Opinión

La locura de amor por el poder de los Kirchner de la Moncloa y la 'democratura' española

En su arremetida contra la libertad de Prensa y contra la independencia judicial para soslayar los episodios de corrupción gubernamental y familiar que le acechan, el psicópata Pedro Sánchez evoca, tras su

  • Pedro Sánchez y Begoña Gómez. -

En su arremetida contra la libertad de Prensa y contra la independencia judicial para soslayar los episodios de corrupción gubernamental y familiar que le acechan, el psicópata Pedro Sánchez evoca, tras su espantada estratégica de cinco días en los que se ha burlado del Rey abajo, todos, al prototípico demagogo Cleón de Atenas. Tan deshonesto y maleducado como ignorante y canalla éste se granjeó el favor popular ablandando a la gente con sus falacias con la gran excepción del gran comediógrafo Aristófanes, quien supo desenmascarar al “plafagonio” (“fanfarrón”) como le apoda en su sátira Los caballeros. “Apelas a la guerra -le afeó en la fase álgida de celebridad del sátrapa- para evitar que la gente vea a través de tus crímenes”.

Ahí se resume también la última argucia del anacoreta Sánchez con su retiro de cinco días antes de echarse al monte con su retador punto y aparte con el que puso final a su ópera bufa. Una farsa pseudodramática que ha merecido la burla de un dominador de la dramaturgia y del esperpento como Alfonso Guerra por mantener en vilo al país para anunciar que sigue y postularse para otro mandato tras una ridícula manifestación auspiciada por los suyos y un sondeo confeccionado a su medida por Tezanos con un CIS convertido en “dime espejito mágico” del ególatra.

Sin duda, una muestra inequívoca de como un tunante sin escrúpulos pervierte la democracia representativa en una “democratura” sobre la que ya previno el mismo Guerra en noviembre de 2020 en Los Desayunos de la 1. Echó mano de este neologismo inventado por el periodista y político polaco Adam Michnik para advertir ante la deriva de Sánchez que “gobiernos democráticos por el modo que son elegidos tienen una legitimidad de origen, pero no de ejercicio al no actuar de forma democrática. Yo lo llamo “democratura”, una democracia y una dictadura”. Al cabo de cuatro años, esa degradación alcanza tal punto que hasta el Banco de España ha alertado del deterioro institucional - “más acusado que en otros países”- en su informe correspondiente a 2023 divulgado durante el lapso de la no dimisión de Sánchez. Sin duda, éste socava la imagen internacional de España con cada palada que lanza contra la Prensa y la Justicia persiguiendo inmunidad e inviolabilidad regias para sí y su parentela.

En sus “vidas paralelas”, Sánchez y Cleón han simulado ser dos políticos contra el sistema cuando viven del mismo. Pese a advertirse el peligro que encerraban y de frenarse algunos de sus intentos infructuosos, se han servido de circunstancias extraordinarias para propiciar un cambio radical por el que el verdadero pueblo gobernaría a través de ellos. Como avizora Aristófanes, los demagogos, como los pescadores de anguilas, se llenan los bolsillos en tiempos turbulentos: “En aguas quietas, no atrapan nada; pero, si remueven el cieno, su pesca es buena”.

Denigra -si es que no criminaliza- a las voces críticas y emplaza a la masa a volver sus ojos y sus oídos, cual sicofantes o chivatos profesionales, contra los “enemigos del pueblo”

