Opinión

Grabando un podcast en RNE: sale mal

Si ella pudo grabar su podcast allí, para promocionar después su cátedra, yo había supuesto que cualquier ciudadano podría usar las instalaciones de la radiotelevisión pública

  • Begoña Gómez, durante la segunda jornada del IV Congreso Iberoamericano -

Hace un año decidí hacer un cambio radical en mi vida. Ha sido un año complicado, en el que he tenido que pausar algunas cosas y proyectos personales, porque el día solo tiene 24 horas.

Ayer recibí un email de Youtube en el que me avisan de que si en un mes no retomo la actividad del canal que creé en la plataforma, que es uno de esos proyectos que he tenido que pausar por el cambio que les comentaba anteriormente, me expulsarán del programa de partners y dejaré de monetizar el canal. No quisiera tener que volver a repetir todo el proceso de admisión, ni perder los ingresos que me proporciona Youtube. Como bien sabe toda la gente que me insulta en los comentarios cada vez que he hecho un vídeo criticando a Irene Montero o a eso que ahora llaman feminismo, lo hago únicamente por dinero.

Así que, como quería seguir ingresando la brutal cifra de 8,37 euros, que es lo que han generado todos mis vídeos desde que moneticé el canal, me decidí a reanudar la actividad del canal, pero por todo lo alto, como hacen los profesionales.

Está claro que no soy tan guapa como Begoña Gómez, pero si ella pudo grabar su podcast allí, para promocionar después su cátedra, yo había supuesto que cualquier ciudadano podría usar las instalaciones

Ni corta ni perezosa, me dirigí a Prado del Rey y les dije a los del control de seguridad que venía a que me cerraran un planta de los estudios de Radio Nacional, porque quería grabar un podcast. No se imaginan ustedes mi sorpresa cuando me preguntan si trabajo allí, como si no supiéramos todos que no es necesario estar en plantilla ni tener un permiso especial para poder disponer de los espacios de grabación y del personal técnico. Pero nada, empeñados en que, si no estoy acreditada, no solo no me van a cerrar una planta para mi uso y disfrute, sino que ni siquiera me dejan pasar.

Compungida, volví a casa, sin entender muy bien lo que estaba sucediendo. Está claro que no soy tan guapa como Begoña Gómez, pero si ella pudo grabar su podcast allí, para promocionar después su cátedra, yo había supuesto que cualquier ciudadano podría usar las instalaciones de la radiotelevisión pública según sus necesidades, para promocionar lo que necesite. Y qué mejor causa que la mía, para promocionar “el gen Martinez de charla”, que me proporciona ocho pavazos al año. ¿Saben ustedes cuánta Coca-Cola puedo comprar con eso? Bueno, desde que decidieron incrementar el precio con un impuesto especial para bebidas azucaradas, mucho menos, pero para unos litros me da, que una tiene sus vicios.

El caso es que volví a repasarlo todo para ver en qué me había equivocado, ya que cuando Begoña hizo esta grabación no era muy conocida, tan solo habían pasado dos meses desde que su marido lograra sacar adelante la moción de censura y, por entonces, andaba este hablando con unos y con otros para tratar de gobernar un país, aunque no pudiera dormir tranquilo por las noches el buen hombre.

Quizás había fallado en el modo de presentarme. No es lo mismo presentarte como Begoña Gómez, esposa del presidente de España y experta en captación de fondos para el tercer sector, que como Rosa Martínez, una que opina de cosas allá donde la dejan o puede. Tenía que haber trabajado mejor mi presentación, aunque ir acompañada del secretario de Estado de Comunicación y de tres funcionarios más, con la directora de Radio Nacional, por entonces la recién designada tras la llegada del PSOE al Gobierno, Paloma Zurriaga, y uno de los responsables de seguridad de la radiotelevisión pública, esperando en la entrada, como a Begoña Gómez, sin duda habría ayudado.

Principios de conducta

Así que me puse a buscar en mi agenda amiguitos importantes, para que me acompañaran nuevamente a Prado del Rey, complejo central de RTVE en Madrid, a ver si yendo con mucha gente influyente conseguía al menos pasar el control de seguridad. Tras confirmar que el único funcionario que conozco trabaja de administrativo en unas oficinas de la Seguridad Social, me rendí.

Como no entendía muy bien que un ciudadano cualquiera no pueda hacer uso de unas instalaciones y servicios púlicos a su antojo, pero Begoña sí, pensé si tendría algo que ver que fuera la mujer del presidente de España. Pero finalmente descarté esa idea, ya que en el portal de la transparencia de la Administración General del Estado, concretamente en el código de conducta  de empleados públicos, el punto 5 del apartado “Principios de conducta” especifica claramente: “Administrarán los recursos y bienes públicos con austeridad, y no utilizarán los mismos en provecho propio o de personas allegadas. Tendrán, asimismo, el deber de velar por su conservación”.

No seríamos tan estúpidos de permitir que un político nos tomara el pelo de esa manera ni lo votaríamos una y otra vez, a pesar de lo guapo que es

Y esto atañe directamente al presidente, aunque a veces se nos olvida que trabaja para nosotros, porque no quiero pensar que se le olvida a él. Eso sería como creer que ser presidente de un país te concede la posesión de todo lo que hay en él e imagínense qué bochorno sería tener un presidente que, junto a su mujer, hace uso del avión presidencial, los coches oficiales, el personal de la Moncloa, las instalaciones y personal de entes públicos, etc., únicamente en su propio beneficio. No seríamos tan estúpidos de permitir que un político nos tomara el pelo de esa manera ni lo votaríamos una y otra vez, a pesar de lo guapo que es.

Al final me he rendido ante la evidencia de que no soy una experta en nada, no como Begoña, que es capaz incluso de tener un cátedra sin estudios para ello, dirigir empresas y ser recibida por presidentes de otros países, exclusivamente por su expertitud. Así que si quiero seguir ingresando mis 8 eurazos todos los años, no me va a quedar otra que seguir grabándome con un móvil que tiene más años que el hilo negro y un micrófono que me ha costado el doble de mis ganancias. Pero “El gen Martínez”, que así me puse de nombre en honor a un gran hombre, mi padre, seguirá quejándose de todo lo que no le gusta o no entiende y agradeciendo humildemente a todos los que me leen, me ven o escuchan, me acompañan y me apoyan, en todas mis locuras.

Gracias.

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