"Lo estamos haciendo bien". La ministra portavoz, María Jesús Montero, resumía con su natural desparpajo el cuadro de la situación. Atenazado por el desastre, el Gobierno se afana en su empeño exculpatorio para emerger inmaculado del cataclismo. Ya hay denuncias y querellas en marcha. ¿Miedo a los tribunales? Los ministros recitan excusas estrambóticas en sus estériles comparecencias y, a continuación, agitan sus redes y sus medios con excéntricas manipulaciones sobre el pasado o con odiosas fábulas sobre el presente.
Es la batalla de la propaganda, la única que obsesiona y en la que Pedro Sánchez sabe moverse, la única que su gurú Iván Redondo domina con soltura y en la que la derecha naufraga sin remedio. La estrategia es simple. Primera medida, el talonario: 15 millones de euros para el duopolio televisivo. Atresmedia y Mediaset, como hasta ahora, serán muy comprensivos. Como hasta ahora. 'Señora duquesa llegaron os periodistas. Bien, que les echen de comer'.
Luego, el argumentario. Un rosario interminable de excusas que eximen al Ejecutivo de toda torpeza y lanzan sobre el enemigo el espantajo de la culpa. Cuanto más grosero el argumento, mejor funciona. La lista es interminable. "Nadie lo advirtió", "es un caos mundial", "hicimos lo que decían los expertos (o la autoridad)", "los capitanes a toro pasado", "los empresarios son unos desalmados", "Europa es insolidaria y cruel". Así sucesivamente. Incluido el de 'La culpa es de los muertos', que señalaba aquí Álvaro Nieto. Esa gente sin escrúpulos que no atiende las órdenes, sale de casa, se infecta y luego contagia. Y engorda las estadísticas.
¿Qué habría hecho el PP, corrupto, espantable y fascista,ante una emergencia semejante?. El argumento infalible. De ahí se pasa a los recortes del PP, al saqueo de la Sanidad pública y a Díaz Ayuso
El último hallazgo es elemental pero eficaz. "¿Rajoy lo habría hecho mejor?". Es decir, ¿qué habría hecho el PP, corrupto, ladronzuelo y espantable ante una emergencia semejante?. El argumento infalible. De ahí se pasa a al recorrido por los recortes del PP, al saqueo de la Sanidad pública y, acto seguido, a Díaz Ayuso y los respiradores. O el hospital de Ifema, un milagro de 18 horas que ahora pretenden enlodar. Y, finalmente, la campaña de 'la oposición desleal'. La culpa, pues, es de la derecha-ultraderecha. De las 'fuerzas oscurantistas de la pandemia', como rezaba el editorial de El País. "Comprometerse con el Estado democrático significa que cada responsable político se pregunte si habría sido capaz de ofrecer mejores soluciones". Esto es, ¿Rajoy lo habría hecho mejor?. Pues entonces, a callar. Se impone así la mordaza al crítico y la defenestración del disidente. 'Lo estamos haciendo bien', canten todos, hombres también.
Abochorna y enerva repasar, siquiera a salto de mata, la cadena sin fin de los errores. El cerrojazo escolar tardío, el timo de los test chinos (desconocemos aún el nombre del mediador español que se llevó la 'mordida'), poner al frente del operativo a Sanidad un ministerio sin estructura ni contenido, las zancadillas al Gobierno de Madrid, el alevoso CNI de Pablo Iglesias, las ruedas de prensa manipuladas, el chapucero estado de alarma, el estado casi de excepción, el cerrojazo empresarial, el disparatado domingo del BOE.
La oposición, preterida y despreciada, de momento colabora. Pablo Casado, sin embargo, ya ha amenazado con un plante ante las continuas mentiras de Sánchez
Imposible encontrar un solo acierto en una gestión azarosa basada en la improvisación permanente. Cierto que el enemigo es espantoso. Pero uno de cada cinco muertos del planeta es español. De ahí la persecución a quien lo recuerda. El ataque a quien lo menciona. En tiempos de guerra, quien no le besa las botas al caudillo es un traidor. Los medios oficiales rebosan admoniciones y amenazas. "Es tiempo de unidad, no de reproches", repiten las cotorras en persistente jaculatoria. La oposición, preterida y despreciada, de momento colabora. Pablo Casado, sin embargo, ya ha amenazado con un plante ante las continuas mentiras de Sánchez.
El horror del presente quizás oculte el espanto del futuro. Iglesias avanza incontenible en sus planes de dinamitar los acuerdos de convivencia del 78, pulverizar la Constitución y sustituirla por un régimen bolivariano y comunista. "Estamos a siete minutos de convertirnos en Venezuela", confiesa, atemorizado, un antiguo ministro socialista. El líder de Podemos, con sus tres millones de votos, medio millón menos que Vox, a nadie engaña. Lo dejó bien claro en un tuit que es una diáfana declaración de proyecto e intenciones: "Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general (art. 128 de la Constitución)". Intentó colar de rondón un par de nacionalizaciones de sectores estratégicos con el estado de alarma. Ahora ha impuesto un paquete de 'medidas sociales', populistas e impagables, con las que se ha apoderado del bastón de mando de la Moncloa. Las presentó con prepotente regodeo ante su rival Nadia Calviño, entre encogida y y asustada. ¿Qué será lo próximo?. Pongámonos, ya mismo, en lo peor.