No la conozco, pero me encanta como el fenómeno político que ya es. Me gusta cuando se define de una forma simple, cercana, “disfrutona”, como una amplia mayoría de ciudadanos en este país en el que tenemos más bares que panaderías o librerías, o sencillamente cuando por regla general nadie huye de la posibilidad de disfrutar en la vida: “Callejera, tabernaria y pandillera”, esta es una de sus definiciones que más encajan en el modelo cultural madrileño en el que eso de irse de cañas parece haberse apropiado de la capital. O en la capital hacen buena gala.
Que levante la mano a quién no le gusta salir a pasear o callejear, a tomarse un vino, una cerveza, o un café acompañada de amigos o familia. ¿A quién no le gusta la libertad que ella defiende y sobre la que pivota cualquier declaración que hace? Funcionó en las elecciones y funciona en todos los escenarios. Ayuso ha vuelto a arrasar esta vez en televisión, en El Hormiguero. Con un look más propio de una cantante de éxito que de una presidenta de Comunidad se ha mostrado ante millones de españoles simpática, sincera, divertida, con sentido del humor y gusta más eso que la discusión política a la que nos tienen acostumbrados. En plena crisis del PP por cuando se celebra un Congreso y por la que en los medios se considera rivalidad entre Casado y Ayuso, ella sigue defendiendo su lealtad al presidente del partido.
“La urna me da más libertad que los despachos” le dijo a Pablo Motos. Y no es para menos. Rozó el 4 de mayo la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid, solo le faltaron cuatro escaños, hizo desaparecer del gobierno autonómico a Ciudadanos lo que provocó que el líder de la formación naranja, Ignacio Aguado, abandonara la política. Fue vitoreada en el balcón de Génova como lo fue a su llegada al plató de la tele a gritos de “presidenta, presidenta”.
Nadie se esperaba su éxito entonces cuando resultaba el objetivo de burlas por parte de los que consideran que carece de un nivel intelectual relevante. El programa que puede parecer fácil para cualquiera, no lo es para alguien que se dedica a la política, un medio ambiente en el que una tribuna fácil suele ser el Parlamento o el Congreso, pero no un show de televisión en el que es de obligado cumplimiento mostrarse más natural, ofrecer una imagen más cercana y personal. En definitiva, lo que gusta al público.
Nadie se esperaba su éxito entonces cuando resultaba el objetivo de burlas por parte de los que consideran que carece de un nivel intelectual relevante.
Ese afán de exhibición de cierta intelectualidad por parte de muchos políticos no funciona para la mayoría de la opinión pública. Funciona conectar con la calle y ella ha sabido hacerlo como pocos. Además, este programa de televisión le ha servido de plataforma para seguir cosechando éxitos. No le penaliza la gestión de las residencias en plena pandemia donde sí que hubiera cabido algún tipo de investigación, aunque solo fuera para evitar errores en el futuro cómo le pedía la oposición. Ayuso arrasó en audiencia, más le vale a Casado volver a entenderse con esta callejera, tabernaria y pandillera, darle el lugar que desea en Madrid para que no le haga sombra en su camino hacia la Moncloa. Cuídense.