Opinión

Noli me tangere

Según el Evangelio separatista, así habló Puigdemont a Torra, al revelarle que deseaba resucitar en la política catalana. Palabra se fugado, te alabamos, Pujol

  • Puigdemont y Torra.

Son tiempos de descreídos y ya casi nadie acude, lamentablemente, a las eficacísimas y siempre sabias enseñanzas de las Santas Escrituras. Pero hete aquí que los separatistas, con una ultra conservadora cosmovisión del mundo, todavía se aferran a algunas de ellas – no a todas – según les convengan. Conforman, como muchos saben, una nueva religión y de fe se nutren sus seguidores, que no de hechos. De ahí que Puigdemont, al que Torra vuelve por enésima vez a proponer como candidato a la investidura, haya dicho las palabras que María Magdalena oyó de labios del propio Jesucristo resucitado: noli me tangere, no me toques. También pueden traducirse como déjame ir, pero estando ya fuera el susodicho no han de ser interpretadas en tal sentido. Si acaso, lo que algunos de sus excompañeros le dirían es "vente p’aquí", porque irse, lo que se dice irse, hace mucho tiempo que se fue. Si alguien desea comprobar la cita bíblica, no la del fugado, acuda al Evangelio: Juan, 20,17.

No hay que tocar a estos seres prodigiosos, cuasi celestiales, ciertamente. Porque somos simples mortales y el pan de los ángeles queda en exclusiva para estos. No hay que tocar a Puigdemont, como tampoco hay que rozarle la punta de la estelada a Torra, y ahí está su profeta, la señora Budó, cual Juan Bautista, para decirlo en rueda de prensa. No cree – lo considera "inimaginable" – que pueda procesarse al actual presidente de la Generalitat, que tiene una cita los próximos 25 y 26 de este mes con la justicia. Torra, que solo oye las voces que de su interior emergen, cual novísima encarnación de Juana de Arco, Bernadette y los tres pastorcillos de Fátima en un solo cuerpo, desoyó olímpicamente las advertencias que ese sanedrín de paganos llamado Junta Electoral le dirigió, instándole a que descolgase pancartas y símbolos de los edificios públicos. Desobediencia o, subsidiariamente, denegación de auxilio a la autoridad competente, lo llaman.

Torra es un héroe, un patriota, un guía iluminado de la Cataluña independiente, al igual que lo fue aquel Moisés que sacó de la esclavitud faraónica al pueblo de Israel

Así las cosas, al mártir lo llama a declarar el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña para pedirle cuentas, en un alarde de descaro religioso. Porque, ¿quiénes son ellos para pretender juzgar a quien cree desempeñar una misión divina? ¿Quién les ha dado la potestad para cuestionar los actos que llevan a cabo los apóstoles de la estelada? He aquí lo que plantea Budó, y lo que sin duda también hacen los fieles de esta nueva iglesia, edificada sobre máximas y esperanzas infalibles, telúricas, visionarias.

Así es, nadie debe tocar ni un cabello de ellos, porque ellos viven en un estado que va más allá del común y deben tener un tratamiento harto distinto ante la justicia de los hombres, que no reza con ellos.

Budó lo dice, aferrándose a las Sagradas Escrituras separatistas: hay presos políticos, hay exiliados, existe un entorno de represión continuada. Torra es un héroe, un patriota, un guía iluminado de la Cataluña independiente, al igual que lo fue aquel Moisés que sacó de la esclavitud faraónica al pueblo de Israel, si bien a costa de pasearlo décadas por el ciertamente incómodo desierto.

La diferencia entre aquellos procesionarios y los actuales es que los primeros, hartos de tanto maná y de tanta vuelta y revuelta, llegaron a crear un becerro de oro y preciso fue que Moisés, dejando a la zarza con la palabra, bien, la llama en la boca, descendiese y lanzara sobre sus torpes cabezas la ira de Dios, que siempre ha sido grande en el Sinaí en célebre frase.

Los turiferarios del proceso, sin embargo, tienen una fe infinitamente mucho mayor que aquellos debiluchos. Ellos aun se creen consignas deshilachadas como "Lo volveremos a hacer", "Tsunami democrático" o las consabidas "Europa nos ampara", "Existe un plan B" o "Unidad ante todo". Efectivamente, que nadie los toque, porque su robusta fe no admite más lógica que la del orate ni su supremacismo otra subordinación que la que profesan a su líder. Lo de acatar leyes y jueces queda para nosotros, pobres pecadores destinados a las llamas de su infierno, un infierno que precisa de combustible continuamente para no apagar sus llamas. Amén.

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