En ninguna campaña electoral se ha producido tal avalancha de cadáveres políticos. Entre los fugados, los que están en presidio, los que salieron previo pago de fianza y bajada de pantalones o los mentirosos, el independentismo reúne toda una colección de muertos vivientes, políticamente hablando. Lo suyo es un puro cementerio.
Dándose de navajazos para ocupar el mausoleo de Pujol
La noticia está en la calle, por más que en TV3 no digan ni una palabra sobre el tema: los partidos del golpe de estado separatista andan a la greña los unos contra los otros. Es evidente que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, que ya mantenían una tensa relación en los últimos meses, están más alejados ahora que nunca el uno del otro, y no lo decimos por las distancias geográficas, conste. Junqueras piensa que el cesado President es un divo cargado de orgullo – son palabras suyas, según uno de sus colaboradores -, mientras que el fugado de Bruselas opina que Junqueras es un ploramiques, un llorón, que se pasa el día hablando de amor y de bondad cuando lo que hace falta es dar caña. La estrategia de Junts per Catalunya es la de mantener, como sea y al precio que sea, la figura heroica de un President exiliado, perseguido, acosado y gallardo, tapando la de un vicepresidente encarcelado, más proclive a que los votantes se compadezcan de él.
"Junqueras piensa que el cesado President es un divo cargado de orgullo, mientras que el fugado de Bruselas opina que Junqueras es un ploramiques, un llorón"
En esa lucha entre los que, hasta ahora, se presentaban como un bloque unido y feliz, no se repara en nada a la hora de dar contundentes patadas a la espinilla y golpes en las partes bajas al otro. Mientras que los ex convergentes, convenientemente azuzados por Artur Mas, se han investido de una aureola heroica, los de Esquerra andan más perdidos que un pulpo en un garaje. A Mas no le resulta difícil meter la cuña entre sus oponentes de Esquerra, porque, la verdad, Marta Rovira se lo está poniendo como a Fernando VII. Puestos a señalar la incapacidad de la señora, flaco favor le hace también a su amado líder Junqueras, que está intentando zafarse de la cárcel aduciendo bondades constitucionales y lealtades de hierro al orden legal vigente, mientras que la dama de los muertos se pasa los días metiendo la gamba diciendo cosas como que volverán a la vía unilateral. No es de extrañar que Mas aliente a la tal Rovira, cosa que se ocupa de hacer de manera muy sibilina mediante alguno de los infiltrados que tiene en el entorno de la dama de la estelada.
Aunque muchos daban al ex President como un muerto político, lo cierto es que no lo está tanto como parecía en un principio. Puro zombi. Tiene un mandato, no democrático ni popular, pero si de un gran peso, del mismo Jordi Pujol que le dijo no hace mucho “Artur, salva al partido”. El patriarca del nacionalismo y, en buena medida, responsable de que hayamos llegado hasta este punto, se mantiene bien escondido de las cámaras, pero sigue moviendo los hilos entre bambalinas. Va resucitando a sus leales, creando así un grupo que podría muy bien haber protagonizado el célebre filme “La legión de los hombres muertos”. No se corta, al parecer, a la hora de calificar al mundo secesionista. De Puigdemont opina que se ha vuelto loco – desaconsejó en su día a Mas que lo nombrase su sucesor -, de Esquerra dice, según una ex conseller de convergencia, que son unos iluminados y que nunca se fió de ellos porque “son una colla de masones y de ilusos peligrosos, como se vio en el 36”, y de las CUP no quiere ni oír hablar.
De ahí sale el encargo que tiene Mas para intentar que Puigdemont remonte, salga con más votos y escaños que Esquerra y, una vez conseguido esto, desde la posición de superioridad que le otorgaría al PDeCAT la hazaña, defenestrarlo. Así, el tonto útil de la operación habría neutralizado a los dirigentes republicanos – presumiblemente, a Rovira la van a enchiquerar también – y Mas podría organizar un Tripartito cómodo para dar marcha atrás, empezar de nuevo y asegurar que las élites convergentes siguen llevando las riendas del poder económico.
