Opinión

Los años 'un poquito' largos de Pablo Casado

Casado tiene que engrasar la máquina del PP para reaccionar con agilidad a los errores del Gobierno Sánchez-Iglesias, que serán numerosos

  • Pablo Casado en el Congreso de los Diputados

El presidente del Gobierno cree sin ningún tipo de humildad o complejo que lo suyo en Moncloa va a durar mucho tiempo. Otra vez, en la sesión de control, se elevó un par de metros por encima de la alfombra del Estado para explicarle a Pablo Casado lo difícil que lo tiene: “Este Gobierno es para cuatro años y, señor Casado, se le va a hacer un poquito largo”. Demasiado pronto como para estar tan seguro. La altanería ni se compra ni se vende, se lleva puesta desde el primer día. Sánchez ha dejado claro, tanto en público como en privado, que lo único que quiere del PP son sus votos para cambiar a jueces y magistrados. Se trata de invadir las instituciones como ha hecho con el nombramiento de la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado.

El cuento del bloqueo en el que se ha instalado al PP es otro invento más de la factoría Iván Redondo, quien planifica las semanas como los generales un campo de batalla napoleónico. Solo importan los tiempos verbales del presente, alguno del pasado para sacudir al PP y ninguno del futuro porque la semana que viene ya vendrá con sus menesteres. A Sánchez le da lo mismo una cosa que su contraria. Si para seguir hay que romper la caja única de la Seguridad Social, lo hará. Y además dirá que es progresista, dando una prueba más de esa primacía de lo identitario sobre la igualdad que corroe los cimientos de la extinta socialdemocracia española. Rivera dilapidó un caudal dejándolo ir por el sumidero de los errores persistentes. Una izquierda nacional capaz de enfrentarse al nacionalismo supremacista y separatista ha pasado a mejor vida. Sánchez piensa en años muy largos porque como mínimo los multiplica por dos legislaturas.

Pablo Casado no tiene el mismo control del PP que Aznar o Rajoy. Además de este primer obstáculo debe reconstruir un electorado hecho trizas y con pocas ganas de volver, a pesar de la perplejidad o temor que les provoca el dúo Sánchez-Iglesias. Parece como si un sector de la derecha se haya apuntado al cuanto peor, mejor. No se dan cuenta de que la mayoría de las decisiones que se van a tomar en estos largos años son irreversibles. No se puede volver a meter la pasta de dientes dentro del tubo.

Al nuevo, Casado, y al veterano, Feijóo, les une en este momento la necesidad de conseguir una mayoría absoluta en Galicia

La herencia recibida por Casado le ha llevado a no acertar por dónde ir, presionado entre quienes pretenden de forma ingenua una revolución conservadora y los que apuestan por un centrismo que en realidad solo camufla a la otra tendencia natural de un partido liberal-conservador. Entre ambos brazos que tiran de él hallará la solución. Por si le faltaba algo, a diferencia de sus mayores en el cargo, las elecciones generales se han celebrado con una diferencia de seis meses, en vez de cuatro años. Los resultados están ahí y son malos. Gracias a los pactos, el PP conserva un poder que en algunos casos es más contrapeso del propio Casado que muestra del propio poderío.

La clave de Galicia

A Casado, sin necesidad de que se lo recuerde Sánchez, se le está haciendo largo porque el resultado de abril de 2019 -también el de noviembre- es una carga demasiado pesada. Los 66 escaños iniciales, luego mejorados hasta 89, no esconden el problema del tiempo. De repente no se construye un liderazgo con crédito ante la sociedad española. Por unas razones u otras, el presidente de la Xunta, Núñez Feijóo, se ha escapado de las bofetadas que le han caído al nuevo, una detrás de otra. Al nuevo, Casado, y al veterano, Feijóo, les une en este momento la necesidad de conseguir una mayoría absoluta en Galicia. Lo contrario supondría dejar abierta la crisis del PP durante estos años largos.

Lo que más le conviene a Casado es que pase el tiempo y que los errores del Gobierno Sánchez-Iglesias -cada vez habrá más- tengan una respuesta rápida y eficaz desde el PP. La lentitud táctica en el caso Ábalos, en lo que se refiere a la denuncia en los juzgados, es una prueba del temor a equivocarse. Una vez despejado el panorama a su izquierda con la claudicación de Ciudadanos, toca no hacer caso a Vox mientras se demuestra a sus votantes que o regresan al PP o los años largos de Sánchez van en serio.

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