Opinión

Podemos sin camino

El trecho político de la formación morada está tocando a su fin. Le quedarán, sí, un puñado de votantes. Pero nunca los suficientes para asaltar los cielos

  • El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y la portavoz parlamentaria de su grupo, Irene Montero.

A Podemos se le van acabando los embozos para la mascarada permanente con la que quiere ocultar su evidente declive. Ahora, en medio de una pandemia mundial y con miles de españoles con su vida hecha una gris coyuntura, han anunciado que por toda y sobre toda prioridad, tienen la República. No la Salud Pública, no la economía, no, nada de eso: la República.

Esté afán republicano es a Podemos lo que la pulsión independentista es a Esquerra: la utopía con la que intentar galvanizar a los suyos; ese delirio imposible del que hacen colgar un futuro brillante. Son prestidigitadores de la política; jugadores de manos que impostan la voz para decirle a los españoles: mira la bolita, mira la bolita. Los republicanos, si es que existen en número suficiente, deberían estar coléricos por el uso artificial que hacen de su causa, olvidando cualquier prioridad referida a la pandemia para centrarse en sus propios juegos de palabras.

Los resultados del País Vasco y Galicia ya alertaron sobre lo que en Podemos deben tener claro: que están en decadencia. Porque si con más de 650.000 españoles contagiados; más de 52.000 muertos y una pandemia mundial campando por el solar patrio, sólo son capaces de ofrecer a la sociedad un supuesto horizonte republicano, es que han entrado en esa decadencia irreversible de los partidos cuando van desnortados por la vida pública

Enjuagues para el Presupuesto

Andan en enjuagues con ERC y Bildu para intentar conformar una mayoría que apruebe los Presupuestos, cuando incluso ellos saben que la suma final será la que decida el presidente del Gobierno. Han renunciado a tocar bola en la primera gran fusión bancaria en muchos años; han perdido el tren fanático de la mal llamada Memoria Democrática... Y no hacen más que echarse la mano al bolsillo, por si les birlan los pocos eslóganes que les quedan sin caducar.

Apenas tienen a qué agarrarse. Sólo Twitter (y lo de la República es paradigma de la política tuitera). Iglesias no puede luchar contra un Sánchez transformado en líder de Podemos y del PSOE al mismo tiempo. ¿Qué hacer contra semejante atlante, que no ha tenido problemas en romper con la tradición política de su formación, que firma lo que sea con quien sea? Es curioso: a Casado se le acusa falsamente de parecerse a Vox y de dejar a España sin un partido de centro derecha. Y lo hace el mismo que ha convertido al PSOE en una versión de Podemos, mejorada, más hambrienta y con menos límites.

La gente a la que tenían siempre en la boca, como las beatonas los kiries, ya no existe salvo como herramienta para intentar sostenerse

Los de Iglesias, el propio Iglesias, se sirven a sí mismos y no necesitan de mucho para lograr sus objetivos. Con algo más de treinta diputados han logrado ministerios, ¿qué más quieren? El objetivo no es la República, sino defender lo alcanzado. La gente a la que tenían siempre en la boca, como las beatonas los kiries, ya no existe salvo como herramienta para intentar sostenerse.

Han entrado en barrena y driblan para esquivar el final que, tarde o temprano, les llegará. Trastocan las normas internas para cobrar más y blindarse en el poder chiquito y pueril del partido, porque saben que corren el riesgo de estar amortizados para una mayoría de votantes de izquierda y porque, en el fondo, son conscientes de que no van a logar más de lo que ya han conseguido. Ni aún en sus mejores sueños de juventud hubieran imaginado que un día llegarían a ser ministros.

Mientras ellos no tienen mucho más camino por recorrer, sus votantes quieren seguir andando. Nada peor para un partido que mostrarse como un camino cegado. A diferencia del PSOE, el trecho político de Podemos está tocando a su fin. Le quedarán, sí, votantes. Pero nunca los suficientes para asaltar los cielos: el PSOE ya lo ha hecho y no pueden desbancarle.

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