Defiende Pablo Iglesias que “es necesario democratizar los medios para que haya más pluralidad”. Sostiene el vicepresidente que una buena idea para conseguirlo sería regular el sector “mediante concursos públicos”. Quizás el intensivo visionado de series de televisión haya minado su capacidad de atención sobre lo que ocurre a su alrededor, pero convendría hacerle partícipe de algunos acontecimientos más o menos recientes.
Señor vicepresidente, corría el año 2015 cuando Soraya Sáenz de Santamaría apareció en una rueda de prensa para anunciar un concurso público para repartir licencias de televisión. La Dick Cheney del marianismo afirmó que con ese procedimiento buscaban incrementar la pluralidad en la TDT. Era mentira, claro.
Unos meses después, Florentino Pérez tenía una concesión para emitir la propaganda del Real Madrid en todos los televisores de España. Y el duopolio había recibido un par de regalos para incrementar su influencia. El procedimiento fue tan opaco que, todavía hoy, no se conoce el contenido de los proyectos que presentaron los candidatos a las licencias.
El método del concurso público también se ha empleado para tratar de despolitizar RTVE. De hecho, hay que reconocer que Podemos fue uno de los impulsores de la medida. Pero claro, hubo un problema a este respecto, y es que el anterior presidente de la televisión pública, José Antonio Sánchez, abandonó su puesto en 2018, antes de que se resolviera el citado concurso.
Entonces, los partidos tuvieron que idear una fórmula para elegir a un Consejo de Administración provisional para la corporación. Podemos propuso como presidenta a Ana Pardo de Vera (Público) y como consejeras a Rosa María Artal y a Cristina Fallarás. Ya se sabe: democratizar los medios es poner al frente a gente de mi cuerda.
Premiar a los amigos
Tampoco le oculto, señor Iglesias, que las concesiones administrativas enraízan en las instituciones; y que las licencias de radio se han repartido históricamente en España entre los medios de comunicación más afines al partido que gobernaba cada territorio en el momento de la distribución. Ocurre lo mismo con la publicidad institucional. Habría que ver si los 13 millones de euros que tiene asignados en este 2021 el Ministerio de Igualdad se reparten de forma proporcional o sirven para aliviar la crisis de la prensa afín.
Así funcionan las cosas en España, señor Iglesias, ya me entiende: aquí quien tiene mano prepara las mejores recetas, pues el Estado le proporciona los ingredientes necesarios, como se puede apreciar cada día en la Plataforma de Contratación Pública. Observe lo que ha ocurrido con los contratos de urgencia opacos durante los últimos meses -denunciados por este periódico-. Usted ya estaba en el Gobierno cuando se concedieron.
En el panorama mediático, la realidad tampoco es diferente, para qué nos vamos a engañar. Tampoco en política. Ni siquiera en su partido, señor Iglesias, donde la democratización ha consistido en arrinconar al disidente.
No será en esta columna donde se haga una defensa de las empresas mediáticas españolas, pues quizás sea el sector que reúna a un mayor número de inútiles en sus consejos de administración
Pero no nos vayamos del tema. La mejor idea que podría usted aplicar en el sector mediático es alentar la libertad de empresa. Es decir, eliminar el mayor número posible de trabas administrativas y fiscales para poner en marcha periódicos, radios y televisiones. Las barreras de entrada han desaparecido casi por completo en el sector, pues ya no hace falta tener una imprenta y una redacción de 600 trabajadores para distribuir noticias. Del mismo modo, plataformas como YouTube, Ivoox o Twich permiten que cualquiera que tenga buen tino comercial y cuente información interesante pueda llegar a mucha gente.
Usted lo sabe, pues su partido se maneja con soltura en las redes sociales y en estas plataformas. Por eso, el debate que ha planteado este miércoles en el Parlamento -resumido en este vídeo-, a pregunta de ese diputado tan trabajador que es Guillermo Díaz, tiene otro espíritu, y es el de señalar a los medios de comunicación que no le bailan el agua. Que, por cierto, son cada vez más, pues su intento de trasladar el peronismo más nocivo a la sociedad española choca con el criterio de cualquiera que disponga de ciertas nociones sobre cómo funcionan las sociedades desarrolladas.
Un sector podrido
No será en esta columna donde se haga una defensa de las empresas mediáticas españolas, pues quizás sea el sector que reúna a un mayor número de inútiles en sus consejos de administración. Porque ni han sabido sacar provecho de la revolución digital, ni han sabido sobrevivir sin los cientos de millones de euros de dinero público que han ingresado durante las últimas décadas, en diversos conceptos. Desde por publicidad institucional hasta por suscripciones de Administraciones...hasta por la edición en catalán.
Si usted de verdad defendiera el derecho de los ciudadanos a recibir una información completa y neutral, señor Iglesias, abogaría por la libertad de empresa en la prensa. Sin la influencia de las instituciones en los periódicos y las televisiones, a través del dinero público o de las concesiones, caerían los medios mal gestionados y sobrevivirían los que supieran adaptarse de una mejor forma a los nuevos tiempos. Pero claro, eso mermaría la influencia de la política en sus canales, emisoras y páginas. Es decir, lo contrario a lo que usted desea.
Tampoco sería la panacea, pues las compañías privadas que se anuncian en los medios también tienen siempre la tentación de influir. Pero si usted persigue democratizar la prensa, hágame caso: abogue por retirar el dinero público de su partida de ingresos y observará cómo su capacidad para denunciar las corruptelas del partido que hasta entonces era aliado aumenta por arte de magia.
Pero bueno, señor Iglesias, ya se sabe que su objetivo no es ése. Su objetivo es señalar a los enemigos para provocar la ruptura de uno de los muros que le impide materializar su idea de Estado democrático. Que es lo contrario a este concepto. De ahí su actitud. Ya nos conocemos.