Conviene evocar aquí y ahora, sin restar un ápice del autoritarismo que rezuma, aquella mítica frase pronunciada por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero mientras asaltaba el Congreso pistola en mano el 23 de febrero de 1981. Su televisivo “¡quieto todo el mundo! ¡Al suelo!” daría la vuelta al planeta en cuestión de minutos, para oprobio de la entonces joven democracia española.
Tan carpetovetónico exabrupto culminaba -luego se supo- un lustro de conspiración en la cafetería Galaxia, nombre muy de la época, a juego con el entonces mítico guerrero del lado oscuro cinematográfico Darth Vader que acaba de dejarnos esta semana. Años de ilusión, de movida, y también de mucho miedo e incertidumbres los finales 70; por qué no reconocerlo.
Años de ruido de sables, de reuniones extrañas entre políticos y militares en La Zarzuela y fuera de palacio con el hoy exiliado en Abu Dhabi Juan Carlos I o sin él, de pronunciamientos militares como los que tanto habian lastrado nuestro siglo XIX y dando paso al dramático XX; en definitiva, años de entradas y salidas de los más variopintos personajes en la conjura que se preparaba contra un Adolfo Suárez a quien su Real patrocinador y los uniformados habían puesto la proa y no sabían cómo quitárselo de en medio.
Con semejante antecedente, huelga explicar cuatro décadas después por qué hemos de contener la respiración cuando 73 generales y militares de alta graduación -en la reserva, sí, pero con esposas, hijos uniformados y entorno jaleándoles- dirigen una carta al jefe de Estado de la cuarta economía del euro para hacerle ver el "deterioro" de la situación política... Si se han atrevido, como diría mi compañero de columna, el maestro Miguel Ángel Aguilar, es que, seguro, se dan otra vez condiciones de presión, humedad y temperatura para que los pescadores en río revuelto que en España nunca faltan vuelvan a las andadas.
Si fuera Felipe VI encargaría un tapiz con otro “Quieto todo el mundo”, más democrático, a la vista de aquel que osara susurrarme "que-mal-va-todo-Majestad-hay-que-hacer-algo-que-Sánchez-nos-lleva-al-abismo"
Por eso, si yo fuera un Rey al que a veces llegan cartas -cantaba Julio Iglesias- raudo tomaría prestado el “¡Quieto todo el Mundo!” de Tejero, le quitaría la admiración cuartelera y encargaría a la Real Fábrica de Tapices confeccionar uno con la imagen de las Cortes y la frase de marras a modo de leyenda; democrática esta vez. Ordenaría colocarlo a mi espalda en el despacho de La Zarzuela, en lo alto, a la vista de todo aquel que osara entrar a susurrarme que-mal-va-todo-majestad-hay-que-hacer-algo-que-Sánchez-nos-lleva-al-abismo. Se lo señalaría en silencio... para que sepa a qué atenerse, que hay silencios y miradas regias que confunden.
Si parece alarmista con la propuesta, juzguen ustedes leyendo la espléndida crónica de Antonio Rodríguez y Gonzalo Araluce en la que, cuentan, los firmantes a punto ha estado de hacer que la Corona bordeara el abismo de la legitimidad: al parecer, un primer borrador de la misiva "sugería" la imposible complicidad regia, pero, atinadamente, los jubilados ya sin uniforme debieron sopesar el tremendo lío en el que estaban metiendo al monarca y corrigieron a ultimísima hora; que no es cuestión de que haya otro elefante blanco para la historia en los libros de texto de la ministra Celaá.
Nos guste o no, Majestad, excelentísimos señores, deben entender esto: apoye Bildu o no el Presupuesto 2021, siga ERC su cruzada contra el castellano -con Gabriel Rufián cual Robin Hood fiscal pelín sobreactuado contra Madrit-, incluso siga Pablo Iglesias luciendo un moño que, lo sé, no pasaría ninguna revisión de policía indumentaria en sus cuarteles... el de Pedro Sánchez es un Gobierno legítimo salido de unas elecciones legítimas que solo puede ser cambiado en otras elecciones legítimas. Cuando las convoque... él, no el Rey. Métanselo en la cabeza.
Ninguna firma de un general, almirante, coronel o teniente coronel vale más que el voto de cualquier español... y Felipe VI, en tanto se está utilizando su figura de forma espúrea, tiene la obligación de distanciamiento en cualquiera de sus próximas apariciones; porque, si no, acabará dando la razón a quienes, como Iglesias, intentan imponer la idea de que el Rey lo es solo de los militares y de esa mitad de España que vota centro derecha.
Si algo ha hecho bien Felipe VI en estos seis años es no ‘borbonear´, ya saben, esa práctica de halagar los oídos de un pueblo y unas élites adictas al falso ˋcampechanismo‘... Así que está tardando en desmarcarse
Si algo ha hecho bien el inquilino de La Zarzuela en estos sus seis años de reinado ha sido no borbonear, ya saben, esa práctica de halagar los oídos de un pueblo y unas élites adictas al falso campechanismo que terminó con tantos antepasados suyos en el exilio... (¡qué feo es señalar!). Ahora le queda demostrar con hechos -en su caso, palabras- que tampoco deja a nadie borbonear en su nombre, por mucho que sean compañeros de armas. Está tardando en romper su silencio con una palabra, un titular o un gesto.
Está sobradamente preparado para ello. Lleva varios años jugándose mucho en cada envite y a fé que ha tenido varios complicados, incluido un intento de secesión en Cataluña. En juego, su supervivencia y la de la futura reina, su hija Leonor, si me apuran. Basta con seguir representando el papel de mínimo común denominador de la mayoría silenciosa que abomina de los salvadores de la patria uniformados y de los otros, ya saben, los de la "república plurinacional" que ni está ni se la espera, a tenor de sus menguantes resultados electorales en los últimos cinco años.
Hacerlo le llenará, además, de argumentos para exigir al inquilino del otro palacio, el de La Moncloa, menos pronunciamientos por escrito del PSOE apoyando la monarquía parlamentaria que se dieron los españoles cuando aprobaron la Constitución de 1978, y más acciones concretas en defensa del titular. Por ejemplo, saliendo en el pleno del Congreso a replicar a Rufián a Bildu o a las CUP cuando ataquen al jefe del Estado; no dejarlo en manos de Vox y sus "¡viva el Rey!" que han acabado como han acabado: con decenas de militares firmando una carta en la que se dice que la coalición Sánchez/Iglesias es "un peligro".