Desde mediado el siglo XIX, las elecciones presidenciales de Estados Unidos se celebran el martes siguiente al primer lunes de noviembre. El Congreso decidió que así fuese para que los comicios no coincidiesen con la cosecha, y para evitar de paso que los votantes tuviesen que escoger entre ir a la iglesia o al colegio electoral. Sospechaban que en una sociedad tan religiosa como aquella iban a preferir lo primero, así que se llevaron la jornada electoral a un día laborable. Eso tiene como consecuencia que la recta final de la campaña electoral sea siempre en octubre. Los candidatos esperan que se produzca algún acontecimiento importante que cambie el sentido del voto. A eso lo llaman “october surprise” o sorpresa de octubre y este año tanto Kamala Harris como Donald Trump esperaban que sirviese para deshacer su empate en las encuestas.
Por regla general no suele haber sorpresas en octubre, pero todos, incluso en elecciones en las que uno de los candidatos va muy por delante, esperan que ocurra algo para recuperar terreno o afianzar su victoria. Podríamos pensar que este octubre ya están sucediendo cosas importantes que afectan en mayor o menor medida a la campaña. La guerra en Oriente Medio ha ido a más, Israel libra una guerra en siete frentes y lo de Ucrania está aún muy lejos de resolverse. Pero no son sorpresas. La guerra de Ucrania cumplirá tres años en febrero. La de Gaza y los problemas en Oriente Medio empezaron hace un año y EEUU no se ha involucrado de forma directa. Apoya a Israel, pero no ha querido meterse más en el asunto. Además, en el apoyo a Israel coinciden tanto demócratas como republicanos. No hay sorpresa posible aquí.
Pero, que en estas elecciones no haya sorpresas de octubre a la vista, no significa que esas sorpresas se puedan producir. Las sorpresas de octubre no son muy habituales, pero siempre se habla de ellas. La primera sorpresa de octubre registrada se produjo en 1880 cuando el periódico neoyorquino Truth publicó el texto de una presunta carta del republicano James Garfield en la que menospreciaba el “problema chino”, una polémica muy candente en aquel entonces. Se decía que los trabajadores chinos de la costa oeste estaban quintando puestos de trabajo a los nativos. Los empresarios, según aparecía en la carta, deberían contratar mano de obra allá donde consiguiesen más barata. Aunque la carta era una falsificación, su publicación en prensa perjudicó a Garfield en California, donde la hostilidad de los trabajadores hacia los inmigrantes chinos era fuerte. Garfield, de cualquier modo, ganó las elecciones, aunque los demócratas se hicieron con California.
El recuerdo de Kennedy
Hubo que esperar casi cien años para que apareciese una nueva sorpresa de octubre. En 1964, uno de los principales asesores de Lyndon Johnson, Walter Jenkins, fue arrestado y acusado de “conducta desordenada”. Por conducta desordenada hay que entender que tuvo relaciones homosexuales. Cuando los periodistas le preguntaron al candidato republicano Barry Goldwater sobre el asunto respondió “off the record” que los demócratas, además de comunistas, eran “cocksuckers” cuya traducción no veo necesario precisar. Johnson apartó a Jenkins, pero aquello no le hizo perder las elecciones, todo lo contrario, cabalgando sobre el recuerdo de Kennedy, arrasó sacándole a Goldwater 23 puntos de voto popular y 434 votos electorales.
Fue a raíz del affaire Jenkins cuando los republicanos se plantearon dar un campanazo en las elecciones del 68 justo en el mes de octubre. Los republicanos liderados por Nixon estaban convencidos de que Johnson planeaba anunciar una pausa en la guerra de Vietnam en octubre para fortalecer a su vicepresidente, Hubert Humphrey, que se presentaba contra Nixon. Vietnam era el tema clave de la carrera electoral, una ratonera que había dividido al Partido Demócrata y tenía al país polarizado. Si los demócratas conseguían parar la guerra, Humphrey podría ganar. El 31 de octubre los temores de los republicanos se hicieron realidad. Johnson anunció que habría un cese temporal de los bombardeos en Vietnam del Norte. Al final Nixon ganó, pero por sólo 7 décimas. En el colegio electoral se impuso más claramente: 301 vs 191, es decir 110 votos de ventaja. No está claro que esa victoria se debiese a la sorpresa de octubre.
En las elecciones de 1980 se enfrentaban Jimmy Carter y Ronald Reagan. Se sospechaba que Carter iba a llegar a algún acuerdo con los iraníes para la liberación de los rehenes de la embajada. El equipo de Reagan sospechaba que eso le daría la victoria a Carter. Carter cerró el acuerdo, pero los iraníes se negaron a liberarlos hasta después de las elecciones. La clave no era el acuerdo en sí, sino ver por televisión descender por la escalerilla del avión a los rehenes, y de esa imagen no se pudo beneficiar Carter, que perdió las elecciones por 9 puntos y 440 votos en el colegio electoral. Es poco probable que una diferencia tan brutal se debiese sólo a la cuestión de los rehenes. La sorpresa de octubre se quedó en el mejor de los casos en sorpresita.
