El primer empujón hacia el purgatorio fue el cordón “sanitario” que Vox ha vivido -lo de sufrir habría que pensárselo- durante el último año. Fue tejido por todos los partidos, aunque el PP lo hiciera de forma menos evidente y Ciudadanos de manera estridente e incoherente. Para muchos es la causa de la debacle electoral que estos últimos han, ahora sí, sufrido.
Actualmente, la Divina Comedia que nos regaló Dante Alighieri mantiene a Vox en el purgatorio aunque de manera más florentina, menos grosera, definitivamente más sutil y sólo por parte del Partido Popular. La estrategia de contención se resume en tres acciones: Negar o reducir su presencia institucional, asumir parte de su discurso para evitar la sangría de votos y, por último, aprovecharse de los resultados electorales para formar gobiernos de coalición sin la presencia de Vox en ellos. Por ahora la estrategia del PP está funcionando.
“¡Ay, como se echa de menos una sola fuerza de derechas!” es el lamento habitual, como si la catastrófica gestión de Rajoy no fuera la causante de un castigo electoral merecido
El primer punto es oponerse a la presencia institucional de Vox. Hemos vivido algunos sucesos desagradables, pero bien “vendidos” por el PP ante su opinión pública. “¡Ay, como se echa de menos una sola fuerza de derechas!” es el lamento habitual, como si la catastrófica gestión de Rajoy no fuera la causante de un castigo electoral merecido para al menos una generación.
Un ejemplo muy claro lo encontramos en el Congreso de los Diputados, con la operación del PP que consiguió que Vox y Ciudadanos no pudieran obtener un puesto más en la mesa del Congreso, crucial por cierto en esta legislatura tan inestable, sin importarle -el cortoplacismo en el PP se impone casi siempre- que el puesto en liza acabara en manos de la izquierda, lo que da un resultado de seis puestos para la izquierda y tres para PP y Vox; Ciudadanos se queda fuera… ¡Mejor imposible! y además, toda la culpa recae, según los medios de comunicación, en… ¡Vox! De manera aún más señalada -por menos defendible- está el facilitar también en el Congreso la presidencia de una comisión a Errejón (¡que tiene dos diputados!) para evitar dársela a Vox.
Los nuevos populismos
También en este contexto hay que situar la larga cambiada de Martínez-Almeida, cuando decidió que los concejales de distrito lo eran también de gobierno para cumplir la letra del pacto de su investidura. Cualquiera que haya pasado algún tiempo en el ayuntamiento de Madrid, como quien suscribe esta tribuna, sabe que este planteamiento es un puro sainete de nuestro simpatiquísimo alcalde.
El segundo punto de la estrategia es la asunción de parte del discurso de Vox por el Partido Popular, para detener la sangría de votantes. Esto es un común denominador de todos los partidos de centro derecha de Europa, y también ha sido recogido en algunas obras académicas muy influyentes como la de Roger Eatwell y Mathew Goodwin sobre los nuevos populismos. Pero el PP no destaca por su coherencia en este punto, pues no hay unanimidad en esta estrategia y saltan las distintas voces y sensibilidades al tratar temas hasta ahora tabú, como son la defensa de España, la cohesión social, las políticas de género, el desastre autonómico, la inmigración, la familia y demás cuestiones que se han convertido en las señas de identidad del discurso de la nueva derecha.
Como ha dicho Wert, el PP peca de un exceso de funcionarización, y prueba evidente es que Pablo Casado es el primer líder de la formación que no proviene del alto funcionariado del estado. Y esa funcionarización lleva a que las cuestiones ideológicas tengan muy poco peso y que las incongruencias se desechen de un manotazo como cuestiones menores: lo importante es la sacrosanta gestión. Aunque el sufrido electorado, desorientado y muchas veces espantado, ya tiene un refugio en la que se tratan con seriedad y contundencia las cuestiones más esenciales de nuestro tiempo.
Qué error el de Cayetana -la que más talento “voxero” tiene en el PP, por cierto- al hablar del afrancesado reagrupamiento
El tercer punto es el aprovechamiento casi con saña de los votos de Vox para formar gobiernos. Aunque puede que dentro de poco empiecen las sorpresas y, como decía don Mendo, “como pagar no puedo/para acabar de sufrir/he decidido…partir/ a otras tierras, a otro abrigo”. En tanto el “sorpasso” de Abascal a Casado no se produzca, el PP debería empezar a plantearse que las “otras tierras” de Don Mendo puedan ser un, simplemente “sí, pero no con ese”.
Para Ciudadanos el círculo ya es el del infierno y es sólo cuestión de gestionar cómo se dejan fagocitar por el PP. ¡Qué error el de Cayetana -la que más talento “voxero” tiene en el PP, por cierto- al hablar del afrancesado reagrupamiento! La reagrupación es una pérdida de tiempo: listas conjuntas y separación de los de Ciudadanos en un grupo político distinto una vez elegidos. No es más que un balón de oxígeno para los de Arrimadas.
Aunque el destino es inexorable, el infierno de Dante envolverá a Ciudadanos por las propias inconsistencias del PP y su temible capacidad para negociar -son muchos años de “realpolitik”- y me temo acabará en un puntillazo fulminante. Lástima que no tengan más altura de miras e intenten recuperar el original del Ciutadans de Catalunya, cuando consiguieron ser la primera fuerza política de dichas provincias con la única y esencial ambición de substituir la bisagra nacionalista que tanto daño a hecho a España. La ambición desaforada de Rivera destruyó este sueño histórico.
Aún así, el futuro es el bloque constitucional, porque todo lo anterior es pura politiquería barata y al final imperará el sentido común y los apoyos electorales. Las disparatadas políticas del actual inquilino de la Moncloa van a condenar al PSOE a un largo periodo de recuperación, similar al que estaba condenado el PP de Rajoy y como antes lo estuvo la UCD. Sólo la estructura territorial del PP, es decir, la lealtad de sus magníficos y muy sacrificados afiliados y la irrupción de Vox han permitido salvar los muebles y sentar las bases para un futuro y próximo cambio de gobierno.
(Con la colaboración de Jorge Fernández-Sastrón)