Reconozco que Fernando Simón no me cae especialmente mal, ni tengo motivos fundados para sospechar que sea un ser perverso con oscuras intenciones, como muchas veces es dibujado en las redes sociales por una buena parte de nuestra derecha más inquisidora. A mi me recuerda a un híbrido entre el Willy Wonka de Gene Wilder, Rick Sánchez -de Rick y Morty-, la bacteria malvada de Érase una vez el Cuerpo Humano y el osito de Mimosín. Vamos que si le encuentro por la calle le pediría una foto -manteniendo las distancia de seguridad por supuesto-. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias es de las personas que nos gustan en España: campechano, ni bueno ni malo, cercano, un tío que simplemente no nos hace saltar las alarmas.
Pese a todo, objetivamente, los bandazos y descalabros de Fernando Simón a lo largo del tiempo han sido numerosos y notables: “Es solo un cuadro gripal”; “no es excesivamente letal”; “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” o “no es necesario que la población use mascarillas…”. Fue una de las hormigas del hormiguero la que dijo que a Miguel Bosé se le estaba linchando por decir lo mismo que Fernando Simón decía un par de meses atrás. No le faltaba razón.
Sin embargo, la inoperancia del Gobierno del Progreso ha permitido de forma irresponsable que Fernando Simón se convierta en la cabeza de turco que han decidido sacrificar en el altar al que acude nuestra derecha para desfogarse. Aún así, el bueno de Simón poco tiene que ver con la izquierda. Es un señor que estudió en colegios del Opus y el responsable de la crisis del Ébola y la decapitación del pobre Excalibur. Los que hoy le veneran entonces pedían su cabeza, una cabeza prodigiosa -no lo dudo- que nuestro Gobierno debía de haberle retirado en marzo del foco de la atención pública, aunque fuese como un ejercicio de pulcritud. En la República Checa, sin haberse comido la primera ola que nos comimos nosotros, con 193 positivos por cada 100.000 habitantes, el ministro de sanidad dimitió. Nosotros en aquel momento teníamos 300 positivos por cada 100.000 habitantes y éramos, de nuevo, el país más afectado de Europa. Y nadie ha dimitido ni se espera que lo haga.
El bueno de Simón poco tiene que ver con la izquierda. Es un señor que estudió en colegios del Opus y el responsable de la crisis del Ébola y la decapitación del pobre Excalibur
La maquinaria de desinformación y barro de la izquierda ya ha empezado a personalizar los ataques y lanzar nombres propios a ver si cuaja alguno. Uno muy sonado es el presidente del Colegio de Médicos de Madrid, un señor que por lo visto es “ultra-católico”, antiabortista y homófobo según el diario Público, y seguro que en sus ratos libres se dedica a comer bebés. Esta es la cara de esta patulea de médicos fascistas de conciencia podrida por la extrema derecha que han cargado sin ningún miramiento para destrozar la reputación de un colega por motivos partidistas. Poco importa que el Consejo General del Colegio de Médicos agrupe a los 52 colegios de médicos de España, lo importante es el relato.
En cualquier caso el Consejo General del Colegio de Médicos no está solo. Hace apenas tres semanas, una parte importante de la comunidad de profesionales sanitarios lanzaba un manifiesto contra nuestra clase política con un lema bastante claro: "En la salud, ustedes mandan pero no saben".
Agrupaban a 55 sociedades científicas que representaban a 170.000 sanitarios, todos “fascistas” movidos por una suerte de resentimiento amargo ante la excelente gestión sanitaria de un Gobierno progresista. Sus exigencias, por supuesto, eran oscuras y partidistas, y pasaban por la exigencia de que para enfrentarse a la pandemia las decisiones debían basarse en la mejor evidencia científica disponible y no por el continuo enfrentamiento político.
La incompetencia de los políticos
Una clase política cuya inutilidad simplemente nos cuesta mucho dinero cuando las cosas funcionan con normalidad, pero que en el momento en el que vienen mal dadas y nos vemos inmersos en una situación de crisis en la que se requiere coordinación y eficiencia, es cuando delata su total incompetencia y el precio que tenemos que pagar va más allá del dineral que nos cuestan. Por desgracia en este caso, con una crisis sanitaria de estas dimensiones, la factura que nos pasa su ineptitud no es solo muy costosa a nivel de recursos, sino que se está llevando miles de vidas por delante. Y no podemos coger a todos los responsables y ponerlos de patitas en la calle, algo que por cierto en la iniciativa privada habría sucedido en el primer mes de la pandemia.
No podemos hacerlo por desgracia, pero que por lo menos tengan la vergüenza torera de escuchar y atender a absolutamente todas las exigencias de nuestros profesionales sanitarios y de las sociedades científicas más allá de sus partidismos y sus gilipolleces.
Y luego, cuando esto pase, a lo mejor como sociedad, nos toca replantearnos por qué hemos llegado a una situación en la que el sector sanitario, el científico y el Consejo General del Colegio de Médicos, casi con total unanimidad y más allá de las guerras del relato de Iván Redondo, ha tenido que pedir al Gobierno que deje de hacer el ridículo y se ponga las pilas. Y, de paso, darle una vuelta al entramado burocrático en el que se parapeta nuestra masiva clase política. La más numerosa, y la más cara de toda Europa. Estaría bien que nos empecemos a preguntar en serio si mantener a toda esta banda nos sale a cuenta.
Puedes ver los vídeos de Un Tío Blanco Hetero (Sergio Candanedo) en: https://www.youtube.com/channel/UCW3iqZr2cQFYKdO9Kpa97Yw