Cuesta imaginar que la BBC guardara en un cajón cualquier documental en el que la reina de Inglaterra desgranara los episodios más importantes de su vida. Quizá, más bien, la obra se estrenaría en los cinco continentes y generaría comentarios de todo tipo: positivos y negativos. C'est la vie!
Lo que ocurre es que en España siempre se han administrado de una forma un tanto singular las verdades, las medias verdades y las mentirijillas de la realeza, algo que ha sido posible gracias a la complicidad de los poderes político y económico; y a la pasividad de una prensa donde abundan los petimetres que consideran que informar sobre cualquier cosa que condicione la agenda de la Casa Real equivale a atacar a España.
Debería una buena parte de la prensa española avergonzarse profundamente sobre la información medieval que durante años se ofreció sobre la Corona, salvo en contadas excepciones. Luis María Ansón es uno de los mejores ejemplos de la línea amabilísima, como demostró el pasado 28 de marzo, pocos días después de que Casa Real aprovechara la conmoción del estado de alarma para desactivar la bomba sobre la herencia del emérito. Es decir, de que se consumara una auténtica burla a los ciudadanos. Pues bien, Ansón dijo: "Una operación copiosamente financiada contra Juan Carlos I busca destruir la Monarquía”.
Más claro, agua. Dediquémonos a lo de siempre, es decir, a hablar del último modelito de la Reina y de lo bien que se navega en el Bribón bajo el sol mallorquín. ¿Quién dijo crisis, si aquí se vive bien?
En España, la democracia fue cocinada como el bizcocho que hornea un mal chef. Es decir, la tostaron por fuera para que quedara como en la foto, pero la deja cruda en su núcleo. Por esta razón, existen todavía prebostes que resultan intocables y que actúan con una intolerable arbitrariedad. A este respecto, hay un hecho muy llamativo que ocurrió hace unos años y que todavía está sin resolver. Tiene que ver con la película Yo, Juan Carlos I, rey de España, dirigida por Miguel Courtois, y co-producida por RTVE y la TF3 francesa.
Una obra amable
Su director lamenta que, mientras en el país galo ha sido un éxito, en España no se haya estrenado. ¿Por qué? Podría llegar a pensarse que su censura está motivada por su contenido, pues ya se sabe que cualquier obra que hable sobre las expresiones de 'virilidad' del emérito o relate las formas en las que ha construido -presuntamente- su fortuna resultaría incómoda en el país que se empeñó en idealizar a la Corona, hasta el punto de que la revista Hola llegó a parecer la versión en papel couché de Sissi, emperatriz. Sin embargo, la causa de la censura no es esa, como se puede apreciar al ver su contenido.
Porque le película gira alrededor de una entrevista de seis horas a Juan Carlos I con la que su director -expresa- quería poner en valor, principalmente, la labor que realizó durante la Transición. El documento no oculta episodios complejos de la vida del emérito, como la muerte de su hermano, el infante don Alfonso de Borbón; los recelos que generaba en la izquierda por el tutelaje al que le sometió Franco; o el desprestigio que sufrió su figura en los meses previos a su abdicación. Sin embargo, no se regodea en los detalles escabrosos, ni cuestiona el papel de la Corona en España.
El documento no oculta episodios complejos de la vida del emérito, como la muerte de su hermano, el infante don Alfonso de Borbón; los recelos que generaba en la izquierda por el tutelaje al que le sometió Franco; o el desprestigio que sufrió su figura en los meses previos a su abdicación.
El filme se apoya en los testimonios de Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba (1951-2019), Mario Vargas Llosa, Felipe VI o la infanta Pilar de Borbón (1936-2020). Después de verla un par de veces, llaman la atención los detalles que permite deducir de la vida de Juan Carlos I. Desde las dificultades que le generó la dislexia hasta la mala relación con su padre, sobre el que se cierne la sombra del rencor por la entronización de su hijo y lo que conllevaría.
