No le agradó a Dolores Cospedal la reacción de Moncloa a la empitonada judicial contra Rajoy. Un texto aséptico, frío, funcionarial. Casi un formulario. "El gobierno respeta las decisiones judiciales y ofrece toda su colaboración con la Justicia". Lo habitual en estos casos. El Ejecutivo no cuestiona las decisiones de los jueces. Siempre ha sido así, desde que empezó a rodar la gran bola de nieve de la 'Gürtel'.
En Génova enmudecieron. Nadie se esperaba el bandazo de los jueces. Por dos veces se le dio largas a la declaración de Rajoy. El propio juez Ruz, poco amigo de la causa 'popular', rechazó citarle por el caso de Bárcenas. Un testimonio 'irrelevante' para la causa del autor del 'Luis sé fuerte', apuntó el magistrado.
La cúpula del PP ni se enteró. El Comité de Dirección del lunes ni trató el asunto. Rajoy sólo tiene ojos para su agenda internacional de las próximas semanas. En su equipo nadie advirtió de la tormenta. El abogado del PP, un antiguo fiscal de apellido Santos, no veía peligro. Tanto que incluso abandonó confiadamente la sala antes de que el tribunal mostrara el pulgar hacia abajo.
El bombazo sobrevino sin avisar, sin preparar, sin anestesia. El coordinador general del PP, Fernando Maíllo, tenía este martes la mirada puesta en su tierra, en Zamora, adonde iba a trasladarse para dar las últimas puntadas al congreso provincial.
Y sucedió el terremoto. Los jueces, dos contra uno, decidieron convertirse en noticia. Nunca un presidente del Gobierno había sido llamado a declarar. Felipe González testificó cuando ya había dejado la Moncloa. Rajoy sería el primero. La peor noticia imaginable para el líder del PP, que difícilmente logra contener la ira cuando algún periodista le pregunta por la corrupción.
Todas las miradas se dirigieron, inicialmente, hacia Moncloa. Desde la secretaría de Comunicación se propinó un escueto mensaje, casi un manual de uso para responder a las preguntas. "Respeto a las decisiones judiciales y colaboración con la Justicia", venía a decir la respuesta del Gobierno. Lo habitual en estas situaciones. Un texto plano, sin florituras.
La cancerbera de Mariano
Poco le gustó ese tono a Cospedal, la cancerbera fiel de Mariano Rajoy en todo el escándalo Bárcenas, la leal protectora de las espaldas del líder, la única que le plantó cara al extesorero, a riesgo de jugarse su futuro político y su presente personal. La secretaria general del PP y ministra de Defensa, consideró tibio el papel emitido desde Moncloa, esto es, desde el cuartel general de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría.
El silencio, entonces, del PP, se tornó en trueno. Con el insustituíble Maíllo presente en Zamora, en el teatro Ramos Carrión donde anunciaba que cedía los trastos del PP provincial, Cospedal recuperó las riendas y ordenó la elaboración de la contundente nota que en la tarde del martes produjo estimulantes efectos en la militancia.
"El PP respeta pero no comparte", para empezar. Cambio radical en la prosa del partido cuando se comentan resoluciones judiciales. En el segundo párrafo, el bofetón a los magistrados: "La decisión adoptada hoy contradice claramente su propia doctrina". Referencias luego a la acusación popular como ejemplo de 'proceso mediático', "abuso de derecho" y vinculaciones de esa asociación llamada Adade, con dirigentes socialistas.
Un repaso sin sutilezas y ambigüedades. Un papel contundente. Una muestra vehemente del enfado feroz del PP a impulsos de Cospedal. Génova, una vez más, le enmendó la plana a Moncloa. Soraya y Cospedal, de nuevo, cada una por su lado.