Opinión

Operación desembarco: los ‘marielitos’ del PP en busca de la playa de Ciudadanos

Sorprende el número creciente de hombres y mujeres que ayer mismo defendían las bondades de Rajoy y andan buscando desesperadamente contactos en el partido naranja

  • Albert Rivera en un mitin.

Me lo comentaba, esta misma semana, un joven y preparado hijo de quien fue ministro de José María Aznar López: “Aquí ya no hay futuro, voy a ver si me afilio a Ciudadanos”. Así, sin despeinarse. Le pregunto por cómo lo ve su padre y la respuesta deja poco lugar a dudas: “A él no le parece mal, sabe que me apasiona la política y me desea lo mejor, por eso aprueba mi acercamiento a los de Rivera. Además, mi padre siempre militó en el centro y, aunque llegó a ministro con el PP, ocupó  cargos de mucha responsabilidad en UCD”. O sea, que ya se ha decretado el “sálvese quien pueda” entre los populares, que atisban incierto recorrido al proyecto que hoy comanda Mariano Rajoy Brey. Es el signo de los tiempos, hay un partido en declive, el PP, y otro emergente, Ciudadanos, que ejerce una poderosa atracción en quienes aspiran a un lugar al sol en el intrincado panorama de la política de este país.

 

Al igual que este aspirante, que ya rebasa la cuarentena, hay centenares de militantes del Partido Popular, algunos con responsabilidades nada desdeñables a sus espaldas, que están llamando, como Bob Dylan, a las puertas del cielo, un firmamento de color naranja que, según coinciden todas las encuestas, será la formación que se alce con el santo y la limosna tras las próximas elecciones de 2020. Faltan apenas dos años, si la convocatoria a las urnas no se termina adelantando por necesidades estratégicas, y cada vez hay más gente que está convencida de que Albert Rivera Díaz puede ser el próximo presidente del Gobierno.

 

El hijo de un ministro de Aznar: “Aquí, en el PP,  ya no hay futuro, voy a ver si me afilio a Ciudadanos”

 

En “auxilio del vencedor” se repite el típico comportamiento propio de la condición humana: buscar refugio seguro en tiempos de tormenta. Se sorprenderían ustedes si conocieran todos los hombres y mujeres que ayer, e incluso hoy, defienden, siquiera con la boca pequeña, las bondades de Rajoy, y ya están buscando desesperadamente contactos en el partido naranja. Ciudadanos es hoy una promesa de gobierno en el plano nacional. Un  proyecto atractivo con un líder capaz de ilusionar, al modo de lo que fueron en su día, salvadas todas las distancias, Adolfo Suárez González o Felipe González Márquez.

 

Por el momento C’s ofrece la imagen, muy próxima a la realidad, de tener unos dirigentes y cuadros presentables, e improvisar sobre la marcha en muchas  agrupaciones locales y regionales. Atentos a que no les cuelen aprovechateguis de muy variada índole y condición, andan mirando con lupa la caterva infinita de solicitudes que se amontonan por doquier para formar parte del partido. Gente que estuvo en el CDS, en UPyD, y, por supuesto, en el PP. Se trata de disconformes con su suerte que se han subido a las lanchas en aguas jurisdiccionales de la formación fundada en su día por Manuel Fraga Iribarne, al modo de aquellos “marielitos” que soñaban con arribar desde el Malecón habanero a las aguas de Key West  en La Florida.

 

El despegue indubitable de Ciudadanos, en todos los sondeos demoscópicos realizados hasta ahora, se produce a costa de un trasvase masivo de votos populares, pero también de antiguos votantes socialistas que no tragan, literalmente, con Pedro Sánchez y su tan nebuloso como inconexo proyecto. La formación naranja ya no es el partido parvenu que tenía todo por demostrar. La victoria obtenida en las elecciones catalanas está actuando de catalizador para proyectar una imagen pública de solidez, de partido que puede ganar unas elecciones. Aparte de esto, sus simpatizantes ven con agrado el hecho de que reflejen la sólida y efectista imagen de que tienen un proyecto para España, que es justo lo que no perciben en el PP de Rajoy, preso de un tacticismo letal derivado de una constante improvisación y de los casos de corrupción que les atenazan desde diversos frentes.

 

Tras el éxito que vaticinan todas las encuestas, en C´s no esconden su preocupación por que se les cuelen aprovechateguis

 

Así las cosas, Rivera se perfila como el perfecto sustituto de Rajoy, muy por encima de Alberto Núñez Feijóo. Es de otra generación, resulta fresco, tiene un discurso ilusionante y, por si fuera poco, desprende un aura de transversalidad que le permite pescar en caladeros tanto populares como socialistas. Su mayor activo son las manos limpias, el hecho de ser ajeno, por ahora, a cualquier caso de corrupción, y el encarnar una alternativa joven, nueva e ilusionante para el machacado electorado de este país. Los de Rivera ven ahora cómo llegan a su plataforma continental las embarcaciones de sus adversarios políticos. A Rivera hoy le disputan la agenda los directivos del Ibex-35 y en sus sedes se vive un momento dulce que hacen bien en disfrutar, sabiendo, como deben saber, que en tiempos de éxito las amistades y los halagos crecen como las setas tras la lluvia. Ellos son ahora los reyes del mambo que tocan canciones de amor frente a las miradas tristes, con un punto de envidia, de quienes se repartían el poder y hoy contemplan melancólicos como su cetro se desplaza a un territorio que hasta ayer menospreciaban.

 

En el PP, enfrascado en una guerra nada soterrada con Ciudadanos, no terminan de creerse las encuestas, y lo fían todo a la marcha de la economía, que creen les permitirá cuatro años más en la Moncloa, desconociendo que el electorado es esquivo, desmemoriado y escasamente agradecido.  Quizá allí, en el frontispicio del palacio, alguien que les quiera bien debería de colocar un cartel con la máxima más apropiada para los tiempos que corren: “Los dioses ciegan a quienes quieren perder”.

 

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