“Éramos pocos y parió la abuela” es la frase que se me viene a la cabeza cuando en mitad de una crisis económica, política e institucional como la que está viviendo España tenemos que discutir sobre si los niños tienen pene, vagina, los dos o ningune. Me contemplo con perspectiva e imaginación y no puedo dejar de pensar que estoy en medio de un sketch de Monty Python en lugar de escribiendo una columna sobre opinión en un periódico nacional. Esta asociación mental no es casual, no hace falta ser Freud para entender por qué he pensado en los humoristas ingleses y no en Dalí o en José Mota. La película La vida de Brian es toda ella una premonición descacharrante de lo que sería la política hoy. Cada 12 de octubre, con su cansino e ineludible “nada que celebrar”, recuerdo ese momento en el que el líder del Frente Popular de Judea repasa las afrentas recibidas por los romanos, preguntándose retórica e irónicamente qué han recibido a cambio. Sus compañeros comienzan a enumerar los beneficios hasta que los acalla diciendo con desprecio:
-Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¡¿qué han hecho por nosotros los romanos?!
-Nos han dado la paz…
-¿La paz? ¡Que te folle un pez!
Y he ahí el resumen de la cuestión, que las luchas que abandera la progresía son un objeto en sí mismo, la reivindicación por la reivindicación, el sistema es la lucha y la lucha es el sistema, pues el objetivo no es otro que “la negación de la totalidad” que propusiera Marcuse, mentor de los estudiantes de mayo del 68, abuelos de los revolucionarios de salón de ahora. ¿Qué podía esperarse de consignas como “Olvidaos de todo lo que habéis aprendido, comenzad a soñar”, “La pasión de la destrucción es una alegría creadora”, “Mis deseos son la realidad”, “Abajo el socialismo realista, viva el surrealismo”, “Tomad vuestros deseos por realidades”, “Seamos realistas: ¿pidamos lo imposible”, “La imaginación al poder”? De estos polvos, estos lodos, de estas consignas, la Ley Trans que ha terminado por escindir al feminismo intra gubernamental en dos. El PSOE ha andado purgando feministas “tránsfobas” (por comprar vocabulario ajeno) pero al final detuvo, con los votos del PP, la aprobación de la famosa ley. Podríamos volver a La vida de Brian y establecer de nuevo una analogía con la escena en la que uno de los revolucionarios de judea manifiesta su deseo de ser mujer porque quiere ser madre. Respuesta del líder:
-No es que te oprima, Stan, es que no tienes matriz. ¿Dónde vas a gestar el feto? ¿Lo vas a meter en un baúl?
-Chicos, tengo una idea. Estamos de acuerdo en que Stan no puede parir por no tener matriz, lo que no es culpa de nadie, ni siquiera de los romanos. Pero sí puede tener el derecho a parir.
-Buena idea, Judit -tercia otro-, ¡lucharemos contra el opresor por tu derecho a tener hijos, hermano! Digo, hermana…
-¡¿Y de qué sirve defender su derecho a parir si no puede parir?!
-¡Es un símbolo de nuestra lucha contra la opresión!
-Es un símbolo de su lucha contra la realidad.
El presidente juega al escondite con su votante, transmutándose en Pablo Iglesias cuando intuye que le conviene o retractándose cuando es consciente de que el tema transexual puede traerle más problemas que ayuda
Cualquiera diría que el PSOE, en último momento, ha decidido desistir de aquello de luchar contra la realidad y de confundir al opresor con ella, como hace Irene Montero. Y, en efecto, en esto anda Sánchez, pero no es la realidad biológica lo que le ha hecho dar marcha atrás sobre sus pasos, sino la electoral: por más que ponga a Tezanos a cocinar, las urnas acabarán imponiéndose en breve. El presidente juega al escondite con su votante, transmutándose en Pablo Iglesias cuando intuye que le conviene o retractándose cuando es consciente de que el tema transexual puede traerle más problemas que ayuda.
Y en esas estamos: Podemos como la versión española del Frente Nacional de Judea, tildando de opresor, fóbico y fascista a todo aquel que se sale un poco del ideario, y a Pedro Sánchez haciendo malabares para intentar salvar la(s) papeleta(s), que es lo que mejor se le da. Dentro de lo deprimente y delirante que es la situación podemos extraer el lado positivo al asunto y apostar sobre qué traición, retractación u ocurrencia nos entretendrá en unos días. Hagan juego.
Ritor
Ya tardan en prohibir la Vida de Brian. Excepcional sra.Gumpert, gran artículo.
Wesly
Muy cierto, Mariona. El problema es que las charlas destertillantes de los revolucionarios iluminados de La vida de Brian no tenían consecuencias para el resto del personal. En nuestro caso, a estos iluminados que nos desgobiernan nos obligan a pagarles abultados sueldos y escandalosos privilegios, y las consecuencias de la posible aprobación de semejante ley pueden ser devastadoras para la salud física y mental de muchas personas.