Opinión

Memoria de Guernica

La memoria democrática no puede centrase únicamente en los crímenes de un bando si no quiere lastrar la convivencia

  • El Guernica, de Pablo Picasso

El 85 aniversario del bombardeo de Guernica por la aviación italo-germana el 26 de abril de 1937 ha servido para apuntalar la versión, ya impuesta por el Gobierno sobre la guerra civil, en plena coincidencia con la propia memoria histórica o democrática manipulada del Gobierno vasco. El Gobierno de España difundió el pasado 26 de abril una declaración institucional y un tuit de Pedro Sánchez –firmado como “representante de la España gubernamental”– en el que se considera que el bombardeo fue uno de los hechos más cruentos de la Guerra Civil”. El ministro de la Memoria Democrática, Félix Bolaños, puso colofón a este mensaje dirigido al PNV y Bildu, comparando la crueldad de Putin en Ucrania con la destrucción de Guernica. El reconocimiento por Sánchez de la destrucción de la histórica villa vizcaína fue calificado por el lendakari Urkullu como “un paso positivo, uno más de los que en el futuro tengamos que seguir dando para construir una memoria basada en la verdad. Hoy sigue habiendo mentira sobre lo que fue la guerra de 1936 y el bombardeo de Guernica y lo que fue el sufrimiento padecido por el pueblo vasco junto a otros pueblos del Estado”. Asumir desde el Estado la versión impuesta por el Gobierno vasco fue la enésima concesión al PNV y sobre todo a Bildu.

Urkullu aplaudió inmediatamente al Gobierno y nos invitó a todos “a construir una memoria basada en la verdad”. No estaría de más que el lendakari convocara, si quiere conocer toda la verdad, a Carlos Olazabal, autor de un documentado e impresionante libro titulado “4 de enero de 1937, ¿el Guernica del PNV?” y de una trilogía titulada “Pactos y Traiciones” (2009) centrada en el papel del nacionalismo durante la guerra civil. La memoria basada en la verdad no se construye, basta con dejar hablar libremente a la historia, sin filtros sectarios y falsificaciones. Y en la versión “oficial” hay clamorosas omisiones. Se silencia, por ejemplo, que milicias del Frente Popular (socialistas, comunistas y anarquistas) la noche del 4 de enero de 1937 asaltaron las cárceles bilbaínas y asesinaron a 239 presos de “derechas”, sin que el consejero de Interior, Telesforo Monzón (PNV), moviera ni un dedo.

La división del PNV en la guerra civil

La otra gran mentira es transmitir la idea de que la de 1936 fue una guerra en la que el pueblo vasco resistió heroicamente hasta la extenuación al ataque desde el exterior de españoles golpistas con el apoyo del fascista Mussolini y del nazi Hitler, uno de los grandes genocidas del siglo XX, tan solo superado por el comunista ruso Stalin, tan venerado por Putin y por los socios comunistas del Gobierno sanchista. Lo cierto es que incluso el propio PNV se partió en dos durante la guerra civil. En Álava y Navarra triunfó el alzamiento desde el primer día y tanto el ABB alavés como el NBB del PNV se sumaron a la sublevación. Además, hubo numerosos guipuzcoanos y vizcaínos en las filas nacionales.

Un mermado Euskadi Buru Batzar (órgano supremo del PNV), pues tan sólo contó con vizcaínos y guipuzcoanos, decidió mantenerse fiel a la II República, pero inició lo que desde la aprobación del Estatuto vasco de 1979 es habitual en la relación de los nacionalistas con el Gobierno de España: negociar la contrapartida.

El precio de la lealtad republicana

En este caso, el precio de la lealtad a la República fue desatascar el proyecto de Estatuto del País Vasco, cuya tramitación parlamentaria había quedado suspendida por las vacaciones parlamentarias de julio y agosto. El 1 de octubre de 1936, ya en plena guerra civil, aunque con la ausencia de los diputados de los grupos de “las derechas”, las Cortes aprobaron la conversión de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya en una “región autónoma” que adoptaba la denominación de “País Vasco”.  La promulgación y publicación de la Ley fue ordenada por el presidente de la República, Manuel Azaña, el día 6 de octubre. Obsérvese que el PNV acepta un Estatuto que no contiene mención alguna a Navarra. Dadas las circunstancias, se preveía la formación de un Gobierno provisional, cuyo presidente sería elegido por los concejales de los Ayuntamientos vascos (en aquellos momentos prácticamente vizcaínos). Socialistas y nacionalistas convinieron en elegir primer lendakari al diputado José Antonio Aguirre, presidente nacional del PNV, mientras el nacionalista navarro Manuel de Irujo, diputado por Guipúzcoa, sería nombrado ministro sin cartera del Gobierno presidido por Francisco Largo Caballero y del que Prieto era ministro de Defensa. Aguirre fue elegido el 7 de octubre y ese mismo día “humillado ante Dios, en pie sobre la tierra vasca” juró su cargo bajo el Arbol de Guernica.  

