Si usted tuviera que recibir estos días a un amigo, pongamos que británico, y éste le pidiera que en pocas palabras le explicara cómo está su país, nación, patria, plurinacionalidad o futura República federal, yo le aconsejaría un método infalible y sumario. No recomiende un libro, ni un documental de televisión de esos que dan clandestinamente de madrugada y hacen grande a la televisión. No le invite a dar un paseo hoy por el monumento a la Sardana en Lérida, no vaya mañana a tomar una horchata a la plaza de Zocodover en Toledo, y no se lo lleve después a Trujillo, que, además, tendrá que explicarle que el jinete representado es esa espléndida estatua es un genocida del que los españoles nos avergonzamos. Pobre Pizarro. No, no haga nada de esto porque perderá el tiempo.
El gran carajal desde la radio
Si de verdad quiere que el inglés se haga una idea de dónde vive póngale la radio por la mañana. Que vaya moviendo el dial poco a poco y confirmará el efecto gol de un sábado por la tarde. Cuando una emisora canta el gol de Benzemá, uno puede estar pasando frecuencias durante un par de minutos y siempre estará escuchando el mismo gol, que un gol dura lo que quiere la radio.
Ayer por ejemplo. De la Ser a La Cope, de Radio Nacional a Onda Madrid, de Onda Cero a Catalunya Ràdio o la Radio Galega. En una da explicaciones muy convincentes -creo que el más creíble y razonable, Emiliano García-Page, presidente de Castilla La Mancha; en la siguiente habla el canario Ángel Víctor Torres. Sigue moviendo el dial y escuchará al consejero de Sanidad de Madrid Enrique Ruiz Escudero, con una punta de hastío en los labios, explicando una vez más por qué no obligan a los madrileños a ponerse las mascarillas. En la siguiente habla la catalana Alba Vergès amenazando al Gobierno central porque “quien sabe lo que pasa en Cataluña somos nosotros”. Venga, consellera, no se ponga así. Y sobre todo, no mienta. No tienen la menor idea de lo que hay dentro de Cataluña. Si lo supieran, los casos no crecerían como se dice ahora de forma exponencial. También escuché ayer a Juan Marín, vicepresidente andaluz, pidiendo al Gobierno -el Gobierno, pero ¿dónde está el Gobierno?- que incluya a Andalucía en las negociaciones con el Reino Unido.
¡Viva don Tancredo!
No sigo, pero ayer lunes la radio entrevistó a la mayoría de los responsables autonómicos para explicar lo que hacen y lo que no en sus territorios. Tras esta borrachera autonómica el amigo inglés podría plantear una primera cuestión: ¿Alguien puede decirme quién manda aquí? La segunda tendría que ver con una cuestión razonable para un inglés, supongo, pero no para un español: ¿Cómo siendo el virus el mismo en Mataró que en Getafe que en Muxía, las administraciones buscan soluciones distintas? La tercera, que bien podría ser la primera: Y ante este desbarajuste y despilfarro de medios materiales y humanos, ¿qué dicen los españoles? Y usted cabizbajo y harto, no tendrá otra respuesta que esta: de vacaciones. La verdad.
Y Sánchez venció al virus
El Gobierno entregó los trastos a las autonomías y desde entonces es imposible saber a qué se dedica, y menos en este momento en el que el alza de los casos del coronavirus ha colocado a España en el punto de mira de Europa. En este punto, el amigo inglés podría sacarle un ejemplar de periódico y ponerle delante de sus ojos lo que Pedro Sánchez dijo el pasado 5 de julio en Bilbao: "Hemos derrotado al virus, controlando la pandemia y doblegando porque hemos trabajado unidos". En este punto, qué hacer. ¿Callar, gritar, rezar? ¿Pero quién manda aquí y qué está haciendo?. Y sobre todo, ¿cómo ante las amenazas del Reino Unido, Francia y Noruega no hay nadie de nuestro Gobierno explicando en Londres, Oslo o París que Canarias o Baleares tienen menos incidencia que la inmensa mayoría de los países de la Unión Europea?. Sánchez silente. La ministra de Exteriores haciéndose fotos con el baranda que se hace llamar ministro principal de Gibraltar.
Perdonen ustedes el latinajo para terminar: Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus est. No hará falta traducir lo que dice la Biblia, pero por si acaso: Los malvados dificilmente se corrijen, y es infinito el número de necios. De tontos, en realidad.
El que pueda entender, que entienda.