Opinión

Primarias en el PP: ¿afiliados contra dirigentes?

El militante no cree que sea tiempo de componendas, sino de remontada anímica. Por eso, presentarse como como la favorita de los votantes en general, y de la oposición en particular, es hacerse un flaco favor

  • Soraya Sáenz de Santamaría en la sede de los populares de León.

Sí es cierto, como ya escribí aquí, que de la votación del 5 de julio depende el futuro del PP. La renovación de un partido que cae en votos y en las encuestas, que va perdiendo poder institucional y arraigo social, credibilidad y confianza, pasa hoy día, aquí y en cualquier lugar del mundo, por unas primarias. No hay que asustarse por el ruido ni por el lenguaje periodístico que alude a guerras, purgas y rupturas. Es lo habitual.

Ahora bien, allí donde ha triunfado la renovación de un partido inmerso en los problemas que sufre hoy el PP ha sido con la misma fórmula: un líder transformador, nuevo pero no desconocido, que, con un proyecto ideológico identitario fuerte, arrastre a la militancia, y con ella al votante. Posturas intermedias han terminado siempre en fracaso.

A partir de aquí juegan las reglas internas de las organizaciones, tan particulares como complicadas, ya que hablamos de un partido político; es decir, de una formación institucionalizada, adosada al Estado, de la cual vive mucha gente. El proceso de toma de decisiones en las primarias, por tanto, responde a múltiples variables, así como a la labor de los conseguidores de votos. En realidad, es un remedo de la oligarquía y el caciquismo del XIX, trufado con la “influencia moral” de la dirección, pero con un cuerpo electoral, la militancia, de siglo XXI. Y de aquí vienen las enormes incertidumbres.

Por este motivo resulta interesante analizar los distintos escenarios posibles, teniendo en cuenta cuatro factores: la personalidad de las tres candidaturas principales, el nivel de participación, la presión de los cargos intermedios, y la animadversión entre candidatos.

Si vota mucha gente

La candidatura de Pablo Casado ha apostado por politizar a los militantes y hacerles protagonistas del proceso. Es su gran baza. El modelo está copiado del éxito en primarias en Europa y Estados Unidos. La clave es abrir una distancia entre la vieja dirección, a la que se achacan los errores, y la militancia. Es un estilo populista pero aplicado al partido. El modelo es útil porque se apela a la mayoría soberana, sobre la base de un discurso democratizante y renovador.

La respuesta de las otras candidaturas ha sido la lógica: desarmar al adversario aumentando las presiones de los cargos sobre los inscritos. Lo habitual en todo proceso de elección interna en cualquier ámbito de la vida profesional. La labor de Cospedal y Soraya ha sido doble en este sentido: la influencia moral para no votar al “candidato de la militancia”, o abstenerse. Por esto, unas hablan de controlar territorios, donde están los apparatchik, y el otro de militancia.

El afiliado vive la organización como un club, una pequeña iglesia, no tiene el mismo espíritu que el votante, quien suele ocultar su preferencia política, cambiar su papeleta o fingir

En consecuencia, si el porcentaje de participación el 5 de julio es elevado, y como tal se puede considerar por encima del 70% de los inscritos, parece que el plan de Casado habrá tenido éxito. En este caso, habría quedado todo resuelto, porque es inconcebible que los compromisarios corrijan a los votantes en el Congreso. El descrédito sería descomunal. No llegarían a asaltar la sede del PP, como hicieron los socialistas en Ferraz, pero casi.

 

Si empatan dos candidatos

Es aquí donde juega la animadversión entre los tres, más que la ideología y el reparto de cargos. Es de sobra conocida la enemistad entre Soraya y Cospedal, lo que juega a favor de Pablo Casado. Si éste consigue meterse entre los dos primeros, con posibilidades en el Congreso, saldrá ganador. El motivo es bien sencillo: los compromisarios de quien haya quedado en tercer lugar votarán a su favor para que no salga su enemiga.

Con un margen corto de diferencia en el resultado de las elecciones de la militancia, lo más probable es la alianza de dos contra uno de cara al Congreso. Nunca se producirá la unión entre sorayistas y cospedalistas, por razones obvias, pero nada indica que estas partes no concedan su apoyo a Casado. Así, la parte que ceda sus compromisarios al ganador participará de la purga y conservará poder.

No obstante, Casado cometió el error de decir que si no gana el voto de la militancia, no se uniría a Cospedal ni a Soraya, ni aceptaría cargos. La única salida elegante e inteligente sería decir: “Me equivoqué”.

¿El preferido de los votantes?

Las encuestas sobre la preferencia de los votantes tienen una intencionalidad que, aun siendo legítima, carecen de validez. El militante votará por una cuestión personal: quitarse de encima el acoso social y mediático de todos estos años, así como a cualquier persona que pudiera recordar ese pasado luctuoso de operaciones diálogo fallidas, imágenes de políticos del PP encarcelados por La Sexta, y programas económicos de gobierno traicionados.

El militante no tiene el mismo espíritu que el votante, quien suele ocultar su preferencia política, cambiar su papeleta o fingir. El afiliado comprometido vive la organización como un club, una pequeña iglesia donde se siente reconfortado al estar entre iguales. Es un persona politizada e informada, con más capacidad de movilización que un votante, y cuyas emociones están más a flor de piel que las de un elector cualquiera. Desdeñar esto es equivocarse.

Los militantes buscan al candidato que les haga sentirse mejor en el enfrentamiento con aquellos partidos que, a su entender, les humillaron

El militante siente simpatía por una idea y una persona con la misma fuerza que la revancha y la desconfianza, y este último factor es muy poderoso a la hora de depositar su voto en primarias. Buscan al candidato que les haga sentirse mejor en el enfrentamiento con aquellos partidos que, a su entender, les humillaron, porque ese malestar lo pasan a su vida privada, a su entorno laboral y familiar.

El militante no cree que sea tiempo de componendas, sino de remontada anímica. Por eso, presentar a una candidata como la favorita de los votantes en general, y de la oposición en particular, no deja de ser un flaco favor. En todo caso, pronto quedará la ecuación resuelta.

 

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