Obtenido el poder, su empeño no estriba en gobernar para resolver los problemas que ellos han avivado, sino en mandar azuzando la polarización bajo la dicotomía del “ellos y nosotros”, “la élite y el pueblo”, “los buenos y los malos”, como Sánchez en su podemita mitin de reaparición en Sant Boi de Llobregat después de hacer un “Puigdemont” y debatir con el prófugo que le ha dado la Presidencia en teatralidad en el reino de la sentimentalidad política que es Cataluña. Lo cierto es que, enfrentando a la sociedad y sembrando la cizaña de la discordia, Sánchez levanta el muro fratricida detrás del que se parapeta manufacturando una realidad alternativa en detrimento de los hechos. En paralelo, denigra -si es que no criminaliza- a las voces críticas y emplaza a la masa a volver sus ojos y sus oídos, cual sicofantes o chivatos profesionales, contra los “enemigos del pueblo” como el médico de la obra de ese título de Ibsen por no callar que estaban podridas las aguas del balneario que era el “modus vivendi” de los lugareños. Si Cleón destruyó la armonía y la democracia de Atenas en pocos años, Sánchez urde lo propio con su autogolpe en marcha contra el orden constitucional valiéndose de la indefensión del mismo cuando quien lo asalta es aquel que prometió custodiarlo y hacerlo custodiar sobre un ejemplar de la Constitución con Felipe VI de testigo.

Conociendo la trayectoria de quien fue “niño bonito” del otrora hombre fuerte del PSOE y del Gobierno con Zapatero, José “Pepiño” Blanco, hoy gran logrero sanchista con su lobby de acceso directo al Presupuesto y a los fondos europeos, no chocan sus fullerías de perverso narcisista que sólo antepone su avidez de poder a su amor a sí mismo. Era palmario que su retirada estratégica, con el ardid de reflexionar sobre si le valía la pena continuar, obedecía a su propósito de escapar del atolladero pegando una patada al tablero y poniendo a recoger las fichas a quienes quería tomar la delantera.

En La Moncloa, el matrimonio presidencial no protagonizaba ninguna “guerra de los Rose” como el divorcio de película entre Michael Douglas y Kathleen Turner en la que el probo matrimonio muta en una trifulca de psicópatas por un hogar que reducirán a ruinas. Los Sánchez Gómez son los Kirchner de La Moncloa atrincherados en el poder para ser ignífugos a la corrupción que cerca el despacho presidencial y con tan malas artes como sus émulos argentinos contra jueces y periodistas. No era un rapto de amor entre dos amantísimos consortes, sino conyugal locura de amor por el poder entre dos que bien se conocen y han hecho carrera juntos empezando por la financiación de la misma mediante el negocio familiar de saunas.

A este fin, les ha importado un bledo valerse como figurantes de su desacoplada opereta, no ya de los gemebundos dirigentes de una secta rendida a su “puto amo”, como señaló con fidelidad perruna el ministro-portavoz de los felices esclavos, Óscar Puente, sino hasta al mismísimo Rey arrastrado al papel de marioneta y de cuya credibilidad ha vuelto a valerse Sánchez para llevar su engaño hasta la hora límite de tener que subir el telón. Desde que rompió su voluntario silencio, cada vez que ha tomado la palabra -primero sin periodistas, luego ante solícitos escribas de la televisión gubernamental o de la emisora progubernamental más preocupados del estado de ánimo del desventurado que de los desdichados ciudadanos- ha dado tantas versiones como horas tiene el día con la ridícula comicidad del multifacético Jim Carrey en el Mentiroso compulsivo.

En la Italia berlusconiana, como hogaño en la España sanchista, “todo aquel que se expone criticando al Gobierno sabe que pagará un precio en términos de fango y de difamación”, por lo que había que “reaccionar” contra “la máquina del fango” del Ejecutivo

Pedirle a Sánchez que no mienta al menos durante 24 horas, como le solicita de regalo de cumpleaños el hijo del inmoral abogado que interpreta Carrey, es pedirle peras al olmo. Mucho más cuando es de esa clase de embusteros que achaca a los demás sus falsedades. Como ha hecho manipulando el concepto de la “máquina del fango” acuñado por Umberto Eco para deslegitimar a la Oposición, a la Prensa y a la Justicia cuando el intelectual italiano se refería a las maniobras del entonces presidente Berlusconi contra sus detractores. De hecho, en febrero de 2011, cuando el gran intelectual trasalpino encabezó una protesta en Milán para urgir la dimisión de Berlusconi por el “escándalo Ruby” en el que el mandatario estaba acusado de incitación a la prostitución de menores, el periodista Roberto Saviano, adalid de la lucha contra la mafia, lo esclareció. En la Italia berlusconiana, como hogaño en la España sanchista, “todo aquel que se expone criticando al Gobierno sabe que pagará un precio en términos de fango y de difamación”, por lo que había que “reaccionar” contra “la máquina del fango” del Ejecutivo. “Estamos aquí -remató Eco- para defender el honor de Italia y proclamar que no somos un burdel”.

