No sé ustedes, pero yo recuerdo como si fuera ayer cuando, allá por 2014, Pablo Iglesias llevó al Parlamento Europeo la gestión de la crisis del ébola por el Gobierno del PP. En aquellos tiempos, el líder morado exigía a la UE que acometiese una investigación para que se dirimiesen las responsabilidades políticas del Ejecutivo español por el contagio de ébola de una auxiliar de enfermería en un hospital de Madrid. Pedro Sánchez no se quedó atrás y reclamó responsabilidades a Rajoy: “Es responsable de poner a una irresponsable al frente de la sanidad de todos los españoles y va a rendir cuentas en el Congreso por esa irresponsabilidad”. Un solo contagio y un perro sacrificado por precaución desataron una tormenta política, mediática y social. Y todo para que luego llegasen los tribunales y concluyesen que los protocolos que aplicó Sanidad para la gestión de la crisis fueron los correctos y que la forma en la que se produjo el contagio de la enfermera no estaba clara en absoluto.
Hoy tenemos a cuarenta mil compatriotas, si no más, fallecidos a consecuencia de una epidemia, a cientos de miles de contagiados (más de cincuenta mil son personal sanitario) y un informe pericial aportado a una investigación judicial en el que se asegura que es “cierto y seguro" que sin las manifestaciones del 8-M "se habría evitado una amplia difusión del virus". Quienes antaño exigían responsabilidades políticas al Gobierno por el contagio de una única persona, ahora no es que callen, sino que afirman que nada se podía saber y que la culpa de todo la tienen los recortes del PP.
Para su mala suerte, se ha hecho público un vídeo de la ministra de Igualdad del día después de las manifestaciones feministas del 8 de marzo. En él expresa su creencia de que la menor asistencia se debió al coronavirus aunque eso “no lo puede decir”. Y se evidencia que el Gobierno sabía muchas más cosas de las que decía: que era necesario mantener las distancias o evitar el contacto físico, y que eso era imposible de cumplir en la manifestación. Aunque de todo lo que Irene Montero admite en la grabación, yo me quedo con la causa que aduce para justificar por qué no puede decir nada: “Esto es el cierre ya del Ministerio”. ¡Ah, hombre, acabáramos!
Nuestro Gobierno miraba hacia otro lado porque había que justificar el chiringuito institucional que Sánchez le puso a la pareja de su vicepresidente en pago por la formación de Gobierno
Este ataque de sinceridad de la Ministra de Igualdad pone el dedo en la llaga supurante de este Gobierno en lo que a su gestión de la pandemia se refiere. Mientras que en otros países llevaban días (algunos hasta semanas) tomando medidas “superdrásticas”, nuestro Gobierno miraba para otro lado porque había que justificar el chiringuito institucional que Sánchez le puso a la pareja de su vicepresidente en pago por la formación de Gobierno.
El 8-M no era una causa en sí mismo, sino la culminación de una gigantesca campaña de propaganda gubernamental creada por Redondo y Cía. para justificar la colonización de las instituciones y la ideologización de la ley a costa de la violencia que han sufrido y sufren muchas mujeres. Fue el abrazo callejero y mediático a la ley del “sólo Sí es Sí” promovida por la vicepresidenta Carmen Calvo y culminada por la ministra Montero. Y aquí radica el hecho diferencial de nuestro país respecto a lo que sucedió en otras partes del mundo: el gobierno español animó explícitamente a la población a asistir de forma masiva a las manifestaciones del 8-M, anteponiendo la política a la salud pública. Recuerden si no cómo Fernando Simón, en su condición de experto, aseguraba que él no tendría problema alguno en que su hijo acudiese a las manifestaciones. O a la mismísima Carmen Calvo insistiendo en que a las mujeres “nos iba la vida en ello”.
Pues los mismos que pedían ayer que se investigase al gobierno de Rajoy por un solo contagio de ébola, rechazan hoy asumir cualquier tipo de responsabilidad. No sólo de índole penal (algo que es comprensible) sino también de índole político. Decenas de miles de muertos después, algunos dentro del personal sanitario (cuyos contagiados se cuentan en decenas de miles también) y ni un solo amago de dimisión o de asunción de responsabilidades políticas en el Ejecutivo. Qué suerte formar parte de un Gobierno progresista, tía.