Pues parece que estamos en lo de siempre…parece que la solución al “conflicto catalán”, léase: la solución al conflicto del separatismo catalán, pasa y debe pasar por la asunción de los marcos mentales y las prenociones nacionalistas, no salimos de este bucle sin fin en el que sólo las “reivindicaciones” del separatismo están legitimadas para entrar en el cuadrilátero en el que se ha convertido la arena sociopolítica catalana.
La última “propuesta de resolución” del conflicto la podemos leer en La Vanguardia de la mano de Juan-José López Burniol, el autor hace una propuesta de cuatro puntos que debería llevar a cabo una Gran Coalición (de izquierdas y derechas) en Madrid para desbloquear la situación en Cataluña, es paradójico que estas “demandas” en forma de cuatro puntos se presuponen como el necesario denominador común y punto de encuentro de todos los catalanes o de una gran mayoría de ellos (obviando a los que no estamos de acuerdo), por lo que paso a comentar, punto por punto lo expuesto por Burniol:
a) "El reconocimiento nacional de Cataluña”: ¿qué significa “reconocimiento nacional"? ¿hablamos de una concepción estado/nación ilustrada y, quizás, antagonista a “España”? ¿nación histórica –espíritu de las naciones de Hegel-? ¿nación cultural o idiomática de Fichte? ¿acaso el concepto de nacionalidad recogido en la Constitución no es más cercano a lo que es la realidad sociopolítica catalana recogida, incluso, en los estudios del CEO (el CIS catalán)? ¿en serio hemos de dar plácet de legitimidad a los que creen en las naciones preexistentes y por encima ya no solo de las leyes sino también de los ciudadanos? ¿de veras hemos de gastar nuestras energías en yermos debates nacionalistas cuando precisamente el problema hay que resolverlo por elevación, esto es, mirando a Europa? Parece que estamos ante el problema y el prisma anacrónico que se enfrentó Aristóteles, mientras se ensalzaba el sistema político de las Polis griegas, su discípulo, Alejandro Magno, a golpe de sarissa, estaba construyendo un mundo nuevo en el que las teorías platónicas/aristotélicas ya formaban parte del pasado…
b) "La atribución exclusiva a la Generalitat de las competencias identitarias (lengua, enseñanza y cultura)": ¿competencias identitarias? Para empezar, cabría preguntarse ¿más exclusividad aún cuando el problema es precisamente el contrario: la conculcación de los derechos a la pluralidad de los catalanes por la obsesión precisamente por imponer un identitarismo excluyente por parte de la Generalitat? ¿alguien cree que existe algún tipo de imposición totalitaria en estas tres competencias cuando únicamente se pide que se vele y reconozca la diversidad lingüística y cultural en Cataluña y que la enseñanza sea un reflejo natural de la misma? ¿acaso es normal que la única forma de poder ejercer estos derechos, ante la agresividad de las instituciones públicas catalanas, sea recurrir a la justicia y exponerse a la muerte civil por parte del aparato de presión social creado por el separatismo?
c) "La limitación de la aportación al fondo de solidaridad y una Agencia Tributaria compartida": Entramos en el meollo de la cuestión ¿limitar la solidaridad respecto qué y a quién? ¿se referirán al actual (y menguante) superávit comercial de las empresas catalanas con el resto de comunidades? ¿quizás estarán hablando de la solidaridad del barrio de Pedralbes en Barcelona con el de Nou Barris? ¿o quizás del Municipio de Sant Cugat con el de Ripollet? Lo lamentable de este tipo de juegos del lenguaje es que esconden, precisamente, cierto clasismo junto a un complejo de superioridad impropio de las democracias porque ¿acaso no son las personas y las empresas las que pagan los impuestos en función de sus rentas y riquezas y esa es la base de la verdadera solidaridad en una comunidad de ciudadanos? Fijémonos en el marco mental que subyace a estos planteamientos, ya no solo es el clasismo, estamos ante una visión organicista de las sociedades y aquí está la clave del porqué de la aparente irresolubilidad del problema con el separatismo catalán.
