Opinión

El PSOE como problema

La inefable Carmen Calvo ha declarado que para el PSOE “el adversario natural es la derecha”, lo que visto desde una perspectiva ideológica puede ser una afirmación con sentido. Ahora

  • Carmen Calvo.

La inefable Carmen Calvo ha declarado que para el PSOE “el adversario natural es la derecha”, lo que visto desde una perspectiva ideológica puede ser una afirmación con sentido. Ahora bien, esta apreciación genérica suscita una serie de preguntas inquietantes. Si el adversario “natural” es la derecha, entendida esta confrontación en términos de modelo económico y social, es decir, presión fiscal, volumen del Estado, mercado laboral, competitividad de la economía, sistema educativo, alcance y coste de los servicios sociales y demás ámbitos en los que se distinguen tradicionalmente los que se autodenominan “socialistas” de los que descalifican como “conservadores” o en ocasiones “neoliberales”, ¿quiénes son entonces los aliados “naturales” de la formación en la que milita con fervor la semialfabetizada vicepresidenta? ¿Podemos, que repudia el libre mercado, la separación de poderes, la monarquía parlamentaria, la democracia representativa, la unidad de España, los símbolos nacionales, la Unión Europea y la OTAN? ¿O son quizá sus compañeros de viaje obligados los presuntos golpistas catalanes, supremacistas, separatistas, vulneradores sistemáticos de derechos individuales fundamentales, encarcelados a la espera de sentencia por gravísimos delitos y cuyo proyecto manifiesto y confesado es la destrucción de la Nación, matriz de nuestras libertades, vector histórico de nuestra presencia en el mundo y garantía de nuestra prosperidad y seguridad?

¿Qué decir de su aceptación como colaboradores explícitos o implícitos de los defensores de la violencia criminal como instrumento de acción política, de los amigos de asesinos vesánicos a los que cubren de alabanzas y honran con homenajes y que pugnan también tenazmente por liquidar la Constitución del 78 y a España como entidad colectiva identificable? ¿Son, pues, Casado, Rivera y Abascal, que jamás han hecho ni dicho nada que no sea respetuoso con la democracia, con la resolución pacífica de los conflictos, con la forma de Estado y con el ordenamiento básico vigente, sus oponentes por definición mientras que Otegi, Torra e Iglesias, compinches de matarifes, quebrantadores sistemáticos de la ley, colectivistas totalitarios y secesionistas contumaces poseen de manera graciosa, por la esencia misma de las cosas, la categoría de potenciales amigos y viajeros a su lado en un itinerario común?

El PSOE de Pedro Sánchez se junta con lo peor y más tóxico de nuestros lares poniendo en peligro la supervivencia de la Nación

El concepto de lo “natural” de la descubridora de que el dinero público no es de nadie y monopolizadora –“mira, bonita”- del feminismo justiciero, es sin duda un tanto extraño. Muchos observadores imparciales que contemplan nuestro actual galimatías desde la serenidad de la distancia más allá de nuestras fronteras consideran que lo natural sería un Gobierno de concentración de las tres principales fuerzas nominalmente comprometidas con la Constitución, la civilización occidental y los valores de la sociedad abierta para preservarlos frente a los que no ocultan su propósito de destruirlos. Ante una amenaza de carácter existencial, tan grave en su origen interno como sería una invasión extranjera que pretendiera sojuzgarnos y borrarnos de la faz de la tierra, lo obvio, como sucedió en el Reino Unido en 1941, es una gran coalición de patriotas para evitar el desplome de la convivencia en libertad, el imperio de la ley, la soberanía nacional y la paz civil. Lejos de esta clara necesidad, el PSOE de Pedro Sánchez se junta con lo peor y más tóxico de nuestros lares poniendo en peligro la supervivencia de la Nación.

La pregunta inevitable es si esta extraña deriva de la centenaria organización del puño y la rosa corresponde a la obsesión maníaca de su actual Secretario General por ejercer el poder con independencia de cualquier otra consideración o se encuentra instalada en su entraña desde su fundación. En este aspecto, hay que tener presente que los principales dirigentes socialistas descabalgaron a Sánchez de la jefatura del partido hace tres años precisamente para impedir que hiciera lo que ahora está haciendo en Navarra y otras Comunidades, así como en numerosos Ayuntamientos, y que no ha culminado a nivel nacional porque las exigencias de Podemos han resultado excesivas para la plena satisfacción de su ego.

Sin embargo, esta actuación sensata de la cúpula fue desautorizada poco después por las bases, que repusieron en su puesto al hoy presidente del Gobierno en funciones, avalando por tanto el desafuero de la moción de censura y sus presentes arrumacos con las siglas deletéreas del independentismo, del chavismo y del brazo institucional del terrorismo. El mal que aqueja al PSOE no puede en consecuencia ser atribuido a un mero episodio asociado a un líder con unos determinados rasgos patológicos en su personalidad, sino que más bien parece ser de índole más profunda. Los precedentes históricos de su ejecutoria durante la II República, notablemente el asesinato de Calvo Sotelo, la revolución frustrada de 1934 y el pucherazo electoral de 1936, favorecen esta segunda tesis. La triste conclusión es que si el PSOE es un problema para España, España sufre un serio problema de viabilidad.

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