Guerra de cifras después del bombardeo

En la histórica Villa de Guernica, donde juraban los fueros los señores de Vizcaya y reyes de Castilla, los carlistas solían obtener el cuarenta por ciento de los votos. Fueron requetés vizcaínos del Tercio de Nuestra Señora de Begoña, entre ellos varios vecinos de Guernica, los que entraron en ella el 28 de mayo, dos días después de su devastación. Al ver la magnitud de la tragedia, expresaron su indignación a sus mandos militares y montaron guardia día y noche junto al Arbol venerado para evitar que lo destruyera un grupo de falangistas. He aquí otra demostración más de la fractura de la sociedad vasca.

El 5 de mayo, el lendakari Aguirre cifró en 1.645 las personas muertas en el bombardeo, alimentando así la reacción internacional. Pero su gobierno no pudo contar a los muertos pues como ya he dicho las tropas de Mola entraron en la Guernica dos días después. Con la llegada de la democracia, historiadores guerniqueses decidieron emprender por su cuenta una exhaustiva investigación. Certificaron documentalmente el número de fallecidos fue 120. Suponen 112 muertos menos que los asesinados el 4 de enero anterior en Bilbao.   Véase la Revista del consistorio guerniqués “Aldaba”. Gernika-Lumoko Aldikaria, nº 86, 1997.

Está demostrado que el ataque diseñado por los italianos incluía varios cuarteles militares, tres fábricas de armas, las vías del ferrocarril Bilbao-Guernica y el puente de Rentería, que era el único paso por el que necesariamente debían cruzar las tropas nacionales en su avance hacia la margen derecha del Nervión en Bilbao. Ninguno de los objetivos fue dañado. Pero las bombas incendiaron el casco antiguo donde la mayoría de las casas eran de madera y muchas fachadas se derrumbaron ofreciendo una imagen dantesca.

Al recuerdo mítico del bombardeo, universalmente conocido, contribuyó decisivamente el famoso cuadro “Guernica” pintado por Picasso, por el que el artista percibió del Gobierno republicano 200.000 francos. Peor suerte tuvo otro bombardeo padecido por la histórica ciudad cordobesa de Cabra el 7 de noviembre de 1938, donde  

Otros episodios cruentos

Hubo respuesta aérea de represalia contra Pamplona. Indalecio Prieto, ministro de Defensa, ordenó atacar Pamplona. El 25 de mayo de 1937 un bombardero republicano, quizá de origen soviético, causó la muerte de once personas civiles, entre ellas cuatro mujeres y dos niños. Nadie recuerda su memoria. Por otra parte, los profesionales del rastreo en busca de fosas comunes en España no han sentido el menor interés en localizar los restos de la mayoría de los 150 curas, frailes y monjas navarros asesinados en territorio republicano. Lo mismo ocurre con los más de 8.000 clérigos y monjas asesinados por las milicias de izquierda. El propio ministro del gobierno del Frente Popular, Manuel de Irujo, en enero de 1937 denunció al consejo de ministros la sañuda persecución de la Iglesia con miles de muertos y el incendio y saqueo de casi todos los templos. Ni Azaña, presidente de la República, ni Largo Caballero (el Lenin español, como le llamaban los suyos), ni Prieto, los dos últimos con sendas estatuas en el Paseo de la Castellana de Madrid, se dieron por enterados.

La gran traición de Aguirre

El PNV alardea hoy de que el pueblo vasco ofreció una resistencia heroica frente a los “fascistas”. Nada más lejos de la verdad. Cuando cayó Bilbao el 20 de junio de 1937, el Gobierno vasco se refugió en Santander y el lendakari Aguirre ordenó negociar la rendición, en secreto y con la mediación del Vaticano, con Mussolini, que tenía tropas en el litoral cantábrico. Pretenden hacer creer que esta traición, que violaba la lealtad que ante las Cortes había expresado Aguirre, fue obra de Juan Ajuriaguerra que concertó el pacto de rendición con los mandos italianos. El 25 de agosto de 1937, en Santoña 20.000 gudaris entregaron las armas, arrastrando a la rendición a 20.000 milicianos vascos y asturianos. Fue una gran traición a la República. Pero una cosa era luchar por Euzkadi y otra batallar “en el extranjero” con los exterminadores de la Iglesia, aceptando así las reprimendas que en el Vaticano recibió el sacerdote nacionalista Onaindía, a quien se considera pieza clave en la negociación de la rendición con el conde Ciano, ministro de Exteriores y yerno de Mussolini.  El día anterior a la rendición Aguirre y Telesforo Mozón huyeron a Francia en un avión republicano. (El nacionalista Monzón reapareció en la Transición promoviendo de la coalición Herri Batasuna., brazo político de ETA). Sólo resistieron los socialistas y comunistas asturianos. Pero la resistencia fue inútil pues el Principado fue ocupado rápidamente y el 21 de septiembre las tropas nacionales controlaban todo el Norte, desde Finisterre hasta Fuenterrabía. (Ajuriaguerra

La memoria democrática no puede centrase únicamente en los crímenes del bando nacional, si no quiere lastrar la convivencia. No se puede borrar de la historia todo lo ocurrido al menos desde octubre de 1934, cuando el PSOE y la UGT se sublevaron contra la República “burguesa” para implantar la dictadura del proletariado. En 1942, Prieto confesaría su gran culpa por haber promovido junto a Largo Caballero una Revolución tan cruenta. El golpe de Estado contra la República, con miles de muertos, fue un factor determinante de la guerra civil. Por eso, el arrepentimiento del líder supuestamente moderado del PSOE histórico llegó demasiado tarde.

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