Nada que ver con la estratagema de un impostor que arguye que no dimite para terminar con la “máquina del fango” que él ha empleado mendazmente contra la mujer de Feijóo o contra los familiares de Ayuso, además de contra jueces y periodistas, y que usa como tinta de calamar para fugarse de sus responsabilidades directas en una corrupción piramidal de la cual él es el vértice y atañe a su partido, a su gobierno y a su familia tanto en lo que hace a los negocios de su mujer como al enriquecimiento milagroso de la batuta de oro de su hermano.

Como explica prístinamente Miriam González, abogada internacional y mujer de Nick Clegg, viceprimer ministro británico entre 2010 y 2015, “si yo hubiera hecho lo de Begoña Gómez me habrían quemado en Trafalgar Square”, mientras que aquí se intenta borrar un delito de tráfico de influencias por el que, entre otros hechos, “Bego.fundraiser” (Bego captadora de fondos públicos) ha beneficiado, incluso firmando cartas de recomendación, a empresas que patrocinaban sus actividades con adjudicaciones o rescates millonarios en Consejos de Ministros presididos por su marido. Aun así, cubierto de brea, blande ser el paladín de la regeneración cuando acumula la suciedad de los establos del rey Augías.

Sánchez emula la estrategia de desinformación del presidente mexicano López Obrador con su ritual diario conocido como las “mañaneras” donde exalta su imagen a fin de justificar la concentración del poder en su persona y sustituir la comunicación con propaganda

En este conflicto de intereses, la cuestión no es reglamentar el rol de la mujer del presidente, como opina el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, yéndose de nuevo por las ramas en vez de coger el toro por los cuernos antes de que lo cornee a él por su tancredismo, como bien aclara Mirian González, quien ha compatibilizado la brillante carrera que atesoraba antes de que su marido fuera viceprimer ministro, pero bajo control. Ironizando sobre si Sánchez “no se entera o no se quiere enterar” de lo que pasa con su señora, “el problema -argumenta- no es regular el papel de las esposas sino el de presidentes y ministros”. “Si se pide -añade- desde el Gobierno que las empresas tengan códigos éticos y de conducta, no sé por qué no se lo pedimos al presidente y a los ministros. El problema es de ellos no de sus parejas”.

Frente a esa cruda realidad, Sánchez emula la estrategia de desinformación del presidente mexicano López Obrador con su ritual diario conocido como las “mañaneras” donde exalta su imagen a fin de justificar la concentración del poder en su persona y sustituir la comunicación con propaganda que niegue o minimice cualquier contratiempo que le afecte repudiando a quien le coloque ante el espejo de la incómoda realidad. Junto a la desinformación, López Obrador asienta su dominio político sobre otras dos patas; la cooptación mediante las transferencias masivas de dinero público a diversos sectores de la sociedad y la corrupción a gran escala para crear una élite político-empresarial dependiente de él, y la intimidación contra los órganos de fiscalización, el poder judicial, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil verdaderamente no gubernamentales para configurar una “democratura” que imposibilite la alternancia en el Gobierno.

A diferencia de la dictadura, esta clase de tiranía -bajo una faz democrática- permite una discrecionalidad absoluta que no atiende a leyes ni a tribunales apelando a que la democracia está por encima de normas y togados. Ahí reside el “autogolpe” corruptor de los Kirchner de La Moncloa en una España en la que la política requiere de asistencia psiquiátrica por mor de un psicópata con el “síndrome de hybris” del que se valen los dioses para enloquecer a quienes desean perder y cuyo belicismo exige tener un enemigo que, en caso de no existir, se fabrica, como alertó esta vez sí Umberto Eco en Construyendo un enemigo.

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