Se llamaba “troyano” a un virus que te podían introducir en el ordenador y crearte un desbarajuste en el sistema. Desconozco si seguirá existiendo tal expresión, dados mis escasos conocimientos del ramo, pero sí me acuerdo de sus efectos. El presidente Sánchez consiguió durante la campaña electoral meter un “troyano” a los demás partidos y destrozarles sus sistemas de defensa. Recuerdo que todos los “troyanos” eran designados por un nombre. En este caso se llamó “Vox”.
La entrada de Vox en el juego político y la invención de su fuerza arrolladora que venía a trastocar el engranaje institucional, ya muy pachucho, fue seguida por tierra, mar y aire, o lo que es lo mismo en términos mediáticos por las televisiones -lo de Abascal a caballo quizá fue un bucle repetido hasta el hartazgo tal si se tratara de la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini, cuando si evocaba algo no era otra cosa que el caballo del coñac Terry con señora de cabellos al viento del histórico anuncio de Leopoldo Pomés-, por los tertulianos asustados, por la izquierda haciendo aspavientos y con la derecha achicada y sin referentes dignos de tal nombre dispuesta a hacerle sitio al hermano faltón y descarriado. Una exhibición de incompetencia y oportunismo.
Ni el PP, por viejo, corrupto e incompetente, ni Ciudadanos, que juega a la táctica del desgaste, estaban en condiciones de expulsar al ‘troyano’
No hay que echar en saco roto la nada altruista colaboración de ese Centro de Manipulaciones Estadísticas que lleva el más villano de un PSOE en crisis de identidad y credibilidad. Tezanos está hecho a cualquier vileza que compense su grisura. Fue un guerrista acérrimo que asumió hacerle la cama a Guerra para quedarse con la Fundación Pablo Iglesias. Ser servicial es una garantía en el estatus de un funcionario, y si además eres catedrático eso ya lo llevas marcado en el ADN. Él fue el primero que anunció “científicamente” que Vox se comería a la derecha y a la extrema izquierda y que solo quedaría de salvaguarda Sánchez, el que pagó los servicios. Triunfó.
En una pelea entre funcionarios siempre gana el más astuto. Casado, como Sánchez, no hizo política hasta anteayer. Sencillamente se fueron encaramando en el escalafón de sus partidos. No es extraño que sus currículos académicos, por llamarlos de alguna manera, estén teñidos de sombras. Nunca se preocuparon de ellos, les bastaba con un papel timbrado. El problema apareció cuando ascendieron por encima de las asesorías y salieron a la luz.
Ahora que al invento se le han visto los alambres nadie quiere recordar los calenturientos días de vísperas. Esa desvergüenza sanchista de insistir a toda costa para que Vox participara en los debates y sacara los colores a la “derechita” cómplice. Le salió mal esta última maniobra y, como siempre hay dos Sánchez, el de la campaña y el de presidente in pectore, ahora no recibe a Vox en la Moncloa. Nada que objetar, salvo la añagaza del tramposo. Pero, ¿y la ciudadanía de izquierda que hubiera preferido quedarse en casa a votar “un Sánchez”? Escuchándoles en los días previos a la consulta estaban convencidos -les habían convencido- de que Vox superaría a todos los demás partidos y que se quedarían frente a frente lo malo conocido y lo tenebroso por conocer. Incluso reapareció “la cultura de la ceja”, aquella que reía con Zapatero hasta que se quedaron en mueca y se esfumaron. Había que votar progresista y eso excluía a todo lo que no fuera Pedro Sánchez. La democracia estaba en peligro. ¡No pasarán! ¿Tendrán espejo en su casa para mirarse o ha llegado el momento de pasar la factura por los servicios prestados?
Con Esperanza Aguirre esas cosas no pasaban. Bastaba con comprar todo lo que estaba en el mercado e ir colocándolo, como a Abascal, en ‘mamandurrias’
El miedo a Vox ha sido el principal elemento de la victoria pírrica del PSOE, si es que el manido “pírrico” tiene algún sentido político. Ellos lo jalearon y ellos recogen los tributos. Ganaron, pero no por convicción, sino por generar terror en los votantes. Ni el PP, por viejo, corrupto e incompetente, ni Ciudadanos, que juega a la táctica del desgaste, estaban en condiciones de expulsar al “troyano”. Pero el resultado volvió a sacar las vergüenzas del PP. Confieso que cuando vi en lugar de honor junto a Casado al hijo tonto de Adolfo Suárez no necesité ninguna bola de cristal para vaticinar que se iban a dar un batacazo. Porque Suárez Illana es tan simple y fatuo que no ha asumido que su único papel en la vida es el de jarrón chino. Decoran, nada más. Lo peligroso es que le dé por hablar. Cuantas genialidades salen de su boca confirman que este chaval, que sigue con su mentalidad de adolescente, confunde las memeces con las ideas.
La revolución lampedusiana que Casado ha pretendido en el PP serviría para un castin televisivo de poca audiencia y ninguna enjundia. Bajó tanto el listón que alcanzó a nombrar como número dos a García Egea, un tipo que tiene a gala ser el campeón en el perifrástico deporte de lanzar pepitas de aceituna desde la boca a la eternidad. Es de Murcia, feudo pepero de siempre, que acaba de dejar de serlo gracias a la titánica labor del escupidor de huesos de aceituna. Para qué seguir.
En España hay base para un partido de extrema derecha. Conforman alguna de las raíces del franquismo nunca derrotado. También en Cataluña ha surgido una nueva generación de hooligans que hegemoniza el discurso público. En ambas se mezcla el deterioro social, la nostalgia y la estupidez con su aditamento de ignorancia. No es el fascismo, idiotas, es la extrema derecha que se asienta para quedarse en pleno siglo XXI. Con clarividencia suicida el PP de Casado, heredero de Esperanza Aguirre más que del propio Aznar, le concedió la patria potestad, y ahora está, no lamiéndose las heridas, sino tratando de tapar las vías de agua que amenazan con hundir el barco.
Con Esperanza Aguirre esas cosas no pasaban. Bastaba con comprar todo lo que estaba en el mercado e ir colocándolo en "mamandurrias", expresión de dama antigua, con fondos y sin principios. No es extraño que Santiago Abascal fuera uno de los beneficiarios. Todo eso es un fardo difícil de llevar y más si estás en caída libre. Casado, recién bautizado en centrista, tiene el mismo valor que encabezando la derecha patriótica, es decir, ninguno. Ahora se trata de cómo ganar tiempo en el proceso de hundimiento. Su destino no es el de la UCD, que la malbarataron sus protagonistas, sino la rechifla que producen la vacuidad de sus palabras.
Resumiendo. Los miedosos no han cerrado el camino a Vox. Han llevado a Sánchez a la Presidencia, que no es lo mismo.