Opinión

Por la concordia

Queremos enderezar Cataluña con vocación constructiva y sin espíritu de revancha ni con ánimo de buscar culpables

  • Varios miles de personas participan este mediodía en la manifestación que Societat Civil Catalana

Las tesis orteguianas de la invertebración española, formuladas hace ya casi cien años, siguen presentes en nuestra sociedad partida en dos bloques, víctima por un lado del particularismo secesionista del nacionalismo y por otro de la ciega visión que desde el poder central se ha ejercido creyendo que Castilla ha hecho España y desdeñando el proceso incorporativo, en la consideración de la historia como un proceso continuo, en el que unidades territoriales preexistentes se organizan en una estructura nueva y por la que una idea compartida e ilusionante mantiene unida la estructura, entendido como “un proyecto sugestivo de vida en común”, para lo cual tiene tanta validez el convencer como el obligar. Sin embargo, lo que se está primando actualmente es un concepto diametralmente opuesto, la desintegración de España, en el que las partes del todo comienzan a vivir como todos aparte, lo que Ortega le llama particularismo. La nación por encima de la patria.

Superar los bloques en Cataluña debe ser la principal tarea de los catalanes libres de supremacismo, y la táctica a seguir no debe basarse exclusivamente en reivindicar pactos fiscales ni pedir acciones judiciales contra los infractores de la legalidad española, sino romper el terreno de juego conceptual del separatismo y destinar generosos recursos a explicar la bondad de la convivencia y de nuestra historia en común. Llevamos ya muchas legislaturas posponiendo e incluso alentando el problema; solucionar exige audacia y pro actividad. En este sentido, el catalanismo del siglo XXI no puede ser ajeno a los profundos cambios que ha sufrido el mundo. Tomando como punto de partida la defensa del autogobierno y la cultura y la lengua propias, el catalanismo no debe alinearse con los movimientos populistas y eurofóbicos que hoy amenazan la UE. Al contrario, los valores europeos están en el ADN de la catalanidad.

Sentimentalismo aldeano

Contraponer el catalanismo hispánico a la idea centralista que ha prevalecido durante dos largas centurias sobre el concepto de “España” ocupa en estos momentos a muchos hispanistas catalanes, hartos del nacionalismo excluyente que sufrimos en nuestra tierra y que pretende reivindicar la auténtica concepción de una España plural, distanciándose por una parte del centralismo excluyente antiespañol y del separatismo que manipula el sentimentalismo aldeano, como ya expuso de forma profética Valentí Almirall en el congreso catalanista de 1.880: "En resumen, si se quiere que hablemos más claro, el catalanismo, para nosotros, significa ser muy españoles pero no castellanos, por cuanto estos solos no forman la nación. España es un conjunto de grandes regiones con condiciones distintas y su grandeza depende del desarrollo de la vida, del modo de ser y de las tendencias de cada una de ellas".

Somos hijos y herederos de una historia, una cultura y una determinada manera de entender la sociedad y la política

Para ello nace “Lliga democrática”, a través de un grupo de personas de diferentes sensibilidades y de procedencias diversas vinculadas por el convencimiento de que sólo desde el respeto al estado de derecho es posible el progreso y el mantenimiento de la cohesión social. Somos hijos y herederos de una historia, una cultura y una determinada manera de entender la sociedad y la política que, desde la Renaixença hasta hoy, ha definido el catalanismo político. Nos une una visión amplia e integradora de este catalanismo del cual queremos recoger el testigo. Un catalanismo que reconoce la especificidad de Cataluña, que quiere trabajar por el respeto y el desarrollo de su singularidad, que desarrolle su máxima capacidad de autogobierno con una financiación justa y equitativa, que quiere contribuir lealmente al avance del conjunto de España no sólo como locomotora económica, sino como fuerza de gobierno. Y que quiere hacerlo dentro del marco de la Unión Europea, con la condición de que, aun siendo este un proyecto perfectible, ha sido capaz de construir el espacio de democracia, libertad y justicia social más desarrollado del mundo.

Repensar el catalanismo del siglo XXI es la mejor contribución que la “Lliga democràtica” debe hacer por la defensa del catalán, por la unidad de España y con el claro propósito de seguir compartiendo un proyecto común con todos los españoles y el convencimiento de que las dificultades que pasamos como país serán superadas desde la unidad y no desde la separación. Un royecto que debe ser el camino para poner fin a las derivas supremacistas. Puede sonar a tópico, pero sólo con una efectiva propaganda de recordatorio de las evidencias que nos unen podremos conseguir nuestro objetivo y salir de la permanente discusión sobre la unidad territorial. Mantener estos planteamientos obliga a posicionarte contra la corriente dominante de pensamiento en los medios públicos y subvencionados y en una parte significativa del debate público.

El necesario pactismo

Es necesario articular un relato para los ciudadanos catalanes descontentos, desconcertados y desilusionados con los estériles resultados del proceso independentista una opción política catalanista sin complejos que haga del diálogo, el pactismo y el buen gobierno su razón de ser. Una fuerza capaz de aglutinar las diversas sensibilidades e iniciativas que buscan superar la política de bloques, construir los máximos consensos y gestionar los conflictos sociales sin más exclusiones ni límites que el respeto a las reglas de juego. Queremos enderezar Cataluña con vocación constructiva y sin espíritu de revancha ni con ánimo de buscar culpables. Asumimos el reto de construir un mejor futuro para los catalanes mirando adelante y evitando caer en las trampas del inmediato pasado.

Francesc Cambó, elaboró un discurso que proponía una amplia autonomía de Cataluña dentro de España en el marco de la legalidad constitucional y que apostó por la negociación y el pacto. Combatió el principio de las nacionalidades y consideró que el llamado "problema catalán" sólo podría resolverse si los catalanes decidían involucrarse en la gobernación de una España de la cual forma parte. En su libro "Per la concordia" termina así: "Yo no puedo admitir que en España la inconsciencia pueda ser general y pueda ser eterna". No demoremos más la concordia entre los pueblos de España y superemos de una vez por todas el problema separatista, incorporando la visión de España auténtica, diversa, moderna y libre de nacionalismo secesionista, que cada vez más catalanes expresan ya sin temor.

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