Recuerda el PSOE, en estos convulsos días para ellos, el inolvidado poema de León Felipe (“sin rumbo, sin timón y sin bandera”), un barco de papel navegando donde la corriente quiera llevarle para perplejidad de antiguos votantes y simpatizantes que comprueban asombrados como el partido se va desdibujando en su tránsito hacia otros caladeros que no le son propios y en los que tiene, objetivamente, poco que ganar. “Nuestro drama”, reconocía hace pocos días en privado un exministro de Zapatero, “es que hemos perdido seis millones de votos, cuatro de ellos durante el mandato de Rubalcaba”. En busca del arca perdida, donde creen que se encuentra el santo grial de las papeletas esfumadas, la formación se ha acercado -“¡cómo no hacerlo!”, te dicen- al territorio de Podemos, partido que ha actuado como depositario de una masa de electores que creyeron ver en ellos, erróneamente, la reencarnación de aquel Partido Socialista que enamoró a la sociedad española en el año 1982.
Al situarse en una posición excéntrica con respecto al ideario socialdemócrata que les condujo tantas veces a la Moncloa, muchos votantes tradicionales no se reconocen en las propuestas de los nuevos tiempos, con el añadido dramático de que tampoco el partido es capaz de incorporar de forma significativa a los jóvenes que se incorporan a la vida política y que les perciben como una alternativa del pasado. En esas, el PSOE pierde pie y navega en aguas turbulentas, sin ser capaz de visualizar ante la gente un catálogo de propuestas coherentes con los postulados que constituyen su idiosincrasia política. La actuación, la pasada semana, del inefable Juan Carlos Campo Moreno en un papel de “comepepés” que desconcertó incluso a algunos de los suyos, vino a evidenciar el disparo en el pie que el partido se ha infligido en un seguidismo del PNV aún por explicar. Lo mismo cabe decir del paupérrimo papel desempeñado por Margarita Robles (cada día con menos afectos, por cierto) en el debate sobre el futuro de las pensiones.
Se confirma que Susana Díaz medita seriamente convocar elecciones este mismo año para poner distancia con la debacle general del PSOE que se anuncia para las municipales y autonómicas de 2019
Con un liderazgo que evidencia tendencia a lo errático y debilidad congénita, el PSOE no es identificado por los ciudadanos como una alternativa real y cierta a un PP que resiste, a pesar de todo, por incomparecencia de contrario. Mientras tanto, en su obsesión casi enfermiza por la formación de Pablo Iglesias, es la de Albert Rivera quien pesca en sus aguas ampliando un caladero electoral que ya no se circunscribe únicamente al PP. “Lo que teníamos que hacer”, comentaba jocosamente un dirigente de la época de Rubalcaba, “es acercarnos a Podemos para recuperar los votos y luego cargar todas las baterías contra ellos”, un whisfull thinking que revela el grado de aturdimiento que hoy se vive en las filas del partido, porque lo que puede ocurrir, como resultado de esa aproximación, es que terminen sufriendo el “abrazo del oso” y debilitando aún más su base electoral.
Lo que hoy evidencia la opinión publicada, y el estancamiento en las encuestas, se traslada también al interior socialista donde se percibe una división interna imposible de ocultar. Lejos de hacer caso al llamamiento de Zapatero en la escuela de buen gobierno, donde tantas clamorosas ausencias se han registrado, el fuego amigo es una realidad que viene a sumarse al desconcierto general. En la otrora pujante Jaime Vera, Joaquín Almunia advirtió de la desconfianza que genera el PSOE y otro veterano, nada menos que Javier Solana, mostró su extrañeza por las actuaciones dirigidas por Ferraz con un contundente: “No estoy contento con mi partido”.
Las elecciones municipales y autonómicas del próximo año serán la prueba de fuego del pedrosanchismo imperante. Por si acaso, Susana Díaz no descarta, según confiesa a sus íntimos, la posibilidad de convocar elecciones este mismo año para intentar poner distancia y cortafuegos en Despeñaperros a lo que puede ser una debacle general.
¿Y los clásicos del antiguo testamento, qué dicen? Pues miren, algunas de las cosas que afirman en privado casi resultan irreproducibles. Pero en público se acogen a un mantra que resulta tan inquietante como terrible: “Yo no entiendo a mi partido”. Un ex presidente de la cámara alta llamó hace semanas a un prócer socialista de toda la vida para decirle que se sentía ninguneado y que iba a plantear su abandono del PSOE. La respuesta fue tan inteligente como pragmática: “No te hace falta, a fin de cuentas a ti te ocurre como a mí, que en la práctica, y para ellos, ya no formamos parte del partido”. Fin de la cita.