De momento, la jugada no le está saliendo mal al delfín de Pujol. En Esquerra empiezan a producirse situaciones de pánico, porque saben que con Rovira no van a ninguna parte, mientras que en el PDeCAT empiezan a respirar, augurando que las cosas podrían encarrilarse de nuevo. Siempre y cuando prescindan del fugado, cosa en la que todos, más o menos, están de acuerdo. Y el chico, yendo a la ópera en Bruselas sin saberlo. Fíese usted de Elsa Artadi, de Turull o de Rull, señor Puigdemont.
Las elecciones de los muertos vivientes
Con estos mimbres será difícil conseguir que haya un clima razonable en esta campaña como en el post 21-D. Tanto cadáver político, tanto dirigente que está acabado y no lo sabe, tanta carne de querella es mucho para un sitio tan pequeño como Cataluña. Son muertos que caminan casi por inercia, porque viven de esto y se aferran al cargo y al sueldo con verdadera fiereza, pero una vez queden barridos por los votos y porque se apuñalen entre ellos mismos, tendremos un problema de reciclaje evidente y clarísimo. ¿En que contenedor se depositan los Consellers de proclama fácil e inflamada que no saben hacer la O con un canuto? ¿Son biodegradables los líderes separatistas que han vivido del cuento, mintiendo como bellacos y prometiendo cosas que sabían imposibles? ¿Existen depuradoras de elementos tóxicos para tanto vocinglero, tanta señora de Pedralbes indignada envuelta en abrigo de pieles, tanto cacique local, tanto cargo con la corrupción incrustada en el cráneo?
A Mas le da igual y, ya puestos, a Junqueras le pasa lo mismo, están peleándose por los despojos de la kermese separatista, a ver si suman y los Comuns les dan apoyo con un conveniente aggiornamento y lavado de cara. Los ex convergentes luchan contra reloj, porque saben que o salen de estas elecciones con bien o desaparecen para siempre. No hay término medio, como le dijeron a Mas un grupo de empresarios de bastante peso no hace muchos días en un encuentro privado. “Tú nos metiste en este lío y ahora te toca sacarnos”, le apostrofó en la despedida uno de ellos y no el de menor importancia, por cierto. De ahí que Mas piense en ganar las elecciones – se cuenta que cuando Puigdemont hace alguna de las suyas, Mas se encoge de hombros diciendo “Dejadlo, nos está facilitando las cosas, contra más haga el carallot (tonto), mejor” – y sigue manejando los hilos de una campaña en la que todos se disputan una plaza destacada en el mausoleo de los Pujol, porque eso y no otra cosa es lo que ha conseguido el nacionalismo catalán, tener un sitio de honor en el cementerio de la corrupción y el fracaso político.
La última ocasión de buscarse las cosquillas fue en Sijena, donde ni la ANC ni Ómnium acudieron para “resistir” ante los “cuerpos paramilitares del estado español” (sic), léase, la Benemérita. Allí estaban los de Arran, las CUP y algunos de Esquerra. La consigna de Mas a los suyos es la de quietos parados y cuidado con organizar tumultos. Sabe el ex President que a le podría caer también una de cárcel por el asunto de la agenda que se ha encontrado en la que salen todos los dirigentes procesistas retratados. En fin, en esta guerra sucia entre estelados, dicen que algunos incontrolados de ambos partidos, PDeCAT y Esquerra, andan por ahí arrancando los carteles del rival.
"En un proceso capaz de devorar hasta a los suyos, porque es lo que tiene el fascismo, acaban por delatarse los unos a los otros"
Todo esto sería óptimo para el bloque constitucionalista, pero mucho nos tememos que ahí andan también a la greña. Tanto PSC como PP se meten con Ciudadanos, señal de que Inés Arrimadas lo tiene mejor de lo que auguran las encuestas, que ya es decir, y así se pasan los días, en lugar de arremeter contra los golpistas. ¿Qué tendrá que suceder para que los partidos que detentan una mayor sensatez entiendan que o se acaba con el proceso ahora o vamos a repetir lo que se ha vivido, pero en peor?
Un proceso capaz de devorar hasta a los suyos, porque es lo que tiene el fascismo, acaban por delatarse los unos a los otros. Es un error en el que no deberían caer los que representan para la población catalana acaso la última esperanza. Su desunión es la fuerza de los separatistas. No sería sensato que acabasen por volver a gobernarnos cadáveres políticos ambulantes. ¿Un Walking Dead a la catalana? No, gracias.
Miquel Giménez