Hay otro elemento fundamental, que ya se dio en las elecciones de 2016, y sobre todo, en las de 2020, los famosos Estados clave. En tanto que la elección del presidente de Estados Unidos es indirecta, cuando los candidatos están empatados no importa demasiado el voto popular
En el año 2000 Internet ya formaba parte del menú informativo. En octubre de este año se supo que el candidato republicano, George W. Bush, había sido detenido por conducir borracho en 1976 cuando tenía 30 años. Terminó ganando las elecciones por muy poco, por 5 votos electorales. El voto popular lo perdió, sacó medio millón de votos menos que Al Gore. En 2016 la campaña fue a cara de perro. Trump y Hillary Clinton iban bastante igualados aunque Clinton tenía una ligera ventaja. Pues bien, cuando sólo quedaban 10 días para las elecciones, el director del FBI, James Comey, envió un mensaje al Congreso en el que revelaba que estaban reabriendo su investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton sobre material recién descubierto. Fue aquella una campaña muy sucia, con un mes de octubre muy movido, tanto para Hillary Clinton como para Donald Trump. Las elecciones las terminó ganando Trump gracias al voto electoral, consiguió 304 votos frente a 227 de Hillary Clinton. Pero en el voto popular Clinton ganó sin problemas. Obtuvo casi 66 millones de votos, el 48,2 % frente a los casi 63 millones de votos y el 46,1 % de Donald Trump. No sabemos hasta qué punto aquellas revelaciones durante el mes de octubre influyeron en el voto. Seguramente no demasiado.
En resumen, que es habitual que muchos se planteen si esto de las sorpresas de octubre tiene verdadera importancia sobre el resultado final. Eso sí, este año los candidatos están realmente empatados, de hecho la distancia entre ellos es minúscula. Estas elecciones tienen además una naturaleza un tanto peculiar. Tenemos un candidato, Kamala Harris, que entró en liza hace menos de tres meses. Luego hay otro elemento fundamental, que ya se dio en las elecciones de 2016, y sobre todo, en las de 2020, los famosos Estados clave. En tanto que la elección del presidente de Estados Unidos es indirecta, cuando los candidatos están empatados no importa demasiado el voto popular. Hay que fijarse en el voto electoral, ahí un puñado de votos en uno o dos de los Estados clave puede cambiar el curso de los acontecimientos. En estos Estados también hay un empate técnico. Eso complica todavía más las cosas.
Los candidatos esperan que se produzca algún acontecimiento importante que cambie el sentido del voto. A eso lo llaman “october surprise” o sorpresa de octubre y este año tanto Kamala Harris como Donald Trump esperaban que sirviese para deshacer su empate en las encuestas
El hecho es que, a pesar de toda la inestabilidad de los últimos meses, lo notable es que las elecciones están exactamente donde los sondeos predijeron que estarían: con un empate a escala nacional y en la mayoría de los Estados clave. Este empate no se ha deshecho ni con un intento de asesinato, ni con dos debates, ni con mítines incendiarios de ambos candidatos. Hasta en eso han quedado empatados. Respecto al intento de asesinato de Trump en el mes de julio, empujó su esperanza de voto hacia arriba, pero tan pronto como los demócratas reaccionaron y eligieron a un nuevo candidato regresó el empate.
Es decir, que ni acontecimientos realmente importantes como el intento de asesinato de Trump en Pensilvania en el mes de julio cambian de forma drástica la situación en las encuestas. Algo parecido a lo que sucedió en 2020 con la pandemia, que en aquel momento estaba muy presente y que no incidió de forma decisiva en los resultados electorales. Al final aquellas elecciones las decidieron unos cuantos votos de esos Estados clave.
Es evidente que aún hay tiempo para que pase algo que lo cambie todo. Faltan dos semanas y media para las elecciones y, en una campaña tan reñida, eso es una eternidad. Pero no olvidemos que esta campaña ha sobrevivido a muchas conmociones: un intento de asesinato, un cambio de candidato a solo cuatro meses de la jornada electoral y una guerra Oriente Medio que no ha hecho más que complicarse en los últimos meses. ¿Qué más puede suceder de lo que ya ha sucedido sin que eso haya alterado el curso de las encuestas?
La llave de la Casa Blanca
Kamala Harris lleva una ventaja de entre 2 y 3 puntos en todo el país y enfrenta una desventaja en el colegio electoral como ya le ocurrió a Hillary Clinton. En este punto habría que ir Estado a Estado, no son muchos, pero en todos los números de ambos candidatos son muy ajustados. Los Estados clave en estas elecciones son un total de siete. Es a esos a los que hay que prestar atención. Son los siguientes. Arizona que tiene 11 grandes electores y que en 2020 se lo llevó Biden por 10.000 votos. Georgia tiene también 11 grandes electores y en 2020 Biden ganó por 13.000 votos. Michigan con 15 grandes electores y que en 2020 ganó Biden por 150.000 votos. Nevada que tiene seis grandes electores y que en 2020 Biden se hizo con ellos por 34.000 votos. Carolina del Norte que tiene 16 grandes electores y que en 2020 fueron para Biden por 74.000 votos. Pensilvania, que tiene 19 grandes electores y que en 2020 ganó Biden por 82.000 votos. Y por último Wisconsin que tiene 10 grandes electores y que en 2020 ganó Biden por 21.000 votos. Son estos Estados, los que tienen la llave de la Casa Blanca, especialmente los que más votos electorales poseen como Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan o Georgia.
Hay eventos inesperados que podrían alterar este equilibrio tan delicado, como una escalada sin control en Oriente Medio, algún huracán inoportuno en el sur o los problemas legales de Trump. Pero el margen es tan pequeño que la elección también podría depender de un error en las encuestas. Eso sí, nadie sabe quién podría beneficiarse de ese error. Resumiendo, que a día de hoy es completamente imposible predecir quién será el próximo presidente de Estados Unidos.