Me cuenta una fuente de esas que los periodistas creemos bien informada sobre lo que pasa en los pasillos del poder que no nos creamos tanta bronca entre el Gobierno y la Comunidad de Madrid a cuenta de esas nuevas restricciones de movimiento que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, tildaba de "urgentes" hace semanas, pero que acabaron de llegar la pasada noche del martes tras semanas de un insoportable tira y afloja político.
Si tan urgentes eran esas medidas para frenar la curva de contagio de covid-19 y la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, insistía en negarse a aplicarlas, ¿Por qué el Gobierno no cogió antes el toro por los cuernos? Intuyo que el PSOE no quería pagare el coste político en solitario, pero, defiende mi interlocutor, había otra razón menos evidente: todos, incluidos los gobernantes de PP, Ciudadanos Vox, estaban esperando a ver cómo evolucionaba el virus y cómo paralizaban el gran éxodo del 12 de octubre.
"Ganar tiempo"
Según esa tesis, Pedro Sánchez y Ayuso siempre han estado de acuerdo en una cosa: "Ganar tiempo" hasta que no han podido estirar más la cuerda. Ver a los 6,6 millones de habitantes de la principal metrópoli viajar al resto de España para disfrutar del puente de El Pilar, viernes, sábado, domingo y lunes 12 de octubre era demasiado. Cuatro días de 'operación salida', atascos kilométricos, áreas de servicio atestadas, gasolineras, plazas de los pueblos, bares, playas y 'operación regreso'. Ahí es nada.
Esa era la verdadera madre del cordero que se traían entre manos Salvador Illa, el consejero madrileño Ruiz Escudero y quienes están por debajo al timón de la pandemia -es un decir-: qué hacer con los millones de madrileños sanos, asintomáticos o mediopensionistas; que, de no haber habido acuerdo la pasada noche, hubieran acudido a la costa y a sus segundas residencias en un momento en que la capital tiene una incidencia media ya de 775 contagiados por cada 100.000 habitantes.
Las restricciones de movimiento a los madrileños también van a impedir a miles de españoles de otras provincias aprovechar el puente de El Pilar para visitar la capital y hacer compras
Ojo, restricción que va a ser impuesta a los habitantes de otras provincias que usan este puente de cuatro o cinco días para visitar la capital y hacer compras en el centro... que siempre ponemos el foco en el miedo a que los habitantes de la capital expandan el virus -eso que de manera un tanto cursi se ha llamado madrileñofobia- pero se nos olvida que miles de compatriotas de otras autonomías también vienen a Madrid cada año en los puentes de El Pilar y la Constitución.
Bien. Si todo esto lo sabían Sánchez y Ayuso ¿Por qué no nos han hablado claro desde un principio? ¿Por qué hemos de asistir al típico pulso de adjudicación de culpas: uno contra la otra, culpándola de hacer (más) extensivo el virus si no accede a inmovilizar a la población, y la otra sobre el uno, adjudicándole la entera responsabilidad de la quiebra económica que se cierne sobre la principal comunidad autónoma de nuestro país, la que aporta el 20% del Producto Interior Bruto (PIB)?
El drama es que ambos tienen su parte de razón pero de nada sirve... Los paganos en forma de incertidumbre, cabreo, malestar hemos sido, una vez más, los ciudadanos de Madrid -y sus potenciales visitantes en este puente- porque ninguno de los dos quiere perder más votos de los necesarios; Porque en esta nueva política nadie está dispuesto a arriesgar, a contar la verdad a la gente por dura que esta sea.
Con la generación de políticos que nos ha tocado en suerte, ni la Constitución de 1978 ni todo lo que vino después, en condiciones políticas, sociales y económicas, por lo menos, tan complicadas como estas - reconversión industrial incluida con millones de parados-, nada hubiera sido posible. Sin un mínimo terreno de encuentro entre políticos y partidos de Gobierno y oposición no hay democracia. Y no acaban de tenerlo claro.