Dado que se rodó hace más de un lustro, antes de su abdicación, es evidente que deja fuera los lamentables escándalos que le han salpicado desde entonces. Sin embargo, permite conocer a un monarca que Courtois define como shakesperiano. Que creció en las faldas de un dictador (por el que no confiesa antipatía en el filme), que realizó un papel importante en la Transición y que fue engullido por sus tentaciones con el paso de los años.
No sólo de pan vive el hombre. Está claro lo que falló.
Censura política
Las varias fuentes de RTVE consultadas por este periódico atribuyeron, en 2016, la censura de este documental a razones políticas. Entre otras cosas, porque su director no había contado con ningún representante del Partido Popular para el rodaje, al contrario que ocurrió con el PSOE. Sin embargo, uno de esos informantes incide en que había un proyecto para corregir ese desequilibrio con una entrevista a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón.
También conviene aclarar que, entonces, RTVE estaba liderada por José Antonio Sánchez, designado por el PP para el cargo y quien dio el visto bueno a la participación de Herrero y Rodríguez de Miñón. Sin embargo, fue pura filfa, pues, realmente, bajo su mandato no hubo siquiera la intención de programar esta película en alguno de los canales de la corporación.
La persona que comanda actualmente la televisión pública es Rosa María Mateo, nombrada a propuesta del PSOE y quien tampoco ha impulsado la emisión del documental. Y, según fuentes oficiales de la corporación, en este momento no está previsto su estreno en España. Por tanto, la teoría de que fue el PP el que vetó la película hace aguas.
El verdadero motivo por el que no se estrenó el documental tiene que ver con una operación para fortalecer la figura de Felipe VI y esconder la de su padre.
Estos informantes, conocedores de la negociación, afirman que el verdadero motivo por el que no se estrenó el documental tiene que ver con una operación para fortalecer la figura de Felipe VI y esconder la de su padre, quien dejó el trono con la monarquía en su peor momento, entre escándalos familiares y económicos que restaron una buena parte del efecto a las añagazas de la 'propaganda oficial'.
En otras palabras, y según estas fuentes, esta obra ha sido vetada en España por razones políticas, lo que ha privado a los ciudadanos de observarla y sacar sus propias conclusiones sobre la figura del emérito. Habrá quien le vea como un elemento fundamental para el establecimiento de la Democracia en España; y habrá quien le considere un lobo con piel de cordero. Especialmente, tras las últimas noticias que han aparecido sobre su persona. ¿Por qué dirigir su opinión con este tipo de estrategias medievales? El comportamiento es despótico e incluso absolutista.
El papel de RTVE
Lo ocurrido vuelve a dejar en evidencia a la televisión pública, pues demuestra que es un medio de comunicación cautivo del Gobierno de las instituciones que le flanquean. También retrata a Casa Real, pues todo lleva a sospechar que, como mínimo, ha hecho la vista gorda en lo que respecta a este asunto. Y digo como mínimo, pues resulta fácil deducir que si su voluntad fuera que el documental se estrenara, RTVE no se hubiera negado. Ni con Rajoy ni con Sánchez en Moncloa, pues todos conocemos bien aquí las servidumbres que existen en la Corte, pese a los artificiosos discursos subversivos.
Por supuesto, todo esto vuelve a señalar a los medios de comunicación, quienes, pese a que han demostrado últimamente un mayor arrojo a la hora de desgranar los 'asuntos internos' del emérito, todavía rinden una penosa pleitesía a la Institución.
No hace falta remontarse hasta el principio de los tiempos para encontrar ejemplos. Sin ir más lejos, los medios que tendieron un tupido velo sobre el 'asuntillo' de la renuncia a la herencia del emérito, horas después de que se oficializara la noticia, han dedicado unos cuantiosos esfuerzos en las últimas horas a hablar de la gira por España que la Familia Real realizará en los próximos tiempos. Como hicieron los 'abuelos' y tantos predecesores en el Trono que, representantes de uno sólo de los reinos, viajaban por el resto para ganarse el favor de sus gentes y convencerlas de que también les representaban.
No se puede hablar del empeoramiento o la mejora de la salud si ni siquiera existe la voluntad de reconocer que existe una enfermedad.