En el año 2010 los diputados españoles se bajaron el sueldo en torno a un 10% y hasta el año pasado lo mantuvieron congelado. Tras siete años con subidas del 0,0%, en los presupuestos de 2017 se asignaron un incremento del 1%, manteniendo, eso sí, la suspensión de las aportaciones del Congreso a planes de pensiones o seguros colectivos, que ya se aplica desde 2012.
Pero como todo esto no encaja en el discurso dominante del forocochismo político, que domina las redes y los grupos de guasap, ni se dice, ni se cree cuando se dice. Y claro, cuando resulta difícil que a uno le crean si se arriesga a decir la verdad, lo cómodo y lo popular es subirse a las olas de indignación y comprar las mentiras que circulan por ahí, para ganar popularidad y “cercanía”, a riesgo de agrandar aún más el a veces justo y otras muy injusto deterioro de la imagen de nuestros políticos.
La propuesta simbólica de Sánchez de subir los salarios de parlamentarios y Gobierno el mismo 0,25% que se pretende aplicar a los pensionistas, en lugar del 1,75% del preacuerdo para los funcionarios, habrá causado alguna mueca de sorpresa en muchos diputados que hayan vivido en sus nóminas las bajadas y congelaciones salariales antes citadas. Supongo que algunos habrán pensado para sí (ninguno se atreverá a decirlo públicamente) que ojalá hubiesen tenido esa modesta subida durante esos últimos 7 años, en lugar de una bajada directa del 10% y un incremento anual del cero.
Lo cómodo y lo popular es subirse a las olas de indignación y comprar las mentiras que circulan por ahí para ganar popularidad y “cercanía”
Por supuesto que nuestros diputados no pasan las necesidades angustiosas de tantos pensionistas y el monto de sus emolumentos está por encima de la media de los sueldos que cobramos sus representados (aunque muy por debajo de los de sus homólogos en otros países), pero ya que al menos han demostrado una actitud de austeridad durante estos años, resulta profundamente injusto que los grandes líderes no solo no se atrevan a reconocerla sino que, por el contrario, se sumen al carro de la demagogia y alimenten la idea de que nuestros políticos se suben el sueldo sin tasa cada año, repantingados en los sillones del congreso, con sus gintonics subvencionados, mientras se ríen del pueblo, que es, más o menos, la imagen que todos recibimos de vez en cuando en las redes sociales para que la difundamos por ahí.
Así que la propuesta del secretario del nuevo PSOE, aparentemente restrictiva, en realidad lo que significa es revertir la tradición de congelación salarial que han venido manteniendo hasta hace muy poco nuestros representantes. Lo que pasa es que eso no se dice porque no hay valor para decir nada que no se sepa de entrada que va a ser aplaudido.
El liderazgo y la regeneración de la imagen de la política no solo pasa por actos de contrición sobre lo mucho que se haya hecho mal, que eso es relativamente fácil y electoralmente rentable. Pasa también por tener el coraje de defender a las muchas personas que cada semana dejan su casa y se vienen a sesiones interminables en comisiones y plenos del Congreso o en el Senado, a menudo sabiendo que todo lo que han preparado no servirá más que para ser defendido en una intervención de pocos minutos y desechado al momento. Conozco a suficientes para saber de sus esfuerzos en su circunscripción y en Madrid, de los horarios a menudo enloquecidos y de los apartamentos o pensiones en los que descansan, siempre con la maleta hecha (tal vez sea usted de los que siguen creyendo que duermen todos en el Palace).
Con todo, es su obligación, lo saben y seguramente no necesitan más dinero, pero lo que sí necesitan es que al menos las personas que deberían hacerlo tengan la valentía pública de reconocer su trabajo y no subirse a alimentar el pin pan pun contra ellos.