Que nadie interprete que este artículo sirve para poner en duda la historia de Manel Monteagudo, marino coruñés que permaneció en coma entre 1979 y 2014 tras desnucarse en un barco a su paso por Iraq. Cayó desde seis metros en la nave, quedó inconsciente y, cuando se despertó, se enteró de una serie de episodios que habían ocurrido desde entonces alrededor de su cama.
Imagine que le ocurre algo similar y, cuando despierta, le dicen que se ha casado sin dar su consentimiento, que tiene dos hijas bien talluditas que nacieron mientras usted estaba postrado en una cama y, sobre todo, que al frente del país se encuentra otro gallego. De Pontevedra, no de Ferrol, pero también con marcado acento del noroeste e, igualmente, con una forma muy particular de hacer las cosas.
Debió resultar dura la recepción de tantas noticias de impacto al despertar, pero seguro que no fue menos complicado interiorizar que, en 2014, tras 35 años en estado comatoso, ningún medio de comunicación se interesara por su historia. No hay rastro de este hecho singular en la hemeroteca de ningún periódico.
En la Consejería de Salud de la Xunta de Galicia -fuentes oficiales- desconocen dónde realizó Manel su larga rehabilitación tras su regreso al mundo de los vivos y conscientes, pero aseguran que no pasó por ningún hospital público. “Sería en uno privado, aquí no nos consta”, afirman, en conversación telefónica.
Estos días atrás, han sido varios medios de comunicación los que se han hecho eco de esta historia, entre los que figuran la Agencia EFE y Televisión Española. Silvia Intxaurrondo (La 1) le preguntaba por su pasado, presente y futuro con interés y los comentaristas de los diarios destacaban su milagrosa circunstancia.
Recapitulemos: Manel entró en coma en 1979 a los 22 años. Entonces llevaba apenas si unos meses con su novia, Conchi, quien hoy es su mujer y con las que tiene dos hijas de 37 y 26 años. Es decir, ambas nacidas mientras su padre se encontraba convaleciente. “En estado vegetativo”, como dice en una de sus biografías.
La Agencia EFE distribuyó un vídeo -para la historia- en el que se observaba al pobre señor mientras regaba las plantas de la terraza de su casa y mientras escribía en su ordenador sin pulsar ninguna tecla (otro hecho difícil de explicar). Cuando le preguntaban por su reacción al observar su cara por primera vez en un espejo, tras despertar, afirmaba, con gesto de terror: “No, no, no...ése no soy yo, ése no soy yo”. Cuando le interrogaban por su vida actual, desvelaba cierto trauma por el que no le gusta dormir. Ya lo hizo -dice- durante 35 años.
Que no llegue la noche, que no me venza el sueño, que el tiempo es finito y al dormir lo pierdo.
Manel Monteagudo y su boda
En sus redes sociales, confirma que la fecha de su boda fue el 21 de mayo de 1983. Se lo deben haber contado, dado que estaba en coma. Ese día, falleció Eric Hoffer, un filósofo estadounidense que teorizó sobre la forma en la que los totalitarismos captan voluntades entre los ciudadanos en tiempos de malestar. Ya se sabe: en los momentos de agitación y crisis, la gente se cree cualquier relato, por inverosímil que parezca. Pero no cambiemos de tema. Volvamos a la historia de Manel Monteagudo. Disculpen la derivada.
El caso es que, tras recuperarse de las secuelas de su accidente -menos de un coágulo- este gallego de vida atribulada descubrió su vocación de poeta y a eso se dedica desde entonces. Recientemente, ha publicado una nueva obra. Los reporteros de la Agencia EFE le preguntaron -más o menos- si tiene algún sueño o un deseo especial y afirma que le encantaría volver a navegar. Eso sí, quiere que el agua esté embravecida cuando eso ocurra. “Que se mueva”.
Este periódico le ha contactado por teléfono móvil y por sus redes sociales, sin éxito. La intención era la de escuchar el relato de su historia y hacerle algunas preguntas. Primero, en qué hospital privado realizó la rehabilitación -ni el San Rafael ni el HM Modelo han respondido a las llamadas de este periódico-, si algún juez dio el visto bueno para que Conchi se quedara embarazada (y cómo fue la reproducción) y si hizo falta algún tipo de autorización judicial para que contrajera matrimonio al cuarto año de quedar inconsciente. En el texto que publicó el pasado 9 de noviembre El Mundo, con esta historia, se explicaba que su mujer recurrió a “un cura” para que consumara el matrimonio y de ese modo pudiera seguir cuidándolo en su cama.
Hubiera estado bien también saber si le costó mucho recuperar las habilidades de abstracción que requiere la escritura en verso. E incluso si le había sorprendido que, a estas alturas, todavía nadie le hubiera propuesto la realización de una película con lo que cuenta.
Seguro que todo tiene su explicación, sea cual sea, pero lo cierto es que el relato cuenta con un componente sobrenatural. Nada especialmente raro en tierra de meigas, pero, aun así, hay una serie de piezas que cuesta encajar en el rompecabezas. Y no es por ser desconfiado, Manel, pero es que en el mundo al que regresaste en 2014, nada es lo que parece.
Quizás no lo recuerdes, pero hubo un padre que dijo que su hija, Nadia Nerea, tenía una enfermedad terrible que no era para tanto. En ese tiempo, otro, llamado Paco Sanz, recaudó fondos para intentar hallar la cura del síndrome de Cowden y acabó condenado por estafa. Y bueno, Manel, sobre los másteres y doctorados de los políticos mejor no hablar. Hay quien es confiado -almas puras, dicen- y otorga credibilidad a los testimonios, pese a que las palabras se las lleve el viento. Pero, Manel, ante las dudas que genera esta historia, y que están sin resolver, qué menos que haber distribuido alguna foto de aquellos años. Por ejemplo.
Por cierto, que ha dicho esta tarde uno de tus vecinos a Julia Otero que tiene 33 años y que durante toda su vida ha hecho vida normal contigo, Manel. Pero nada, lo mismo se confunde de persona o vaya usted a saber.