Las primeras palabras del documento ‘España 2050: Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo’ son dos citas, una de Séneca y otra de Unamuno. Justo después aparece Pedro Sánchez, que se encarga del prólogo. Esta secuencia, junto con la reciente tribuna-anunciación de Iván Redondo en El País, da pistas sólidas sobre los objetivos de un proyecto que es mucho más interesante como fenómeno del presente que como visión sobre el futuro, a pesar de las intenciones declaradas.
Tras el prólogo presidencial viene el resumen ejecutivo, en el que se explica que el análisis y los planes han sido elaborados por la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de la Presidencia del Gobierno y por los expertos a los que han considerado oportuno invitar. “Pensar el futuro”, dicen -con sorna o sin ella-, “es una responsabilidad del Estado, no del Gobierno”. Y como todos ellos son académicos de reconocido prestigio, habría que asumir que estamos ante un análisis “desde una perspectiva apartidista que antepone el rigor metodológico y la evidencia empírica a cualquier posición política”.
La inteligencia, el éxito académico y los PhD no son suficientes para eliminar de los análisis los sesgos, las preferencias partidistas ni los intereses personales
Esto último es lo que explica que el proyecto haya sido recibido con desconfianza, burla o enfado. No es tanto el descarado uso propagandístico por parte del Gobierno -que ya se da por descontado- ni la selección de los temas o la originalidad de los análisis, sino la autopercepción de los expertos en su relación con el Ejecutivo. Si para algo ha servido la moción de censura que permitió a Sánchez llegar al poder es para confirmar una idea que cualquier persona formada debería tener siempre presente: que la inteligencia, el éxito académico y los PhD no son suficientes para eliminar de los análisis los sesgos, las preferencias partidistas ni los intereses personales, y que de hecho son muy útiles para poder enmascararlos con más profesionalidad.
Hemos visto muchos ejemplos de ello desde 2018. Me acuerdo de una entrevista que un científico del CSIC, experto en polarización, concedió en noviembre del año pasado a InfoLibre. En ella afirmaba que los picos de atrincheramiento político se dan siempre con la derecha en la oposición, y comparaba la legislatura actual con la de 1993, en la que el PP “no digiere la derrota e intenta cargarse al Gobierno”. La entrevista es una sucesión de intuiciones políticas que condicionan todo el análisis y que se apoyan en un par de referencias académicas y en numerosas omisiones. Le parece muy relevante que la oposición de derechas quiera quitar al Gobierno, aunque no parece conceder tanta importancia al hecho de que el actual sea producto de una moción de censura. No parece recordar los escraches ni el Rodea el Congreso, señala que un partido como Vox “vive de tensar” y cuando menciona a Zapatero se le olvida aquel “nos conviene que haya tensión”, no parece entender la gravedad del terrorismo de Estado o el papel de la oposición... pero tenemos que confiar en que sí comprenda cuáles son las amenazas y los retos a los que nuestro país se va a enfrentar en el futuro y cuáles deberían ser los planes para abordarlos, porque el científico social es analista de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia y uno de los coordinadores de España 2050.
Las aulas nacionalistas
El informe, en fin, es lo que cabía esperar. Hay un aspecto del documento que resume a la perfección el espíritu del proyecto. En el apartado dedicado a la educación, “Conquistar la vanguardia educativa”, se señala la necesidad de “elevar de manera especial las oportunidades de quienes sufren mayores desventajas de origen”, pero ni siquiera se menciona la cuestión del rendimiento en el aprendizaje de los alumnos castellanoparlantes con dificultades que tienen que estudiar en una de las lenguas impuestas por los gobiernos nacionalistas. Pedro Sánchez destaca en el prólogo como uno de nuestros puntos fuertes que tenemos “la segunda lengua nativa más hablada del mundo”; en cambio, no se menciona como punto débil que en las aulas y los patios de las regiones nacionalistas las autoridades educativas prohíben a los alumnos emplear esa misma lengua.
En cuanto al resto, abundan las amenazas técnicas, de esas que permiten brillar a académicos y expertos sin mancharse las manos. Nada de amenazas reales que afectan a España en el presente, porque muchas de ellas vienen del Gobierno y son demasiado incómodas. No se contempla en esos futuros posibles a evitar que ERC participe en otro golpe de Estado o que Bildu y sus juventudes continúen limitando las libertades políticas en el País Vasco, no se contempla hasta qué punto todos esos partidos llevan años empeorando España, y no se hace porque son socios de los promotores del documento, pero también porque, como afirman al comienzo, el análisis “no pretende avalar o refutar el programa de ningún partido político, aunque sí aspira a ayudarlos a todos”. Al ir pasando las páginas se tiene la sensación de que en algún momento del futuro cercano todas esas tendencias “iliberales” concretas desaparecerán por arte de magia -lo que no se nombra no existe- y ya sólo quedarán policies y politólogos, un mar en el que poder nadear con tranquilidad.
Tenemos un Gobierno que gestiona de manera pésima el presente y que ha decidido juntar a un centenar de expertos para que imaginen un futuro lejano deseable. Lo mejor que le podría pasar a España para tener un futuro deseable es que esta legislatura terminara cuanto antes. Ha sido un Gobierno dedicado a la propaganda para mantenerse en el poder y a la corrupción de las instituciones del Estado. El proyecto de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia es un ejemplo de lo primero, y la participación de tantos académicos que han callado ante los ejemplos de lo segundo es el principal motivo por el que este ejercicio no puede causar más que rechazo, burla o indignación en una población suficientemente crítica. He aquí un motivo real para el optimismo.