Ha sido el mayor escándalo registrado en un parlamento europeo desde que en 1933 Adolf Hitler impuso en la república de Weimar su Ley Habilitante que le iba a permitir aprobar leyes sin la participación del parlamento, no sin antes encerrar a los diputados del PC alemán en campos de concentración. La Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich otorgó a los nacionalsocialistas poderes dictatoriales bajo una apariencia de legalidad. Una vergüenza que no se repetía en suelo europeo desde hace 84 años. “¿Qué les hemos hecho, aparte de financiar su ruina? ¿En qué les hemos ofendido?”, se preguntaba esta semana un notable del entorno de Mariano Rajoy. En marzo de 2016, Luis de Guindos, de regreso de una reunión del Eurogrupo en Bruselas, se reunió en una sala del Prat con Oriol Junqueras. El vicepresidente catalán había lanzado un SOS al Gobierno de la nación: Standard & Poor's tenía a punto el anuncio del default de Cataluña, asediada por una deuda que supera los 75.400 millones. De Guindos consiguió parar el golpe con S&P, y el FLA inyectó en 2016 no menos de 8.000 millones. De acuerdo con el Sistema de Cuentas Públicas Territorializadas (SCPT) publicado estos días por Hacienda, Madrid registró en 2014, último año disponible, un déficit fiscal (impuestos pagados al Estado frente a ingresos recibidos) de 19.205 millones, equivalente al 9,2% de su PIB, el doble de lo que atribuye a Catalunya, 9.892 millones, el 5% de su PIB. Todo era mentira. Todo burda manipulación.
Los Gobiernos de la democracia han dicho siempre que sí a todo tipo de reclamaciones, reales o ficticias, del nacionalismo catalán, cediendo de forma permanente al chantaje. Ceden desde el momento en que aceptan el expolio de Banca Catalana y miran para otra parte en lugar de meter a Jordi Pujol en la cárcel. El Estado claudica, sale clandestinamente de Cataluña y deja manos libres para que una élite reunida en torno a la familia de don Pujolone se enriquezca a manos llenas, a cambio de que en Madrid lo hagan alternativamente PSOE y PP, amén del Emérito en Zarzuela. Siempre apostando a estrategia ganadora, siempre exprimiendo la teta, siempre sacando ventaja del apoyo a los Gobiernos centrales. Jamás pensando en la posibilidad de perder la apuesta. Una mezcla explosiva de 3% clientelar y Volkgeist alucinógeno. El suflé estalla con la llegada de la crisis y el destape del 3%, momento en que la familia y sus edecanes, con Artur Mas a la cabeza, inician una huida hacia adelante dispuestos a escapar de la acción de la justicia y del Estado de Derecho. La novedad es la incorporación de la izquierda revolucionaria y comunista al Movimiento Nacional de los Pujol, Sumarroca, Bagó, Carulla y compañía como guardia de corps, como “camisas pardas” del prusés. Las CUP, que jamás se han enfrentado a los Pujol, son las SA del independentismo; Omnium y ANC son su NSDAP.
Es evidente la responsabilidad de la clase política instalada en Madrid en lo que está ocurriendo estos días
Es evidente la responsabilidad de la clase política instalada en Madrid en lo que está ocurriendo estos días, aunque a estas alturas no merece la pena extenderse en algo sobre lo que se ha escrito mucho. Los independentistas han quedado retratados esta semana con sus Leyes Habilitantes. La “revolución de las sonrisas”, la “love democracy”, y otros eslóganes similares manejados por el aparato de propaganda 'indepe' para consumo del editorialista del NYT, eran apenas una simple farsa montada por el totalitarismo supremacista, convencidos ellos de que tienen derecho a pasarse la legalidad por el arco del triunfo porque son diferentes, y al decir diferentes quieren decir que son superiores, de otra raza, de otro metal de mejor ley, de modo que al resto de españoles, seres inferiores, no les queda otra alternativa que resignarse.
Un tenso Consejo de Ministros
Ahora ya sabemos que estos aventureros fanatizados van a por todas. El tiempo de los tratos se acabó. No es solo el régimen del 78: es España como nación la que se juega su supervivencia, puesto que la independencia traumática de Cataluña supondría la ruptura de este país de siglos en múltiples piezas abocadas al pillaje de las oligarquías locales, a la pérdida de libertades y a la pobreza, amén de a la insignificancia en el plano internacional. El Estado está obligado a responder al reto que los golpistas catalanes le han planteado. El Consejo de Ministros del jueves pasará a la historia como uno de los más tensos vividos en el recinto de Moncloa. Tensos por la importancia de lo que estaba en juego. Sólo dos ministros realizaron una intervención bien construida. Ambos abogan por una respuesta “firme y proporcional”. El Gabinete ha perdido peso relativo tras la retirada de gente como García-Margallo (“lo que salía por esa boca, válgame Dios”), como Cañete, como Soria, como Pastor, como el propio Fernández Díaz. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría interviene bastante, siempre por motivos procedimentales, jamás políticos. Sorprende el silencio de Cospedal o de Zoido, por citar solo a dos, y el bajo tono de Montoro. Es Mariano quien, al parecer, más firme se muestra.
