Opinión

Seis perdedores en la noche de los votos comprados

El vencedor seguro en unas elecciones es la democracia, asegura el dicho. No siempre. En 2019 venció Sánchez y ahí están las consecuencias. Las elecciones en España son una superstición que se celebran cada dos o cuatro años y que si

  • Una mujer vota en una mesa electoral -

El vencedor seguro en unas elecciones es la democracia, asegura el dicho. No siempre. En 2019 venció Sánchez y ahí están las consecuencias. Las elecciones en España son una superstición que se celebran cada dos o cuatro años y que siempre gana Ayuso. Así será también ahora. Los perdedores varían, según sople el viento del puchero o la fatiga del padrón.

Hay unos cuantos partidos y candidatos que este lunes amanecerán con gesto de loser y cara de idiotas. Ya se sabe, en política, como en el fútbol, todo se complica por la presencia del equipo contrario. Sartre. Hay sin embargo equipos que se complican ellos solos, que se afanan en meterse goles en su propia portería. Lo acabamos de ver en esta campaña. Lo de las filas sangrientas de Bildu (esos queridos socios). Lo del voto comprado (esa corrupción pestífera). Pertenecen al club de la derrota. He aquí unos cuantos representantes de esta especie.

EL PNV MENGUANTE.- Jesuíticos y fariseos, apóstoles del carlismo cavernario, xenófobos al pilpil, reaccionarios con txapela, bribones de sacristía, el PNV mengua, se encoge. Dejó caer a Mariano Rajoy, en una jugarreta traidora, y se abrazó a Sánchez sin sospechar que el socialista haría de Bildu su principal aliado y le otorgaría a los vejastrones sabinianos el papel de la cornuda consentida. La supremacía secesionista cambia de bando en el País Vasco. Los siameses de ETA arañan liderazgo en Vitoria y se consolidan como decisivos en Navarra, con el báculo de María Chivite, su inevitable concubina. Urkullu y Ortúzar, esos perfectos ineptos, sólo posibles en un biotopo aldeano y cerril, se adentran en el sendero de la desaparición.

El centrismo, a la basura. La moderación, al estercolero. Esta cita del 28-M será su definitiva sepultura. Habrá más llantos que votos porque todo el mundo amaba a Ciudadanos

CIUDADANOS EXTINTOS.- Llegaron a situarse a nueve escaños del PP en abril del 2019. Seis meses después estaban a 80. Una ambición desmedida y un cálculo de estrategia convirtió a la esperanza liberal en un experimento frustrado. El centrismo, a la basura. La moderación, al estercolero. Esta cita del 28-M será su definitiva sepultura. Habrá más llantos que votos porque todo el mundo amaba a Ciudadanos. Eran sus líderes quienes no amaban a sus votantes. Demasiado de derechas, demasiado conservadores, demasiado convencionales. Rivera y Arrimadas pudieron lograrlo. Uno, a nivel nacional y la otra, en Cataluña. Tocaron el vuelco con los dedos. Optaron por destinos diferentes. Sólo queda Begoña Villacís, una voz solitaria que clama en el desierto imposible del Ayuntamiento de Madrid, donde ya no tiene hueco. Quizás Almeida le ceda una silla en su Gobierno en pago a los servicios prestados.

PODEMOS DETERIORADOS.- Pablo Iglesias, de nuevo de mitin mochilero en Lavapiés es la representación del eclipse de Podemos. Un declive ruidoso y agónico, al estilo de la casa. Pueden quedar fuera de la Asamblea de Madrid y de las Cortes valencianas lo que le producirá un enorme contratiempo a Sánchez. De salir así las cosas, Díaz Ayuso alcanzará la absoluta y Ximo Puig se irá a casa. Ione e Irene, las niñas del resplandor morado, se desgañitan estos días en un vocerío hueco y estéril. Cuelgan lonas injuriosas en las fachadas de Madrid y se afanan en escupir sobre una diosa de la tele en un esfuerzo que les rebota. Podemos se convertirá en un residuo oxidado, una plataforma vetusta y trasnochada a la espera de su resurrección en forma de agitadores de container y adoquín cuando Feijóo esté ya instalado en la Moncloa.

Siempre de perfil, ni sí ni no, ni negro ni blanco, ni contigo ni sin ti, la vicepresidenta de ideología de TikTok ha intentado salir de esta campaña sin pringarse ni despeinarse

YOLANDA, ¿DÓNDE ANDA?.- Es un caso único. Está a punto de convertirse en la principal perdedora antes de saltar al césped. Siempre de perfil, ni sí ni no, ni negro ni blanco, ni contigo ni sin ti, la vicepresidenta de ideología de TikTok ha intentado salir de esta campaña sin pringarse ni despeinarse, blanca, nívea, impoluta, como una virgencilla inmaculada. Misión imposible, la jungla estaba en armas y sus compañeras andaban de caza. Su jerga edulcorada, sus ademanes untuosos, su empalagoso ritual, sus mensajes adolescentes apenas han convencido a quienes pensaban, con Iván Redondo, que estaba llamada a ser la heredera del caudillo, la primera presidenta de ¿la república? española. De momento tan sólo ha conseguido unos arrumacos bobos con Colau y unas fotos con Errejón momentos antes de estallar el escándalo de los votos de Melilla. Sánchez ya no se fía, en el Gobierno ya no la quieren, en Podemos la apuñalan y de IU, su partido, apenas quedan unos restos en forma de ministro Garzón, consagrado ya como el miembro más vago del Gobierno.

MARAGALL, ESE INÚTIL LLAMADO ERNESTO.- Érase un bobo a un apellido pegado. Un necio superlativo, un verdadero inepto. Ernest Maragall escaló por los despachos de la política a la sombra de su hermano, Pasqual, el alcalde más famoso del orbe, cuando los mejores Juegos de la historia, la Barcelona moderna, la flecha olímpica, el Cobi de Mariscal, los pitidos al Rey y el destello universal. Dejó el PSC, el gran pudridero, y se abrazó al independentismo con un fervor adolescente. Se instaló en las siglas de ERC, donde anhelaba cargos, roles, poltronas y relumbrón y poco obtuvo. Un par de consejerías anodinas y un general desprecio de quienes respetaban su apellido. Cumplidos los 80, fracasará en su postrer empeño de sentarse en el sillón que antaño ocupó su hermano. Tampoco será presidente de la Generalitat. Ni siquiera del Barça. Un persistente fracaso. Otro juguete roto.

El lunes asomará en Moncloa un presidente vapuleado y maltrecho, incapaz de sostenerse en pie hasta la cita de las generales

RÉQUIEM POR EL SANCHISMO.- Primero fueron los asesinos de Bildu, luego los votos comprados. La peor campaña de la historia, una sucesión de desastres, un error infinito. Hipnotizado por Tezanos, Sánchez convirtió unos comicios regionales y locales en el gran plebiscito sobre su persona. La derrota de los barones será la suya. No podrá escurrir el bulto, no podrá llamarse andana. En contra de lo habitual, este domingo juega a la defensiva. Le basta con retener algunas plazas totémicas, como Sevilla ciudad, Extremadura, Comunidad Valenciana y, desde luego, Barcelona, convertida ya en el santo grial del socialismo declinante. A eso ha llegado, a asumir el papel de un campeón decadente que se colocará en el rincón del ring, guantes en en el mentón, espalda encogida, a esquivar golpes y a rezar para que no le hagan demasiado daño.

El lunes asomará en Moncloa un presiente vapuleado y maltrecho, incapaz de sostenerse en pie hasta la cita de las generales.

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