Pablo Iglesias continúa con su World Magical Tour en busca de apoyos para los presupuestos generales. Tras verse con Junqueras, ha dicho que quiere hablar con Puigdemont y con Urkullu. A ver, ¿en Podemos no hay ninguna Vieja’l Visillo que le diga que ir por ir es tontería?
Cuelga tú primero
Aunque la entrevista con Junqueras parece que no dio frutos en materia presupuestaria, sí los dio en lo que afecta al futuro tripartito que tanto inquieta a Pablete, al que se le hacen los dedos huéspedes pensando en ser vicepresidente monclovita. Ahora bien, ¿ha pensado en el papelón que le han endilgado? Rompo una lanza en su favor: Pablo, ¡qué oprobio, que desdén, que descenso a los avernos pasar de comandante de la revolución bolivarista a simple repartidor de pizzas sociatas a domicilio! ¿Ustedes creen que eso está bien? Qué poco valorado esta el líder podemita y cuán ingrato es Sánchez, que lo ha convertido en una franquicia del PSOE diciéndole “Tira tú, que luego, ya si eso, voy yo “. Y con éstas, Pablenin está haciendo bolos en los peores teatros políticos de España. Primero, a Lledoners, a ver si rascaba algo del correoso Junqueras, que no es moco de pavo. Pero los dos encarguitos siguientes tienen más mala idea que pedirle a Jaime Peñafiel que opine sobre la reina Letizia.
Con Puigdemont no va a verse en persona porque, o se va a Waterloo pidiéndole un Falcon al presidente, y eso no lo hace un marxista de bien, o la cosa irá por Skype, cual conversación entre una madre inquieta porque su hijo que está de Erasmus no come bien y el pavo en cuestión, con cara de resaca. Podemos, valga la redundancia, imaginar al podemita intentando ser amable con el fugadísimo. “Carles, ¿cómo estás? ¿Qué tal tu exilio?” y el otro, comiendo langosta a dos carrillos y eructando burbujas de champán francés, respondiéndole “Ya lo ves, tío, aquí, sufriendo por todos los catalanes”. Y luego está la cosa de colgar, porque podrían acabar con la tontería ésa de “Cuelga tú”, “No, tonto, tú primero”, manteniendo a todo el país en vilo ante la natural expectación de saber si el pavico gerundense acepta o no acepta algo, que no lo aceptará, ya se lo digo yo.
Así que, si no es acerca del tiempo, de como va el Barça o de encargarle un lote de Ratafía para la ejecutiva de Podemos, ¿de qué carajo podrían hablar? Es evidente
Así que, si no es acerca del tiempo, de como va el Barça o de encargarle un lote de Ratafía para la ejecutiva de Podemos, ¿de qué carajo podrían hablar? Es evidente. Iglesias tiene el encargo de decirle al cesado que tiene que dejar de tocar los pelendengues y hacerse a un lado. Así de claro se lo dejó el líder de Esquerra, siendo ésta es una de las condiciones principales para sellar el tripartito. Puigdemont ha de quedar fuera de la ecuación, facilitando así que buena parte del PDeCAT se “pase” al separatismo pragmático.
Que Iglesias haya aceptado ser el chico de los recados de Moncloa le da una relevancia importante, pero conlleva pagar estos peajes. Porque Puigdemont lo va a enviar, con toda seguridad, a ese lugar que huele tan mal y que no decimos por pudor. Ignoramos, porque nuestras fuentes tampoco lo saben, qué tipo de oferta lleva Iglesias debajo del brazo, si es que lleva alguna, para calmar las iras del Júpiter de las coles de Bruselas, pero el empeño no es cosa sencilla.
Menos lo es pactar con Urkullu, que suele ir por libre como siempre ha hecho el PNV. Escocido aún por la infructuosa mediación que llevó a cabo ante Puigdemont y Junqueras hace un año, intentando evitar la proclamación de la república bonsái, no será fácil que el Lehendakari acepte entrar en ninguna formación coral que le ofrezcan. Lo suyo es otra cosa, como demuestra que siempre saquen una buena tajada del erario público sin que nadie les chiste. Vean, como ejemplo, esos bonitos materiales didácticos que vienen a decir que, hombre, con lo de ETA no hay para tanto. Si esto lo llega a hacer Vox con el franquismo, los queman en la plaza pública.
Negociar la nada
Uno acaba por creer que la gira de Iglesias no constituye más que una cortina de humo, el postureo típico de la izquierda caviar que mucho aparenta y poco hace. Dejando a un lado que sus interlocutores son, mayoritariamente, tanto o más de derechas que el PP, el único fin que persiguen sus gestiones es puramente electoralista. No hay ninguna idea, ningún proyecto político, nada que no sea afianzarse en el poder. No se habla de transformación social alguna porque, y esa es la realidad, nada quieren transformar. En todo caso, no vemos a Urkullu o a Puigdemont dispuestos a luchar a brazo partido por la justicia social.
Solo existe el interés, personal en este caso, de quedar bien, de querer aparentar ser una persona dialogante. O, al menos, eso piensa Iglesias, que no se ha dado cuenta que su electorado no espera de él que actúe como un mandado de Sánchez y se entreviste con nacionalistas. Iglesias debería saber que la gente que se reclama de izquierdas no es ni puede ser jamás simpatizante de ideologías o partidos que defiendan los intereses de esa o esta otra nación, porque, lo repetiremos una vez más a riesgo de pesados, la izquierda solo entiende de clases sociales.
Un tripartito, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, solo tiene sentido si puede ganar. Si, a costa de hacerlo, los electores de quienes lo integren le dan la espalda, será el negocio de las cabras
Nada hay que negociar, pues, nada que afecte de verdad a la vida cotidiana de los millones de españoles, esa vida que ni conocen ni interesa para nada a quienes disfrutan o han disfrutado de ese paraíso construido a base de coches oficiales, moquetas mullidas y sueldazos astronómicos. Suponemos a Iglesias enterado del riesgo que corre aceptando ir por ahí de correveidile, aunque sus gestiones tengan importancia de cara a ese futuro Frente Popular versión 2.0, pero debería hacerlas con la calculadora en la mano. Porque lo que puede ganar, por un lado, que es más bien poco, puede perderlo por otro, y eso sí que es mucho.
Un tripartito, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, solo tiene sentido si puede ganar. Si, a costa de hacerlo, los electores de quienes lo integren le dan la espalda, será el negocio de las cabras. En política, dos y dos no siempre suman cuatro.
Volviendo al inicio, ir por ir, es tontería.