Opinión

Félix Bolaños: el último artefacto sanchista

El teléfono de Marruecos aún resuena. El cabreo de Prisa por lo de Garrigues todavía retumba. Últimas pifias de Bolaños cuyo tiempo se agota

  • El ministro de Presidencia, Félix Bolaños y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. -

Frecuenta el animalario político un espécimen, de ineptitud coriácea, que logra encaramarse en altos peldaños de responsabilidad ante el pasmo y la incredulidad de sus congéneres. ¿Y este tío, cómo ha llegado hasta allí? Misterios de la cosa pública. Puede ser por razones de cuñadismo, de partidismo, de cuota o, sencillamente, de carambola. Uno de los casos más notables fue aquel Julio Rodríguez que, en las postrimerías del franquismo, resultó nombrado ministro de Educación ante la general sorpresa. Se conoce que en la lucecita de El Pardo bailaron los nombres. Se pretendía a Julio Rodríguez Villanueva, científico y académico de relevancia internacional (otras versiones mencionaban a Luis Sánchez Agesta) y alguien marró al ponerlo en el papel. Igualito que Peter Sellers en El guateque.

El Julio Rodríguez fake no solo resultó un error sino que se tornó pesadilla. Sin asumir que su designación se debía a un despiste administrativo imposible de remediar y que, por lo tanto, mejor sería pasar inadvertido, hizo todo lo contrario. Promovió un radical vuelco en el calendario escolar. Alineó el curso lectivo al año natural, las clases empezaban el 7 de enero y los exámenes finales se hacía en diciembre poco antes de Nochebuena. El experimento duró unos meses. El malestar fue tan superlativo que casi acaba con el Caudillo antes de tiempo. No se ha conocido desastre mayor en el territorio educativo hasta que Isabel Celaá sentó sus posaderas en el severo edificio ministerial de la calle de Alcalá.

Inútiles de toda condición situados en altos cargos pululan por doquier. Desde aquel necio de David Cameron, que dejó cojitranca a la UE, hasta la recién dimitida Jacinda Ardem, de ignorancia oceánica, que casi se lleva a Nueva Zelanda por delante. Ambos casos están justificados puesto que fueron colocados en sus respectivas peanas en sendos delirios electorales. Lo de Félix Bolaños es otra cosa. Abogado laboralista, carguito inflado en el BdE, sindicalista de vocación, cucañero en Ferraz, se ha convertido en el número dos de Moncloa sin que apenas alguien de su entorno y de sus siglas sean capaces de colegir el motivo. ¿No había otro? ¿Está todo tan mal? ¿Conocerá algún secreto? La respuesta es fácil. Merodeaba por allí cuando los Migueles visitadores (Barroso y el otro) convencieron a Sánchez para defenestrar a Iván Redondo, el gran gurú que se creyó Talleyrand y ahora pace en la cochiquera de Godó. "Tarde o temprano, los espíritus mediocres se sitúan en la cúspide del Estado", advertía Tucídides.

Los 'koalas' de Presidencia, Óscar López y Antonio Hernando, pugnan por su silla. Gran pelea en las zahúrdas del poder

Bolaños está amortizado desde septiembre. No se procedió a su relevo porque sobrevino la crisis de Adriana Lastra y Sánchez tuvo que aplazar sus planes. El ministro multiusos teme que ahora, con el baile de cambios de las municipales (Carolina Darias vuelve a su isla, de donde nunca debió salir; Reyes Maroto ha sido relegada a las listas de Madrid) su continuidad esté en peligro. Los 'koalas' de presidencia, Óscar López y Antonio Hernando, pugnan por su silla. Gran pelea en las zahúrdas del poder. "No hay nada que fatigue más, que enerve más, que destroce más, que tener que luchar siempre por conservar el cargo". Pla.

El fontanero supremo monclovita exhibe estos días signos de alarmante fragilidad. Su trayectoria plagada de desaciertos amenaza ya naufragio. La penosa campaña electoral contra Ayuso. El escándalo Pegasus y sus réplicas marruecas, una hace apenas dos días. El abismo de la reforma laboral, salvada in extremis por aquel diputado Casero, el Ignatius Reilly de la derecha. La chapuza de la renovación del CGPJ. La endiablada deriva de la sedición y la malversación, de consecuencias aún por concretar. Como ministro de la Memoria paleolítica, anduvo a las trompadas con su homóloga Pilar Llop, por retirar de las paredes del Ministerio de Justicia el retrato de Garrigues Díaz Cañabate por 'franquista'. Con Prisa hemos topado. El fantasma de Polanco se ha revuelto en su tumba. El torpe edecán del cesarín presidendete se la tuvo que envainar.

Los fusibles de Sánchez

Bolaños está aterrado. Le aterra la imagen de decenas de violadores y pederastas beneficiados por la ley Pam. Así lo confesó en lo de Ana Rosa, entre ostensibles balbuceos y con tono de haber saqueado la caja de las galletas. Hablaba de los violadores libres pero quizás pensaba en su futuro, un estrépito de incertidumbres. "Estoy lleno de fisuras, pierdo por todos lados". Terencio.

Está sentenciado. Dos factores le salvan por el momento. La inminencia electoral y la flácida estructura de la cúpula de Moncloa. Tras fumigarse a Carmen Calvo y a José Luis Ábalos, Sánchez se quedó sin vicepresidente político y sin pararrayos. Bolaños no da para tanto. Redondeó la operación de los restos de Franco y, desde entonces, su declinar se precipita. Adicto a la trola, yonqui de la mentira, abonado al sectarismo, no logra desenvolverse en el territorio de la mentira con la habilidad de su jefe, máximo virtuoso en la especialidad. Cuando caiga, que caerá, ya falta menos, la gente se preguntará: ¿Pero en verdad estaba ahí Bolaños? Es, como el socialismo de la serie croata, el último artefacto sanchista.

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