Escuchando el jueves el discurso en el Parlament de la representante de la CUP, la doña del desodorante que al caer la noche se definió desde el atril como “antisistema, socialista y comunista”, en muchas familias catalanas que han tonteado con el prusés cundió el pánico. ¿Qué será de nuestras masías en la Cerdaña en una Cataluña gobernada por esta tropa? Las llamadas a Moncloa por parte de gente muy notable se han sucedido en las últimas horas: “Tenéis que darles un buen escarmiento”. Nadie sabe si Mariano será nuestro Hindenburg o nuestro Bismarck, pero, si hemos de dar crédito a lo que aseguran en el Ejecutivo, “el presidente está decidido a dar a los sediciosos la respuesta adecuada”. ¿Simplemente a base de abogados y recursos al TC? “Con lo que sea menester. En un Estado democrático, la aplicación del principio de legalidad termina en el uso de la fuerza ante quien se niega a aceptar las sentencias de los tribunales”. En el Ejecutivo son plenamente conscientes de que pueden surgir altercados callejeros y quizá algo más. En presidencia preocupa en particular la jornada de mañana, celebración de la Diada. Y una orden taxativa: “Es prioridad absoluta evitar una víctima mortal antes del 1 de Octubre”.
La ruptura ha llegado y de la peor forma posible: como una manifestación de fuerza, un desafío al Estado de Derecho coronado por el canto de Els Segadors
Fue un tal Maquiavelo quien dijo que “No se debe permitir jamás que continúe un desorden para evitar una guerra porque no se la evita, sino que se la retrasa con desventaja propia”, es decir, se asegura primero el desorden y luego la guerra, afirmación que emparenta directamente con otra de Winston Churchill en famosa replica a la cobardía de un premier, Lord Chamberlain, que volvió de Munich convencido de haber logrado un acuerdo de “paz para una era”, tras apaciguar a la fiera nazi: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor y tendréis la guerra”. Han sido muchos los Chamberlain españoles que creyeron que cediendo a las pretensiones de los Pujol lograrían aplacar las siempre insatisfechas demandas nacionalistas. La ruptura ha llegado y de la peor forma posible: como una manifestación de fuerza, un desafío al Estado de Derecho coronado por el canto de Els Segadors, su Deutschland über alles. “La vida es esto; crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad”, que dice uno de los personajes de Baroja en El mundo es ansí. Todo un reto para el Ejecutivo, obligado a emplearse a fondo y sin vacilaciones, sabedor de que muy posiblemente tenga que hacer frente en la calle a la revuelta de quienes solo mediante un conflicto a gran escala podrían lograr sus objetivos, porque solo rompiendo España podría la minoría golpista hacer realidad la independencia.
La victoria tiene que ser contundente
No hay más remedio que derrotarles. El triunfador en la batalla acaba imponiendo su versión de la historia en los libros de texto. “Triunfad siempre, no importa cómo, y tendréis razón siempre”, que dijo Napoleón. Una victoria que tiene que ser contundente, para que al cabo de la calle no estemos en las mismas. Derrotar al golpismo y aprovechar el viaje para darnos un respiro de años, para darle a España la oportunidad de enderezar de una vez por todas el rumbo como país moderno, tolerante, culto y rico, reñido con la corrupción y respetuoso con la ley. Abordando el problema de fondo de esta España madre y madrasta, que no es otro que la pobre calidad de nuestra democracia. Corrigiendo los errores de diseño territorial que nos han llevado hasta aquí. Victoria clara, aunque eso nos sitúe en el corto plazo ante una sociedad catalana más dividida, cuyas demandas razonables y justas puedan ser atendidas por el Estado democrático. No las del golpismo derrotado, naturalmente, sino las de los millones de catalanes que aspiran a mejorar sus condiciones de vida en el marco de una democracia digna de tal nombre, ello sin volver a la compra provisional y ambigua de lealtades como tantas veces ha ocurrido.
¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Puigdemont y los restos de una Convergència representante de esa burguesía idiota que se ha dejado convencer por los cantos de sirena del nacionalismo golpista? Está por ver si van a ser capaces de llevar la revuelta a la calle utilizando los “camisas pardas” de la CUP. Basta con que una minoría de esos cafres antisistema que tanto abundan en Barcelona se ponga a quemar coches en el Paseo de Gracia, para que se arme el taco. Ahí te quiero ver, Mariano, obligado hoy más que nunca a ser “astuto como la zorra y feroz como el león” (de nuevo Maquiavelo), a usar la fuerza y la prudencia en paralelo, porque “un príncipe tiene necesidad de saber usar a un mismo tiempo de una y otra, puesto que la una no podría durar si no la acompañara la otra… lo que él debe imitar son la zorra y el león enteramente juntos”. Casi nada para el héroe taimado de Pontevedra. Valen las últimas palabras de la alocución dirigida por el general Domingo Batet, español de pro a fuer de catalán, a los ciudadanos de Barcelona tras la rendición de Companys y el resto de los sublevados en octubre de 1934: “El derecho y la democracia subsistirán siempre, porque somos nosotros los que los defendemos, y no los que con estas mismas palabras siempre en la boca se alían con los enemigos del orden y de la sociedad”.