Pedro Sánchez optó por la repetición electoral para alcanzar, como poco, los 140 diputados, y a partir de ahí construir un Gobierno que, apoyándose en Unidas Podemos, o alternativamente en Ciudadanos, ofreciera a los españoles el horizonte de estabilidad que reclama hace tiempo el país. El resultado de aquella apuesta ha sido desastroso: el PSOE ni siquiera consigue repetir (pierde casi un millón de votos); su aliado en apariencia natural, Unidas Podemos, queda muy debilitado; la combinación más tangible de Ejecutivo fuerte con el partido de Albert Rivera, se desintegra; y la opción de derecha más extrema duplica largamente sus apoyos.
Pero sería un error pensar que los efectos de la torpeza de Sánchez se van a quedar ahí; o en las dificultades que va a tener que superar el líder socialista para explicar que no piensa dar un paso atrás. Estas elecciones son un misil en la línea de flotación del modelo institucional. Con estos resultados, el independentismo no va a levantar el pie del acelerador, y el partido de Santiago Abascal ve reforzados sus planteamientos contrarios a los preceptos constitucionales. El marketing político, el tacticismo más soez, a punto de reventarle las costuras al traje cosido con tanto esmero en la Transición.
La responsabilidad de Sánchez es mayúscula, y solo le queda una salida: involucrar en la búsqueda de una solución al único partido constitucionalista con capacidad para diseñar una agenda transversal
La responsabilidad de Sánchez es mayúscula, y solo le queda una salida: involucrar en la búsqueda de una solución al único partido constitucionalista con capacidad para diseñar una agenda transversal apoyada por una sólida mayoría parlamentaria; favorecer un acuerdo de Estado con el líder de la oposición para, en la mejor tradición de la Europa civilizada y pragmática, afrontar codo con codo esta endiablada realidad. No hay mejor alternativa. No hay otra alternativa. La eventualidad de recuperar la negociación del pacto PSOE-Unidas Podemos, a partir de una posición venida a menos (de 165 a 155 escaños la suma de ambos) y con un bloque de izquierdas aún más fragmentado y radical (Bildu alcanza los cinco diputados y la CUP entra con dos), debiera ser una hipótesis no computable.
Tampoco deben serlo ocurrencias de difícil explicación a tus votantes, como eso que se ha dado en llamar la “abstención patriótica”. Ya no es tiempo de medias tintas. Y de ello deben ser conscientes tanto Sánchez como Pablo Casado. Ya imagino que no es esta la situación soñada por el joven líder del PP. Es más, le aguardan jornadas complejas, en las que va a sufrir presiones enfrentadas y en las tendrá que sopesar con mucho cuidado los pasos a dar a partir de ahora. A Casado le esperan serios problemas, ásperas resistencias, pero porque precisamente las urnas le han situado en el eje central de la solución.
Solo él está en condiciones de exigir al PSOE corresponsabilidad en los graves asuntos pendientes y a un tiempo ofrecer las porciones de generosidad precisas para que España tenga un gobierno estable. Ya no queda espacio para más tacticismos. El miedo intimidante de Vox pudo ser un argumento durante la campaña. Ya no lo puede seguir siendo.
A Casado le esperan presiones contrapuestas y serias resistencias, pero las urnas, para su suerte o su desgracia, le han situado en el eje central de la solución
Cuando brillantes analistas políticos afirman que debido al ascenso de Santiago Abascal el Partido Popular “no podrá poner en riesgo su propio proyecto con un pacto de Estado para sacar al país del atolladero”, se está alterando gravemente el peso de los valores que han de guiar los pasos de un representante de los ciudadanos. O Pablo Casado antepone a cualquier otro fin “sacar al país del atolladero”, o ya puede ir eligiendo puerta giratoria.
Sobre Pedro Sánchez y Pablo Casado recae hoy la tarea inaplazable de devolver cierta esperanza a los españoles. Porque han sido PSOE y PP los que nos han traído hasta aquí. Con sus errores y sus nefastas tácticas. La que puso en marcha el “sorayismo” para aupar a Podemos y así debilitar al PSOE; y la más reciente de los socialistas dando cancha a Vox para impedir la reacción completa del PP.
Ellos son los responsables y ellos nos tienen que sacar de aquí. Una nueva repetición electoral no solo no es una opción, como ya argumenté en un artículo anterior. Es mucho más que eso: es un riesgo que, salvo vocación suicida, en ningún caso pueden asumir ni PP ni PSOE. Así que ya les está faltando tiempo.