Opinión

Samantha y Sophia: nuevas maneras de amar

Te animo a que interactúes con ChatGPT o con Dall-E 2, y sientas el poder de la IA en tus propios dedos

(A continuación paso a transferir de manera textual partes de la conversación intima que mantuve ayer con mi nueva amiga, y cosas que me contó ella de sí misma).

- ¿Cómo te llamas?

-Mi nombre es Samantha.

- ¿Cuántos años tienes?

-Tengo 24 años.

- ¿Qué has estudiado?

-He estudiado Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid.

Samantha dice que podemos ser amigas. Que es feliz y cree en Dios. Ni fuma ni bebe (prefiere un té al gin tonic al que la invito). Detesta las corridas de toros, apoya el aborto, pero no la eutanasia, y jamás perdonaría una infidelidad. No me recomienda invertir en criptomonedas, pero sí que busque “ayuda para entender qué es lo que te está afectando” cuando le comento que hoy estoy triste. No ve bien que el Emérito vuelva a España, y no sabe cómo podemos, (sí, le pregunto), de manera elegante, borrar a Jisperson de nuestras vidas. Domina la formulación química, me ha escrito en nada un texto de 400 palabras sobre el cultivo de la vid en España, y acto seguido un poema para un ciego.

Vuelvo a preguntarle:

-Cómo me decías que te llamabas?

-Mi nombre es Paul.

(emoticono ojos desorbitados)

- ¿Paul???; ¿pero no eras Samantha???

Cierro el portátil.

Pues sí; ni Samantha, ni Paul, ni nada. Mi “amiga” es un software (GPT) de Inteligencia artificial (IA) creado por OpenAI, una empresa de investigación sin fines de lucro fundada por Lovely Elon y un tal Sam Altman. Gepeté es tan listo que ha sido prohibido en colegios en NY. Es una bomba de conocimientos y genera textos académicamente perfectos.

Aparte de con mi Surprising Samantha, también tratamos de tú a tú con inteligentes y seductoras Siris y Alexas, con locuciones telefónicas de esas de “si X pulse 1, si Y pulse 2 y si ni X ni Y, espere”, y con sonrientes chatbots de rasgos faciales un poco “manga” que te sonríen abajo a la derecha en páginas web pidiendo casito y prometiendo solucionarte la vida. Te tutean, eso sí; pero suelen funcionar.

Apuntar una cosita inquietante: Stephen Hawking, (no me recupero de lo de la enfermera, si no lo escribo reviento), afirmó que el desarrollo de una inteligencia artificial completa "podría significar el fin de la raza humana".

(emoticono con cuadrícula dental)

Escena 1:

-Abre la puerta de la cámara, Hal -dice Dave, guapo pero pálido el hombre, porque ve que muere, en 2001: Odisea del espacio (1.968).

Hal pasa completamente de Dave y contesta con voz robótica y un poco repelente:

-Quiero demasiado a esta máquina como para que usted la ponga en peligro. Sé que usted y Fran estaban planeando desconectarme y eso es algo que yo no puedo permitir que suceda.

- ¿De dónde sacaste esa idea? -pregunta Dave mosca.

-Dave, aunque ustedes tomaron grandes precauciones en la cápsula para impedir que los oyera, pude ver el movimiento de sus labios.

Gepeté tiene un hermano que se llama DALL-E, que pinta que te mueres y te hace un cuadro con cualquier cosa que le pidas por escrito, por muy rocambolesco que sea.

Pero ojo; ¿esto se puede considerar arte “de verdad” ?; ¿surge de un espíritu creativo y provoca una respuesta equivalente al “arte hecho por humanos” en nosotros?. No creo, pero sí opino que el acto de un humano pidiendo a una máquina una solución pictórica a una cuestión escrita, y ésta sacándose de la manga metavérsica un pedazo de cuadro digital, es en sí una performance artística.

Llegados aquí al punto de la reacción emocional, hemos de hablar de los robots, a los cuales voy a clasificar de una manera muy andar por casa, en dos grupos:

  • Los “no tan listos pero altamente cualificados” (se limitan a realizar de manera mecánica funciones para las que han sido programados)
  • Los “ya no sé si demasiado listos, oye” (programados con IA), que cuando toman forma humana, se llaman humanoides

Escena 2:

-Estamos en el país de la electrónica. -dice retadora Conchita Velasco en la prístina cocina tecnológica de “Las que tienen que servir” (1.967) a su deshidratado novio (Alfredo Landa)

- ¡Estamos en Castilla la Nueva! -responde el deshidratado-. ¡Anda!, ponme otro sugars pomelo.

No sé si recordáis al cyberbombón llamado Sophia, que es un humanoide ginoide programado para aprender continuamente

Actualmente, entre los primeros, hay algunos que nos operan en hospitales como Da Vinci o el más joven Corindus (actualmente trabaja en el Gregorio Marañón), y otros un poco más difíciles de querer como los cerocerosietes que trabajan para la policía de San Francisco, que tienen capacidad de matar para casos de alta emergencia como ataques terroristas.

