Nadie sabe todavía por qué, cuáles son las causes del naufragio del pesquero Villa de Pitanxo. Nadie sabe cómo fue posible que 21 trabajadores del mar perdieran la vida en las frías aguas de Terranova. Ahora los voceros oficiales y la prensa generalista no disponen de un capitán griego para cargarle el desastre. Las informaciones que han ido apareciendo desde que se conoció la noticia del accidente del arrastrero-congelador Villa de Pitanxo han constituido un bochornoso ejercicio de ignorancia.
Han proliferado las informaciones que hablaban de la “versión oficial”, como si no supiéramos por experiencia que lo que expelen los organismos gubernamentales suele ser un relato ficticio cuyo único propósito es alejar de su ámbito cualquier responsabilidad. Recuérdense los casos del Prestige, del Aegean Sea, o los casos de los pesqueros O Bahía y Nuevo Pilin (2004), Siempre Casina (2005), o Nuevo Pepita Aurora (2007). Entre tanto llega esa versión oficial, los medios se han entretenido hablando de una insólita inundación por popa, un imaginativo corrimiento de carga o una imprecisa inundación masiva que habría hundido el pesquero en pocos minutos sin que los tripulantes pudieran abandonarlo de forma ordenada.
Algunos, más osados, han echado en falta los botes salvavidas (los pesqueros sólo están obligados a llevar balsas salvavidas de destrinque automático). Todos se han sorprendido de que las posibilidades de sobrevivir en aguas próximas a los cero grados son prácticamente nulas a menos que se disponga de abrigos adecuados, una balsa y un traje de supervivencia
Han proliferado las informaciones que hablaban de la “versión oficial”, como si no supiéramos por experiencia que lo que expelen los organismos gubernamentales suele ser un relato ficticio cuyo único propósito es alejar de su ámbito cualquier responsabilidad
El capitán de la marina mercante Luis Antonio García Martínez, que ha estudiado en profundidad los accidentes de barcos pesqueros españoles en los últimos años 20 años (véase su artículo en Naucher Global el pasado 9 de diciembre), con 62 muertos acumulados, atribuye estas tragedias a problemas de diseño en las nuevas embarcaciones. Problemas de diseño provocados en la mayoría de los casos, por las condiciones que regulan el esfuerzo pesquero y condicionan el aporte de toneladas de desguace para las nuevas construcciones. Se pueden estar forzando los límites de estabilidad y flotabilidad hasta el punto de caer en riesgo de siniestro, concluye García Martínez.
Añádase a eso la dureza extrema del trabajo en el sector pesquero, sin horarios, con jornadas agotadoras que superan con creces todos los límites legales, con frío polar o con un calor infernal. La pesca manda y hay que aprovechar el banco o el cardumen detectado cualquiera sea el estado de la mar.
¿Sabremos algún día por qué naufragó el Villa de Pitanxo? ¿Afrontaremos algún día las causas reales de los siniestros marítimos y legislaremos para que no haya más muertos en la mar? Probablemente no. Creer otra cosa sería ignorar la triste historia de las comisiones oficiales de investigación de siniestros marítimos que en España han sido, capaces de atribuir el naufragio del pesquero O Bahía, ocho muertos, a un ¡exceso de velocidad!; y el hundimiento del Nuevo Pepita Aurora, también ocho muertos, a un exceso de carga (¿?), siendo que ambos barcos eran muy similares y en ambos eran evidentes los fallos de diseño. Las versiones oficiales resultan muy tranquilizadoras cuando no queremos ver la verdad ni trabajar para evitar nuevos accidentes.