Opinión

Fernando Savater, la minera de Mieres y los espejismos de la censura

Solo hay una forma de defender la libertad de expresión: luchar por los contenidos que detestas que circulen

  • El filósofo Fernando Savater -

En los últimos días, hay quienes han intentado caracterizar el despido de Fernando Savater por El País como un acto de censura. Diría que no lo es: el discurso público del filósofo era legítimamente duro contra su propia cabecera, lo agitó en medios de la competencia y además su último libro (Carne gobernada) no hacía prisioneros al hablar de los defectos del diario tras el sanchismo (no se salvan de los dardos directivos ni compañeros). Por suerte para todos, gracias a sus méritos y a la intensa conexión con el público, Savater es hoy alguien incensurable, ya que tenemos un frondoso ecosistema mediático donde siempre encontrará buen acomodo. Es algo por lo que debemos felicitarnos. El autor de Ética para Amador, La aventura de pensar y Solo integral -entre muchos otros títulos- tiene un alcance cultural que PRISA no puede condenar al silencio.

Dicho esto, existe en España un problema con la cancelación de contenidos, que tiene todas las papeletas para ir a más. Me refiero intento de usar la lucha por la libertad de expresión con fines meramente partidistas. Nuestro ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha prometido una Dirección General de Derechos Culturales, con especial atención a combatir la censura. El camino al que aspira está claro, ya que ha felicitado de manera pública a Rocío Antela, concejala de cultura de Mieres -y exminera- que ha programado en el municipio asturiano un ciclo titulado Caja de Resistencia, que acogerá todos las contenidos a los que Vox ha mostrado rechazo (desde la obra de Paco Bezerra sobre Santa Teresa hasta el clásico de Virginia Wolf Orlando, pasando por la película infantil Lightyear, entre otros). El ciclo no puede ser más tramposo ni más estéril, ya que intenta transmitir la idea de que solo la derecha hace presión contra los contenidos que le disgustan, cuando la izquierda actúa igual o peor.

¿Qué posibilidades existen de algún día Urtasun defienda el derecho a circular de una idea con la que no está de acuerdo?

Los ejemplos sobran, solo en los últimos años. ¿Va a invitar Antela a que den una conferencia José Errasti y Marino Pérez Álvarez, censurados numerosas veces por su ensayo Nadie nace en un cuerpo equivocado? El rídiculo del progresismo en este caso es internacional, ya que el parlamento francés invitó a Errasti para escuchar sus objeciones antes de redactar la ley trans gala. ¿Incluirá el ciclo de Mieres a Juan Manuel de Prada, vetado en la Librería madrileña Traficantes de Sueños, a pesar de haber sido invitado por el prestigioso intelectual marxista Santiago Alba Rico? No hablamos de un espacio cualquiera, sino de un semillero de altos cargos del ayuntamiento de Manuela Carmena. ¿Contratará Mieres una obra de teatro de Toni Cantó? Sabemos que la implacable cancelación feminista del actor llegó al extremo de incluir una campaña de presión para que se retirase cualquier foto suya que pudiera haber en los pasillos de los teatros de toda España.

Libertad de expresión

Además tenemos la continua torpeza de la izquierda a la hora de analizar la música popular latina, que les ha llevado a varias situaciones ridículas. ¿No recuerda nadie ya que el progresismo feminista censuró un concierto de C. Tangana en Bilbao en el verano de 2019? ¿Qué Comisiones Obreras y Podemos Galicia presionaron a TVE en enero de 2022 para que se anulase la victoria de Chanel en el Benidorm Fest y no pudiese representar a España en Eurovisión? ¿Que el Huffington Post impulsó una campaña en 2016 para impedir que Maluma obtuviese cualquier contratación pública o aparición en medios del Estado? La Dirección General de Derechos Culturales tiene tanto o más trabajo por la izquierda que por la derecha, aunque de Ernest Urtasun solo puede esperarse poner los recursos de todos al servicio de su tribu política.

Tras muchos años trabajando en secciones de Cultura, mi conclusión es que en este tipo de debates es donde más brilla la grandeza de los principios liberales. Y no me refiero a declaraciones abstractas, sino a luchas concretas en el barro. Por ejemplo cuando Luis María Anson defendió desde sus tribunas que había que oponerse al cierre del diario Egin y de la revista cultural Egunkaria, por mucho que le repugnasen sus posicionamientos. Como dijo Noam Chomsky, un liberal de izquierda, “si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos no creemos en ella en absoluto”. Chomsky demostró su compromiso al negarse a demandar en 1979 a Robert Faurisson, un negacionista del Holocausto que había colocado un texto del profesor anarquista como prólogo de su panfleto cuestionado los millones de muertos en las cámaras de gas. ¿Qué posibilidades hay de algún día Urtasun defienda el derecho a circular de una idea con la que no está de acuerdo?

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