Lo que nos pasa, no nos engañemos, no es culpa de Pedro Sánchez. Corrijo: no sólo de Pedro Sánchez. Creo que es más acertado decir que es la ambición de Sánchez la que ha aprovechado el actual estado de debilidad, sedimentado a lo largo de muchos años y no pocos errores, para consolidar su posición de poder.
Descargar en Sánchez toda la responsabilidad de lo que nos pasa sería la enésima equivocación de esta interminable cadena de decisiones políticas nefastas, descuidos injustificables y cristalización de absurdos complejos que han convertido al independentismo catalán, por acumulación y en muy poco tiempo, en un problema de tal gravedad que, hoy por hoy, no parece que tenga solución sensata.
La verdadera culpa de Sánchez, lo que realmente cuestiona su decisión de optar por una salida desde una teórica izquierda en lugar de buscar con ahínco, como era también su obligación, una fórmula más transversal y centrada, más ”europea”, es que el camino elegido no sólo no reducirá la sintomatología del mal, sino que muy probablemente la agravará.
Los gobiernos de la democracia han hecho como que no veían lo que pasaba en Cataluña, descuidando de forma imprudente sus responsabilidades en materia de inspección
Si el independentismo ha llegado hasta aquí, si la anacrónica, absurda y dramática idea de separarse de España ha tenido un inesperado e indudable éxito, no ha sido por un repentino despertar de la sensiblería identitaria. Son muchos los factores que están vinculados al estallido de este fenómeno que, aprovechando hábilmente la brutal crisis económica que detonó en 2011, pasó de un apoyo no superior al 15-20 por ciento a arrastrar a cerca de la mitad de la población. Factores que podemos resumir en los siguientes:
1.- Ausencia de controles: Desde Felipe González hasta Mariano Rajoy, pasando por José María Aznar y el aciago Rodríguez Zapatero, todos los gobiernos de la democracia han hecho, por razones casi siempre partidistas, como que no veían lo que pasaba en Cataluña, descuidando de forma imprudente sus responsabilidades en materia de inspección, especialmente en las áreas de educación, economía y seguridad, o sea, en lo importante.
2.- Inacción frente a la sistemática manipulación: La utilización de los medios públicos en Cataluña, especialmente de TV3, para construir una imagen distorsionada de España; el uso del dinero público para, vía subvenciones directas y publicidad institucional, fomentar los mensajes anti españoles en los medios tanto públicos como privados, han sido herramientas esenciales en la multiplicación exponencial de la base social independentista, sin que nadie desde el Estado, nunca y en ninguna circunstancia, haya movido un dedo para evitarlo.
3.- Torpeza de la derecha: El PP nunca ha sabido manejar el dosier catalán. Desde la destitución de Vidal-Quadras por parte de Aznar, a petición de Jordi Pujol, o la infantil torpeza -aprovechada hasta la extenuación por el nacionalismo- de las mesas petitorias contra el estatuto, hasta la falta de diligencia de los últimos años del gobierno Rajoy, casi todo lo que han hecho (y lo que no han hecho) los populares en Cataluña ha sido errado y a destiempo.
4.- Izquierda acomplejada: Por no hablar de la inutilidad de una izquierda, la política y la social, incapaz de combatir (casi siempre por incomparecencia) a un nacionalismo elitista, insolidario, generador impune de odios y desigualdades. Una izquierda incapaz de mantener con vida en Cataluña un partido progresista que defendiera lo mismo en Castelldefels que en Osuna. Una izquierda acomplejada, la intelectual y cantautora, incapaz de denunciar la profunda inmoralidad autoritaria que se esconde tras, por ejemplo, esta frase de Quim Torra: "No permitiré que un tribunal suplante la soberanía de los catalanes".
La permanencia de Sánchez en el poder, estrechamente ligada a la voluntad de Junqueras, va a depender de que se cumplan las exigencias del independentismo
Una izquierda, la mediática (la izquierda más presunta de todas), que en todo este proceso ha adoptado una posición mayoritariamente equidistante frente al problema, defendiendo a los que, desde TV3 y otros medios que todos pagamos, degradan a diario el periodismo y la libertad de expresión al ponerse de lado, no de la verdad, sino de los intereses sectarios de una élite en parte corrupta y abiertamente racista.
5.- Reacción tardía e insuficiente: Por último, apuntar que ni siquiera cuando se asumió que algo había que hacer para contrarrestar la acción propagandística del independentismo en el exterior (ya con Sánchez instalado en La Moncloa), se supo actuar con la celeridad y eficacia requeridas. Los limitados recursos disponibles y una mala dirección y ejecución de la estrategia de respuesta, han producido un resultado insuficiente y en muchos aspectos desmoralizador. Como muestra más reciente, el artículo en El País del jurista italiano Luigi Ferrajoli, quien apuesta por la clemencia basada en la convicción de que lo que cometieron Junqueras y compañía fue el llamado “delito imposible”, y por tanto han de ser beneficiarios de una inmediata amnistía.
Resumiendo: parece evidente que Pedro Sánchez no es el único malo de esta película, pero sí puede ser el que conduzca el problema a un terreno, por pantanoso, de difícil retorno, por no decir imposible. Y es que la permanencia de Sánchez en el poder, estrechamente ligada a la voluntad de Oriol Junqueras, va a depender necesariamente de que se cumplan las exigencias del independentismo, sean cuales fueren. En definitiva, de que los síntomas del “conflicto político” catalán, lejos de manifestar mejora alguna, tenderán a agravarse.
No, Pedro Sánchez no es el único malo de esta película, aunque, de no mediar rectificación, puede que acabe siendo el último.