Se vuelven a publicar estos días los datos que la CEOE tiene respecto del nivel de absentismo laboral en España desde donde se plantean luchar de forma más contundente contra éste y sus efectos, proponiendo, entre otras medidas, explicar a los médicos de familia el problema que supone conceder determinadas bajas por enfermedad común y dar por hecho, a priori, determinada duración, sin otro tipo de medidas de control o revisiones intermedias.
Como viene siendo lamentablemente habitual, los datos de absentismo en las empresas son alarmantes: por horas perdidas, las ausencias en 2018 fueron equivalentes a que 753.000 asalariados no fuesen a trabajar ni un día en todo el año, lo que supone el 5,3% de los asalariados, y un ascenso de 52.000 casos más que en 2017, según el último informe de Adecco. Manifiestan desde la patronal que el coste directo para las empresas es de 6.900 millones de euros y para la Seguridad Social y las mutuas en prestaciones un coste de 7.498 millones en 2018, con un crecimiento del 12% respecto al ejercicio anterior. Por dicha causa las empresas dejan de producir bienes y servicios por valor de 70.741 millones de euros.
El coste directo para las empresas es de 6.900 millones de euros
Muchos nos preguntamos cómo se puede parar esta sangría de inactividad, por un lado, y de elevados costes, por otro, tanto para las empresas como para la Administración Pública. Más aún cuando las arcas de unos y de otros no están especialmente boyantes y tenemos en ciernes otro período de desaceleración (o recesión).
Quizás deberíamos sensibilizarnos y madurar como sociedad y como trabajadores: no es lo mismo no encontrarse bien, o no estar en plenas facultades, que no poder ir a trabajar o, peor aún, no ir en varios días o meses. Lo cierto es que las enfermedades o dolencias lo suficientemente serias como para justificar este volumen anual de ausencias del puesto de trabajo en España no son tan elevadas, y menos aún para ausencias de varios días o de varios días repetidas a lo largo del año.
Lo triste de la situación es que, si no nos concienciamos del perjuicio de las ausencias poco o nada justificadas, seguiremos alentando los casos que esconden comportamientos ciertamente poco profesionales -y moralmente dudosos- con las empresas, encubriendo en muchos de los casos meros desgastes emocionales, o pulsos con el empresario para protestar ante cualquier decisión o cambio. Una situación que no sólo perjudica a la empresa y a los compañeros que asumen las ausencias, sino que eleva los costes de gasto público que, debemos recordar, se sufragan con los impuestos de todos.
Las situaciones de baja prolongadas y repetitivas de un mismo trabajador, deberían hacer saltar algún tipo de resorte a la Administración o autoridad competente para su denuncia y remedio
Los profesionales dedicados a RRHH o en las asesorías jurídicas de las empresas se ven continuamente enfrentados a situaciones de bajas por incapacidad temporal (IT) que, casualmente, ocurren en muchos casos en circunstancias en las que el empleado ha sido previamente advertido, con mayor o menor alcance, sobre su trabajo o dedicación en la empresa, o en situaciones de cambios de condiciones, donde las bajas por IT proliferan de forma más alegre. Prueba de ello es la reducción del absentismo que, por miedo a perder el trabajo, se produjo en España durante la crisis.
No debe olvidarse que el empresario actual, sometido a una extensa y rigurosa normativa, continuos controles e inspecciones legales, de todo tipo, siendo el mayor contribuyente de la Seguridad Social, no encuentra justa reciprocidad por parte de la Administración para coordinar un control más férreo de este tipo de situaciones, que eviten los abusos. Desde luego, deben respetarse los derechos de los trabajadores y qué duda cabe, la salud es lo primero y con ella no se debe jugar, pero también es importante dar soporte a las empresas para evitar engaños o situaciones fraudulentas que tienen que gestionar ellas mismas, a base de largos y costosos procesos de investigación y jurídicos para ver si pueden poner fin a la situación (no siempre fácil, por otro lado), mientras cargan con los mismos costes y con la falta de trabajo (a repartir) del ausente.
Bajas prolongadas
Las situaciones de baja prolongadas y repetitivas de un mismo trabajador, deberían hacer saltar algún tipo de resorte a la Administración o autoridad competente para su denuncia y remedio, a efectos de evitar engaños y deslealtades hacia las empresas y la propia Seguridad Social, tal y como reclaman los datos proporcionados por la CEOE, con medidas de control y cruces de datos entre ambulatorios, revisión de un tribunal médico ante determinados números de bajas en ciertos períodos, suspensiones de prestaciones ante un volumen de bajas de corta duración en un ejercicio…y similares, dado que no pueden continuarse abonando prestaciones públicas que no se corresponden con una (o varias) situación -médica- real.
Ampararmédicamente esas ausencias y mantener un sistema que alienta a los trabajadores, o a sus representantes legales, abogados o asesores, a que las tramiten con la Seguridad Social como medida de presión o solución a determinadas situaciones personales o conflictos con el empresario, no es admisible y no nos lo podemos permitir.
Dejar de abonar complementos salariales para la IT que supongan percibir casi, o la totalidad, del salario mientras dura la baja, pueden ser una de las soluciones
En caso de que sigamos así se conseguirá, como acaba pasando siempre, que “paguen justos por pecadores”, viéndose las empresas abocadas a solucionarlo con medidas más restrictivas que las mantenidas hasta ahora. Dejar de abonar complementos salariales para la IT que supongan percibir casi, o la totalidad, del salario mientras dura la baja, pueden ser una de las soluciones que se planteen para ver si, al menos, el detrimento económico que le supone al trabajador estar de baja, le “anima a recuperarse” y ocupar su puesto de trabajo cuanto antes. Plantear promociones profesionales, o pluses o gratificaciones que premien la asistencia, puede ser otra forma de desincentivar las ausencias.
En definitiva, si bien son necesarias reformas de calado en el mercado de trabajo, que mejoren el nivel y la calidad del empleo, algo hay que hacer también desde la Administración, de forma que ayude a las empresas a reducir el absentismo y sus perniciosos efectos para la productividad y organización de las empresas y de los trabajadores, y las arcas de la Seguridad Social.