Isabel Díaz Ayuso puede calificarse de muchas y variadas maneras, pero hay una que me gusta especialmente: es una tremenda. Así decimos coloquialmente en mi tierra a aquellas personas que llegan donde nadie más se atreve, que tienen arte, que caen bien, que no tienen pelos en la lengua. Por eso, cuando al ser recibida por los universitarios en olor de multitud dijo que ni la Britney Spears no hablaba por hablar. Los ayusers, sus fans más irredentos, la siguen con la meticulosidad de cualquier estrella del pop mundial.
Que si se ha hecho mechas rubias, que si has visto el peso que ha perdido, que si está muy guapa con ese bronceado, que si tiene un novio, que si tiene dos, que si no tiene ninguno. Todo esto, lógicamente, es lo trivial en cuanto al análisis de esta explosiva mezcla de Thatcher, Reagan y Merkel con unas gotas de chula madrileña.
Ayuso es el mejor activo con el que cuenta un PP al que a veces se le nota demasiado un interés espurio a la hora de controlarla. Desde Génova se nos vende la tesis de que hay que estar encima de ella porque tiene salidas de pata de banco, sic, pero no es verdad. Ayuso es más PP que el mismo PP. Porque es liberal desacomplejada, porque dice en voz alta lo que hasta ahora solo se murmuraban en las bancadas populares muy bajito, no fuera cosa que la izquierda se indignara. Estos chicos prisioneros de lo políticamente correcto todavía no se han dado cuenta que eso suele ser intelectualmente estúpido. Pero a Ayuso le suda un pie todo eso. Es sinceramente desarmante, es rápida y letal en el debate parlamentario, es martillo de las médicos-madres y otras chicas del montón y, ¡ay!, ha sido el sólido muro ante el que se ha estrellado el comunismo bolivariano de Pablo Iglesias.
Ayuso es el mejor activo con el que cuenta un PP al que a veces se le nota demasiado un interés espurio a la hora de controlarla
Además, gestiona bien, con rigor y seriedad, cosas que cuesta encontrar en este solar patrio desgajado entre politiquillos a los que Milton Friedman les suena a marca de deportivas o caciques locales emperrados en rebañar el plato de todos antes que comer del suyo propio. Como catalán he de decirlo. Ojalá una Ayuso en Cataluña. Ojalá alguien que desde el sentido común y la pasión, que no son incompatibles, volviera a levantar la economía de esta tierra.
Porque el motor económico de España ahora es Madrid, la comunidad donde es infinitamente menos gravoso residir fiscalmente es Madrid, el lugar al que convergen todos los radios de la circunferencia del talento, la cultura y la innovación es Madrid. Todo eso, además, sin perder la espontaneidad, siguiendo en el mismo piso de siempre, yendo a desayunar al mismo bareto al pie de su casa, donde hace años que acude a diario. Y con un aire de gamberra que tumba de espaldas. Cuando el otro día, ya que la he citado, se difundió una fotografía de la canciller Merkel saliendo de un super con su marido sin escoltas, sin coches oficiales, sin prensa ni leches en vinagre, pensé en Ayuso.
Ahora bien, para poder ir por la calle a cuerpo gentil, ostentando un puesto importante en política, la gente te ha de querer. Por eso los estudiantes le gritan ¡Viva Ayuso!, y la paran las señoras con el carrito de la compra cuando la ven por la calle ir a pie a su despacho en Sol, y le hablan los comerciantes comentándole lo mal que está la cosa y el personal, en fin, quiere hacerse un selfie con ella. No será Britney Spears, porque a ella, de entrada, no la tutela nadie más que su conciencia, pero no me negarán que la presidenta de Madrid se ha convertido en un fenómeno político que trasciende lo local para alcanzar dimensiones internacionales.
Para poder ir por la calle a cuerpo gentil, ostentando un puesto importante en política, la gente te ha de querer. Por eso los estudiantes le gritan ¡Viva Ayuso!
Ahí tienen como muestra el premio concedido por el Instituto Bruno Leoni. Su presidente, Franco Debenedetti, dijo en la entrega de este que la gestión de la presidenta durante la pandemia bien podía calificarse como “el método Ayuso”, basado en combatir el virus intentando reducir al mínimo la libertad de las personas. Libertad frente a comunismo, así es.
Ayuso no será Britney Spears, pero ni falta que le hace. Porque es mejor, dónde va a parar. La tremenda es muy tremenda.