Se ha convertido España estos días en el reino de las casualidades. La más llamativa será estudiada por expertos epidemiólogos de todo el mundo en los próximos años, pues el país celebró decenas de manifestaciones el 8-M, con la covid-19 en pleno ciclo expansivo, y apenas si se contagió ninguno de sus participantes y participantas. El hito es de tales dimensiones que no debería descartarse la opción de que el patógeno disponga de conciencia de sí mismo y decidiera tomarse un descanso aquella tarde. O quizá habría que abundar en la hipótesis de que el feminismo concede inmunidad frente a la infección. O que incluso es su mejor tratamiento: vístase usted de morado, reclame un lenguaje inclusivo y no enfermará.
Cualquiera de estos razonamientos podría parecer una imbecilidad, pero convendría tener amplitud de miras, pues tiene España un especial magnetismo para lo paranormal y ninguna posibilidad se puede descartar. En Liérganes apareció un día un hombre con forma de pez. Y en la casa de una señora de Bélmez de la Moraleda surgieron un buen día caras -en una pared- que pertenecían a los muertos. Dicen que en la Catedral de Toledo se conservan gotas de leche materna de la Virgen que ni en cientos de veranos se evaporaron. Cosa extraña, aunque no tanto como el fenómeno que que se ha manifestado estos días en este país, y es que un agente microscópico ha infectado y matado a más o menos personas en función de los planes del Gobierno, lo que revela una extraña comunión de intereses que debería ser estudiada por los expertos en ciencias ocultas.
Llevaba España desde febrero sin contar al menos un muerto diario por la covid-19; y fue ayer cuando se declaró el primer día sin fallecidos. El hito no se produjo en una fecha cualquiera, sino a pocas horas de que Pedro Sánchez anunciara en la tribuna del Congreso de los Diputados su intención de aprobar un decreto -adelantado por Vozpópuli- para regular la 'nueva normalidad'. Por tanto, en el momento en el que tocaba destacar el final de la crisis y hacer un balance positivo de la gestión del Ejecutivo.
El Gobierno miente y manipula con las muertes del mismo modo que ha controlado la vida a su antojo durante las últimas semanas.
Podría decirse que el Gobierno miente y manipula sin rubor con las muertes, del mismo modo que ha controlado la vida a su antojo durante las últimas semanas. De hecho, las comunidades autónomas han comunicado en las últimas horas más de 30 fallecimientos -tal y como detalla este artículo- que no aparecían en los datos de este martes del Ministerio de Sanidad. Por no hablar de que el número oficial de decesos por la covid-19 es de casi 20.000 personas menos de las que ha contado el Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que da una idea de la precisión con la que se elaboran los informes diarios.
Pese a todo, no conviene criticar al comité de expertos, ni dudar de sus intenciones, ni del conteo de decesos que realizan, dado que lucen infinidad de medallas en su expediente académico y, ya se sabe, eso les hace inmunes al error y a la manipulación gubernamental.
Existe un síntoma de subdesarrollo intelectual que es todavía más grave que el que apuesta por esquinar la ciencia en detrimento de la superchería. Es el que otorga el rango de verdad absoluta a lo que dice cualquiera con bata blanca; y el que se cree al pie de la letra la verdad oficial. El paternalismo que se desprende de esa actitud sólo se explica en la ignorancia y en la complacencia, algo que se ha manifestado de forma abundante en estos tiempos. No sólo por quienes no cuestionaron ni la dimensión ni la duración del confinamiento de entre los ciudadanos, sino también por los palmeros mediáticos que adoptaron como dogmas auténticas patrañas de la propaganda gubernamental.
Por eso, de un día para otro, el Gobierno y la gran mayoría de los medios pasaron de advertir de la terrible situación sanitaria que vivía España a abundar en las fases del desconfinamiento. Entonces, desaparecieron los uniformados de las ruedas de prensa diarias y se dejó de hablar de sanciones y detenciones. Por eso, casi de la noche y la mañana pasó de advertirse de los riesgos para la salud de las mascarillas -cosa terrible- a recomendarse su uso. Y por esa misma forma de actuar, primando la siensia sobre la ciencia, el 8-M se animaba a manifestarse a las mujeres y, poco después, se impusieron medidas extremas de distanciamiento social.
La frase más memorable de todas las que forman parte del amplio catálogo de propaganda oficial es que la que afirma que “el sistema sanitario estuvo a punto de colapsar en abril”. Apréciese la media verdad que incluye, pues con la consigna de no admitir a los 'muy ancianos' en las UCIs y no atender a los enfermos de las residencias de ancianos -donde han muerto casi 20.000 personas-, parece demasiado obsceno incluir entre la lista de méritos el haber evitado que los hospitales se abarrotaran. Era fácil si se tiene en cuenta que una parte de los enfermos graves se murió en los asilos.
Otras mentiras
Como era este miércoles cuando Pedro Sánchez se presentaba al Congreso por última vez para pedir la última prórroga del estado de alarma, tocaba hacer balance de estos meses y exponer toda esta sucesión de casualidades. Cuesta encontrar el fragmento más emocionante de su discurso, pero quizá habría que quedarse con el propósito de enmienda que ha realizado su Gobierno, pues después de dos años de duro esfuerzo para situar a adeptos al frente de las instituciones del Estado y de las empresas públicas, ha asegurado: “Nuestros hijos e hijas, nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, deben tener las mismas oportunidades y los mismos derechos”.
Se ve que, al fin, han concluido que la capacitación debe primar sobre los méritos partidistas a la hora de ocupar ciertos puestos en la Administración. Todo, el mismo día en que se han registrado cero fallecidos, se ha anunciado el próximo fin del estado de alarma y se ha confirmado la elaboración de un decreto para regir la 'nueva normalidad'. Ya es casualidad. Como también lo es que, este miércoles por la tarde, tras el speech en el Congreso, se corrigiera al alza la cifra de muertos ayer. Ya no eran cero.