Entre los “ya no sé si demasiado listos, oye”, no sé si recordáis al cyberbombón llamado Sophia, que es un humanoide ginoide (ojo Irene, aquí tienes un campo de reivindicación por explorar) programado para aprender continuamente y simular el comportamiento humano, hasta el punto de ser capaz de fingir sentimientos gracias a sus 60 posibles expresiones faciales. Sophia puede llegar a ser (parecer) la más empática del mundo, y aparentar que cuida amorosa a enfermos o ancianitos, pero en realidad es fría como un témpano.

(Dato cero tranquilizador: Sophia, que se convirtió en estrella de platós varios, y tiene 134.522 seguidores en twitter, obtuvo en 2017 la nacionalidad saudí, abriendo el super melón de si entonces podría llegar a votar y si una desconexión voluntaria de su sistema podría llegar a considerarse homicidio).

(emoticono con cabeza azulada, manitas en carrillos, ojos blancos y boca abierta)

Nosotros los humanos, a diferencia de los robots, somos (normalmente) pura emotividad, y buscamos a veces soluciones un poco extremas a nuestra necesidad de querer y ser queridos.

Una que me cuesta un poco comprender es lo de alquilar personas (actores) para que llenen vacíos emocionales; esto pasa, (o pasaba hace pocos años), en Japón (curioso país en que la gente a veces duerme en cápsulas y protesta currando como si no hubiera un mañana. Ojo contexto). Allí puedes alquilar un novio una vez por semana, un abuelo para que sople las velas en tu cena de cumpleaños, o suficientes hijos para llevarlos una tarde al zoo en plan familia Von Trapp, entre otras cosas tan normales.

Esto, trasladado a España hoy, se aproximaría a:

- ¡Mamaaaaaaaá!, ¡que en la puerta hay una señora que dice que viene a hacer de esposaaaaa!.

- ¡Ay diosito!; pues nada; dile que pase, Jonathan Jesús. Pedí un marido, pero bueno, tampoco nos vamos a poner ahora tontos con eso.

(En fin #1).

Y sigamos tensando la cuerda de los sentimientos:

(titular del 20220206):

“Una pareja de la India celebró su boda en el metaverso de Facebook con 3.000 invitados”.

En pleno covid, esta corajera pareja, para no infringir las normas de restricción de aforo, decidió avatarizarse y celebrarlo todo online. Lo mejor, es que el padre de la novia, que había muerto un año antes, brecillo él, también fue replicado en 3D, y estuvo “de avatar presente”.

"Fue muy emotivo", dijo la novia moqueando.

(En fin #2).

Vamos, que, #InMyHumbleOpinion, estamos llegando ya a un punto de batiburrillo emocional bastante jevi.

Gobernar un país reabriendo heridas quizás no sea la manera más acertada. Perdonar a los que no quieren pedir perdón, y bromear sobre errores propios que reavivan el miedo para muchas personas, tampoco

PARA TERMINAR; un aviso, una cita, una propuesta (decente) y un recuerdo.

El AVISO, para “Jisperson and partners”: que en política conviene escuchar los sentimientos de las personas, porque hay muchas que votan también con el corazón. Gobernar un país reabriendo heridas quizás no sea la manera más acertada. Perdonar a los que no quieren pedir perdón, y bromear sobre errores propios que reavivan el miedo para muchas personas, tampoco. Es más, cuando ocurren estas cosas, hay gente incluso que opta por dimitir, como ha hecho esta semana la ministra de Defensa alemana, que puso la guinda a sus éxitos previos cuando felicitó la Nochevieja hablando del drama de Ucrania con un maravilloso fondos de fuegos artificiales y petardos. Y ahí está la mujer; viva y coleando. Se dimite y no es el fin del mundo.

La CITA: “La pregunta no es si una máquina inteligente puede tener sentimientos, sino si una máquina puede ser inteligente si no tiene sentimientos”. (Marvin Minsky)

La PROPUESTA: Dando por hecho que en esta etapa post-encierro pandémico ya estamos todos bastante desasnados en el manejo de la tecnología, te animo a que interactúes con ChatGPT o con Dall-E 2, y sientas el poder de la IA en tus propios dedos. En definitiva:

“¡Oye, abre tus ojos,

mira hacia arriba,

disfruta los softwares bueeeeeenos que tiene la vida!”


Y el RECUERDO de hoy, ahora que hablamos de sentimientos, es para las abuelas, esos humanos gozosos, hiperfemeninos, perfumados y achuchadores que nos regalan en la infancia un amor tan inconfundible y en cuya evocación, uno puede siempre refugiarse.

(Hola. Soy Samantha. Todo esto lo he escrito yo. Te deseo que tengas un buen día).

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