Opinión

Feijóo: ¿quién dijo pánico?

Todavía se escuchan en Génova algunas voces templadas que se expresan con la serenidad con la que John Wayne aprieta el gatillo para coser a balazos a Liberty Valance. "No es grave, esto es pasajero". Son las menos porque

  • Alberto Núñez Feijóo durante el mitin de este martes en Valencia -

Todavía se escuchan en Génova algunas voces templadas que se expresan con la serenidad con la que John Wayne aprieta el gatillo para coser a balazos a Liberty Valance. "No es grave, esto es pasajero". Son las menos porque en el PP ha cundido la alarma en forma de pavor apocalíptico. Al pobre Feijóo no le dejan respirar. Apenas pudo descorchar el champán tras su éxito del 28-M -el malvado Sánchez convocó a las urnas- y, ahora, ni siquiera puede enfilar estas fechas preelectorales con la quietud necesaria para desplegar pausadamente sus planes. Todo es María Guardiola y revuelo de pactos, un maldito quilombo consecuencia del amateurismo y la soberbia de algunos de los protagonistas.

Se ponga como se ponga, Sánchez nunca jamás logrará alinear los apoyos suficientes para repetir su Frankenstein y mantenerse otro cuatrienio en la Moncloa

Lo de siempre en el PP. Al menor contratiempo se suceden los mismos reproches e idénticas jaculatorias: "Falta de liderazgo", "los sorayos que no cesan", "las dos almas del partido", "y a todo esto, ¿qué dice Aznar?" Parecía que, con la abrupta salida de Casado, todo había vuelto a la normalidad. Se reajustaron piezas, se renovaron equipos, se modularon las formas, se variaron los objetivos. Un partido dispuesto a recuperar el poder. Hasta se dio con un lema ganador: "Derogar el sanchismo", que tanto daño causó en las filas enemigas, hasta convertirse en una obsesión. El líder socialista lo manosea y desprecia en sus intervenciones por las teles con tanto empeño que ya lo ha hecho suyo, como el Falcon o el colchón.

Un espejismo. La derecha vuelve donde solía, a las dudas, cuchicheos de corrala, rumores de vecindona. Una apoteosis de necedad rebatible con un mínimo esfuerzo de reflexión. Cierto que no entraba en los planes de los estrategas del PP el sustituir a Bildu por Vox como eje central de la campaña. Que no se contaba con la aparición de un caso Guardiola. Que nadie preveía un episodio tan desabrido fruto de la ineptitud. Pero de ahí a sumergirse en la desolación y el espanto hay un mundo.

Toca ahora recomponer el rigodón extremeño, relanzar el diálogo y atar el consenso. En ello están. Mientras tanto, se avanza en Aragón y Baleares, al estilo Comunidad Valenciana, sin choques ni exabruptos, lo adecuado para aterrizar en el 23-J con el ánimo templado y la moral de victoria. Resulta absurdo que mientras en el PSOE se cruzan apuestas sobre el nombre del delfín de Sánchez, algunos dirigentes populares se empeñen en abrazarse a la polémica o la desventura. Son tan zoquetes que parecen incapaces de entender que el único objetivo es desalojar al gran narciso del sillón de la Moncloa.

A Sánchez se le pone el pelo panocha, abducido por el trumpismo, y tan sólo acierta a cacarear su tediosa letanía contra "la derecha política, económica y mediática" en un bucle estomagante y obsceno

El líder del PP no aparece inmutarse ante estas turbulencias internas. "Cuanto menos sentido tenga, mejor", piensa con el protagonista de Todo a la vez y en todas partes. Reconoce que lo de Guardiola se les fue de las manos pero mantiene firme sus compromisos y su calendario. "Respetaremos el deseo de cambio de los españoles". Facilitará gobiernos "proporcionados a las urnas". Toma nota, Vox. El líder gallego presentó el domingo su proyecto de familia. El lunes, el económico, que tanto le reclamaba Nadia Calviño. Un paquete sensato y ambicioso, con reducción IRPF a rentas inferiores a 40.000 euros (toda España casi), Plan Renove del turismo, mochila austríaca, guerra al okupa, control de fondos europeos, consolidación de títulos profesionales foráneos y prolongar las nucleares, entre otras medidas de perentoria necesidad. Este martes, el de Sanidad. Mientras tanto, a Sánchez se le pone el pelo panocha, abducido por el trumpismo, y tan sólo acierta a cacarear su tediosa letanía contra ´la derecha política, económica y mediática" en un bucle estomagante y obsceno.

En este panorama llegan las encuestas del fin de semana y los medrosos espíritus populares se echan a temblar. ¡Bajamos 0,6! ¡Qué horror, directos al precipicio!. Este coro desafinado apenas permite escuchar esas voces de la sensatez y la prudencia que contemplan el escenario con mayor tranquilidad y perspectiva. Incorporan datos cruciales y llegan a conclusiones más reales. Como que el bloque de la derecha se mantiene en el entorno de los 180 escaños, que el PP conserva una fidelidad del 90 por ciento de su voto, que el PSOE tan sólo recupera un par de diputados y que Sumar es un cachivache que no cotiza más allá de los 25. Se ponga como se ponga, Sánchez jamás logrará alinear los apoyos suficientes para repetir su Frankenstein y atornillarse otro cuatrienio en la Moncloa. Ah, pero ¿cuántas papeletas podremos arrancarle al PSOE si seguimos emparejados con Vox?, cuchichean algunas ratillas que brujulean por los zaguanes de Génova. Es entonces cuando, con toda amabilidad, se les envía a escudriñar el Algoritmo de la Trayectoria Estocástica (la variante de escardar cebollinos en el metaverso) y se les recuerda lo que le ocurrió a Ciudadanos por obsesionarse con la centralidad y otras pejiguerías. ¿Quién dijo pánico?

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