¿Agencia Tributaria compartida? Esta especie de espiral tautológica solo es una perversión (más) del lenguaje, parte de la lógica aquella de “la República no existe, idiota”, porque la Generalitat es Estado y proponen compartir una función del Estado con el Estado…y en esa estamos, perdiendo el tiempo en fuegos de artificio en vez de focalizar en la optimización de los recursos públicos y la delimitación del alcance y las posibilidades de los mismos.
d) “La consulta a los ciudadanos catalanes para que ratifiquen, en su caso, el acuerdo adoptado”: Parece que volvamos al punto de partida del lío en el que estamos metidos en Cataluña desde hace unos cuantos años, ¿una consulta, pero qué tipo de consulta? ¿acaso pretenden volver a reeditar la trampa de la consulta del Estatut para reforzar la estrategia actual de parte del separatismo, esto es, el giro posibilista de ERC, que consiste básicamente en proyectar su final apoteósico a diez o quince años vista?
Resulta llamativo cómo se pide una Gran Coalición en el gobierno de la Nación y, sin embargo, el Parlament de Cataluña solo se ha puesto de acuerdo para aprobar una ley en más de año y medio
De todo lo expuesto hasta aquí, algunos comentarios más que creo relevantes:
No podemos caer en este tipo de trampas conceptuales, no hemos de creernos que las reivindicaciones políticas del nacionalismo por supuestos déficits económicos, fiscales o competenciales son los que han provocado la deriva separatista, esa es una inversión de la realidad, el separatismo, como buen movimiento romántico, tiene un sueño teleológico y busca (y la mayoría de veces inventa) argumentos supuestamente racionales con los que “hechizar” a una parte de la ciudadanía y darle la vuelta a la realidad, ellos tienen un proyecto y construyen un armazón seudo-argumental para sostener lo insostenible.
Por otro lado, resulta llamativo cómo se pide una Gran Coalición en el gobierno de la Nación y, sin embargo, el Parlament de Cataluña solo se ha puesto de acuerdo para aprobar una ley en más de año y medio ¿cómo pretendemos desde Cataluña dar lecciones cuando no somos capaces siquiera de consensuar la naturaleza del problema y la realidad que subyace a ella? Esta realidad pasa porque no estamos ante un problema entre “Cataluña y España” (no existe esa situación dicotómica), ni siquiera ante un problema competencial, fiscal o jurisdiccional, estamos ante la pretensión de imponer una ideología por parte de una minoría nacionalista (47,5% votos en las elecciones del 21 de diciembre de 2017), estamos ante una tiranía de la minoría sobre una mayoría, y esta ideología, este programa separatista está por encima de las leyes democráticas, de la democracia y de los ciudadanos, en resumen: el problema en Cataluña es un problema entre catalanes, entre aquellos que se han creído los cantos de sirena nacionalista y aquellos que no somos considerados como ciudadanos o, peor aún, no somos considerados como verdaderos catalanes y, por tanto, no dotados con derechos cívicos. Como decía más arriba estamos ante la confrontación entre esa visión organicista de las comunidades de la “Edad de la deshonestidad” en las que el individuo está supeditado a la “nación” frente a la democrática en la que el ciudadano es y debe ser el centro de la política y de la libertad, como decía Heinrich Heine a mediados del siglo XIX previniendo de un nacionalismo que luchaba por la libertad de Alemania, pero no por la libertad de los alemanes…
Para finalizar y partiendo del Principio de la Realidad, esto es, de que estamos ante un problema entre catalanes y que hay una parte considerable de ellos que aún creen en el programa secesionista proyectado por la Generalitat. ¿Cómo podemos encarar este conflicto? Para empezar por reconocer que no existe una voz unívoca que expresa indefectiblemente la opinión de “Cataluña”, que somos los catalanes los que nos hemos de poner de acuerdo antes de exigir a los demás lo que tienen que hacer, que todo pasa por el diálogo, pero un diálogo democrático y sincero, pero a qué me refiero con “diálogo democrático”, pues cosas tan básicas como que en democracia solo se puede hablar desde el cumplimiento y el respeto a la Ley a sabiendas de que ésta es modificable y perfectible si existen la mayorías y los consensos necesarios, que hemos de dar la misma legitimidad a todos los actores políticos que representen a la sociedad, que dichos agentes deberían representar al máximo número de ciudadanos y que estuvieran recogidas todas la sensibilidades, que lo que se buscase fuese maximizar el bien común y huir del esencialismo y, desde la sinceridad, si queremos (re)construir una sociedad plural, abierta y vanguardista como una vez fue la catalana, hemos de empezar por ser honestos con nosotros mismos y dejar de lado el cinismo que ha señoreado en la política catalana durante los últimos decenios.