El diccionario señala de aquel que tiene una lengua viperina que es el que habla mal de los demás, busca hacer daño con lo que expresa, dice cosas hirientes, crueles y malintencionadas. Hay muchos en política y se demuestra cuando hablan precisamente de la lengua, en este caso la catalana. En este país tenemos una gran riqueza lingüística, cultural, propia, que es nuestra y debemos proteger. Sólo se puede proteger una lengua y mantenerla viva con su uso, está claro. Se haría un gran favor a la sociedad, sobre todo a la sociedad catalana –la que conforman todas aquellas personas vengan de donde vengan, no las nacidas únicamente en Cataluña- si se dejara de practicar esta política inútil.
Si bien es cierto que las sentencias están para ser cumplidas, también es cierto que la única voz discordante, que genera tensión política, es la que se tiene que ver con el catalán. Apenas se habla del gallego o el vasco en estos mismos términos.
La ministra de Educación, Pilar Alegría, esgrime en el Congreso a nuestra Constitución para asegurar que en ella se protege las lenguas cooficiales, que una de las riquezas del “sistema educativo” ha sido la convivencia del catalán y del castellano, y reclama que se deje de utilizar la lengua como un “arma arrojadiza en política”, en clara dirección hacia la CUP. Quienes nacimos en tiempos de la muerte de Franco no estudiábamos en catalán, no se podía, no era el modelo educativo. Es más, era una lengua prohibida. Y pese a provenir de familias castellanohablantes somos una generación que domina el catalán y el castellano. La ciudadanía no es tan tonta. De hecho, el cordobés que presidió la Generalitat, José Montilla, habla catalán, así como la gaditana Inés Arrimadas en menos de un año aprendió un fluido catalán que a muchos de los nacidos en Cataluña les gustaría hablar.
El problema de la lengua está siendo un debate que nace y muere entre la política y la Justicia. Cuando lo que realmente debería centrar la política educativa de este país y de Cataluña es la excelencia. No vamos a ningún lugar si nuestros hijos aprenden tan solo castellano y catalán o gallego o vasco. Eso no lo quiere nadie en su casa. Avanzaremos mucho más y tendremos muchas más oportunidades cuantas más lenguas podamos dominar.
Aprender inglés o francés o alemán en el colegio público debería ser la norma no la excepción para aquellos que se lo pueden pagar. De eso va la igualdad
La lengua es el vehículo de comunicación y a través de ella podemos adentrarnos en áreas de aprendizaje como la medicina, la investigación, la ciencia, la tecnología, allí donde el lenguaje de referencia mundial es el inglés. Hagamos de la escuela un centro de aprendizaje y de excelencia no centros de exclusión en función de la lengua que se habla en el patio. Es imprescindible que lo que se hace en las escuelas concertadas se pueda también practicar en la pública. Solo así nuestros hijos van a tener las mismas oportunidades. ¿Qué padre o madre no aspira a que sus hijos aprendan inglés en el colegio sin tener que pagar una extraescolar?, Aprender inglés o francés o alemán en el colegio público debería ser la norma no la excepción para aquellos que se lo pueden pagar. De eso va la igualdad, del mismo acceso al conocimiento para todos. Mientras el debate se siga centrando solo en el catalán avanzaremos cero.
Avanzaremos tan solo lo que los políticos quieran que avancemos, pero, como la gente no es tonta, todo el mundo aspira a dominar diferentes lenguas por mucho que en la escuela pública no se haya podido hacerlo. Sin estudios, mis padres sorianos nos dieron la mejor educación que pudieron, aprendimos catalán creciendo en una casa en la que se hablaba en castellano, lo normal en Cataluña. Mis hijos saben catalán, castellano e inglés –este último no lo han aprendido en la escuela pública- y espero darles acceso a alguna lengua más para que cuando decidan viajar o estudiar en otro país puedan hacerlo. Cuídense y aléjense de las lenguas viperinas que no hacen nada bien a la sociedad.