gobierno le decía en prime time que el 1 de octubre no había habido un referéndum.

Las acciones de la Generalitat, manifiestamente ilegales, facilitaron la intervención del monarca. La situación es muy diferente ahora. Felipe VI hace bien en mantenerse al margen. La amnistía está impulsada por el Gobierno de la Nación y la mayoría parlamentaria que lo sustenta. Y el Rey no debe elegir lado en el muro de Sánchez, sino contribuir a derribarlo como figura en la que todos puedan reconocerse al margen de bandos.

Un solo líder, resistencia en muchos frentes

A partir de ahí están los partidos políticos. Ni PP, ni Vox han encontrado la manera de encabezar la resistencia. Juegan un papel importante, pero Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal están lejos de aglutinar ese liderazgo entorno a sus respectivas figuras, porque están más preocupados por su cuota. Por supuesto comparten diagnóstico sobre la cacicada de Sánchez, pero se les ve quizá más preocupados, de momento, por no perder el pulso a la indignación.

En 2017, ese liderazgo recayó en Albert Rivera e Inés Arrimadas. Arrasado Ciudadanos y con sus referentes fuera de la política, surgirán otros. Y ahí será clave una buena acción parlamentaria tanto en el Congreso como en el Senado; sobre todo el Senado. Es la fuerza de los hechos y acciones que surten efecto -y no querellas que son brindis al sol- lo que construye a los líderes.

La batalla se presume larga en la defensa de la igualdad de todos los españoles. Y no todos los actores serán políticos. La resistencia se librará en muchos frentes. Los jueces, por ejemplo, tendrán mucho que decir ante la situación inédita de esta amnistía inexplicable. Algunos han empezado a mostrar que no están dispuestos a dar su brazo a torcer. El juez Manuel García Castellón ha dado los primeros pasos para elevar un caso como el de Tsunami, que puede anular la amnistía, a instancias europeas.

Bruselas será otro de los escenarios de la batalla. La Unión Europea puede influir. Como ocurrió en Cataluña en 2017, las instituciones del Estado saben activar los mecanismos necesarios para defender la democracia. La complejidad añadida de 2023 es que el punto de ruptura viene del Poder Ejecutivo y el Legislativo.

El reto es colosal. Y no será fácil. Por eso hace falta entender que la calle, necesaria para canalizar la indignación popular, es solo una de las partes de esta lucha. Otro escenario. Y no el más importante. No ha aparecido todavía el líder entorno al que reunir a esa parte mayoritaria de la sociedad que se opone a la amnistía. España busca líder para la resistencia.

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